Debido a las invasiones mongolas de 1271 y 1284, amen del Kamikaze, el Emperador de Japón decide que no se puede confiar eternamente en que los dioses protejan a Japón de la amenaza de invasión, y determina asumir el Gobierno directo. Estas invasiones, aunque fracasadas, han colocado al país al borde de la ruina debido a la necesidad de pagar un ejército enorme y debilitado considerablemente la fortaleza del Shogunato Kamakura. Los bakufu son controlados sin pena ni gloria por los regentes (Shikken) del Clan Hojo, quienes apenas si pueden mantener el shogunato en pie.
Debido a las invasiones mongolas de 1271 y 1284, amen del Kamikaze, el Emperador de Japón decide que no se puede confiar eternamente en que los dioses protejan a Japón de la amenaza de invasión, y determina asumir el Gobierno directo. Estas invasiones, aunque fracasadas, han colocado al país al borde de la ruina debido a la necesidad de pagar un ejército enorme y debilitado considerablemente la fortaleza del Shogunato Kamakura. Los bakufu son controlados sin pena ni gloria por los regentes (Shikken) del Clan Hojo, quienes apenas si pueden mantener el shogunato en pie. Como consecuencia, los daimyo que no están bajo el control directo del Shogun actuan de forma virtualmente independiente, sin que ni este ni el Emperador puedan detenerlos.