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| - LJunio 14 de 2021 Era mi primer día en mi trabajo en un laboratorio de armas nucleares, mi nombre real era Winston pero me decían “Winnie”. Solía ser callado y aún tenía una depresión porque mi esposa fue asesinada hace casi más de 10 años y mis hijos aún no lo reconocían. Pasó una semana desde que empezó mi trabajo. Algo se anunció en la radio, creo que relacionado con una declaración de guerra. “Este es un mensaje de la Agencia de Inteligencia Nacional de los Nuevos Reyes. Se ha detectado el lanzamiento de un misil soviético en la ciudad de Oriol, ciudadanos que estén afuera busquen un refugio nuclear donde se mantengan a salvo.” No había refugios nucleares en las instalaciones, así que nos quedamos en los sótanos de la instalación. No podía dejar de pensar en mis hijos, ¿qué harían para salvarse? Fue cuando el misil impactó la ciudad. La mayoría murió calcinada, pero por extraño que parezca, fui el único vivo. Pasaron horas desde el ataque y se dio por hecho que la Tercera Gran Guerra Mundial había estallado: se veían aviones rusos y británicos volando y enfrentándose entre sí. Londres estaba devastado. Llegué a los suburbios donde vivía y vi con milagro que mis hijos estaban vivos, sanos y sin problemas. Los tres recorríamos las ruinas de lo que sería la nueva Tierra. En una casa apenas estable escuchamos en la radio la voz de la Reina: “Buenas noches, queridos habitantes, hoy recibí una noticia impactante. Londres y otras ciudades de nuestra patria fueron atacadas por fuerzas rusas con apoyo de otros países de Europa. Millones murieron en este ataque, por suerte, nuestro ejército ha logrado repelar a un gran número de soldados rusos hacia las costas de Normandía. Esto es todo por el día de hoy y recuerden: apoyen a los Aliados.” De ahí se terminó el mensaje y empezó la travesía hacia tierras tranquilas. En Nottingham las circunstancias se revelaban peores que en Londres: las casas en llamas, carros vacíos y una sustancia color rojo sangre que empapaba en las puertas. Mis hijos estaban cansados y las nubes parecían predecir lluvia, así que buscamos refugio en una de las casas destrozadas. Al caer la noche la lluvia golpeó el suelo.Había aviones UAV volando en la ciudad, mis hijos no podían dormir. Abajo, en la cocina, escuchamos algo, un chasquido... Esa sustancia color rojo sangre era en realidad sangre y cuerpos de piel verdosa. Bloqueamos la puerta para dormir mejor y así no tener que soportar sus chasquidos y su asedio. A la mañana siguiente, la guerra consumía las ciudades. Teníamos que irnos y rápido porque informaron que tropas soviéticas avanzaban en Inglaterra. Corea del Norte le había declarado la guerra a los americanos, y ciudades como Nueva York o Seattle fueron atacadas con armas nucleares. Poco después, a mi hija le empezó a salir sangre de la nariz, posiblemente por la exposición a la radiación, que ya afectaba a mi familia y posiblemente a mí también. Alcanzamos a guarecernos en un pueblo rural. Me desmayé. Desperté en un hospital rústico. Los doctores me dijeron que me repondría pero que mi hijo Nathaniel había muerto por radiación nuclear. Lloré. No sabía qué hacer, dije que quería estar solo. Por allá una nube de hongo brilló en el paisaje. No sé qué más hacer… Tan solo desearía un momento a solas, algo de paz. thumb|center|400px Categoría:Ciencia
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