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| - "¡Hermanos en la fe, ha llegado el momento! ¡No mostréis piedad, no deis cuartel y manteneos firmes en la fe! ¡Por la Humanidad y por el Emperador, avanzad y aniquilad a los infieles!
- Un atronador rugido surgió de las apretadas filas de la unidad de la fratría cuando el Cardenal terminó su discurso. Levantando las manos para pedir silencio, Armandus ordenó al ejército que se arrodillara para orar. Estaba en mitad del canto del tercer verso del Exorcismo Expurgador cuando los primeros proyectiles del ataque Orko rugieron entre las montañas. Muchos miembros de la congregación lanzaron miradas nerviosas a su alrededor, pero el Cardenal permaneció impasible, con sus ojos levantados hacia el cielo. Cuando terminó el noveno y último verso, alzó el Cetro de Avignor sobre su cabeza y se dirigió a la congregación:
- Anhelo la muerte, no porque busque la paz, sino porque busco la guerra eterna.
- Esos malvados Orkos infieles se están reagrupando para otro ataque. ¡Valor soldados, pues la protección divina del Emperador esta con nosotros! Deteneos un momento, mis valientes soldados, a pensar sobre nuestro destino y pedid al Emperador que guíe vuestra mano y fortalezca vuestros corazones. Los Orkos son muchos y nosotros muy pocos, pero ¿no somos hombres de gran fuerza y coraje? ¿No gobierna la Humanidad todas las estrellas del éter? ¡Estos salvajes no nos desviarán de nuestro santo propósito y nuestro sagrado derecho a controlar este planeta para mayor gloria del Emperador!"
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