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| - Categoría: Mitología religiosa Categoría: Mitología Categoría: Mitos religiosos Los Evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) se empezaron a escribir unos cuarenta años después de la muerte de Jesucristo. La selección de los evangelios canónicos se realizó en el concilio de Nicea (325 E.C.) y fue ratificada en el de Laodicea (363 E.C.). La manera de distinguir a los textos "auténticos" de los falsos (o apócrifos) fue, según la tradición, el de la «elección milagrosa». Se han conservado cuatro versiones para justificar la preferencia por los cuatro libros canónicos: 1.
* Después de que los obispos rezaran mucho, los cuatros textos volaron por sí solos hasta posarse sobre un altar; 2.
* Se colocaron todos los evangelios en competición sobre el altar y los apócrifos cayeron al suelo mientras que los canónicos no se movieron; 3.
* Elegidos los cuatro se pusieron sobre el altar y se conminó a Dios a que si había una sola palabra falsa en ellos cayesen al suelo, cosa que no sucedió con ninguno; y 4.
* El Espíritu Santo penetró en el recinto de Nicea con la clásica forma de paloma, y posándose en el hombro de cada obispo les susurró qué evangelios eran los auténticos y cuáles los apócrifos. Lo verdaderamente curioso de esta leyenda tradición es que una parte notable de los obispos presentes en el concilio eran sordos o muy descreídos, ya que hubo una gran oposición a la elección —por votación mayoritaria que no unánime— de los cuatro textos canónicos actuales. thumb|302px|Obispos en el Concilio de Nicea. San Ireneo (c. 130-200 E.C.) aportó también su propio razonamiento para justificar la selección de los libros canónicos cuando escribió que «el Evangelio es la columna de la Iglesia, la Iglesia está extendida por todo el mundo, el mundo tiene cuatro regiones, y conviene, por tanto, que haya también cuatro Evangelios. (...) El Evangelio es el soplo o relato divino de la vida para los hombres, y pues hay cuatro vientos cardinales, de ahí la necesidad de cuatro Evangelios. (...) El Verbo creador del universo reina y brilla sobre los querubines, los querubines tienen cuatro formas, y he aquí que el Verbo nos ha obsequiado con cuatro Evangelios». Tamaña pseudociencia proveniente de Ireneo se apoyó en el texto del Apocalipsis que dice: «Después de esto vi a cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro extremos de la tierra. Estos ángeles impedían que los cuatro vientos de la tierra soplaran sobre la tierra o sobre el mar, o sobre todo árbol...»; a pesar de que tal información procedía de la inspiración de Dios, no es más que un claro reflejo de la ignorancia de los humanos de esos días. Hoy, que sabemos que la tierra es redonda y que no tiene cuatro ángulos que que sería concordante a una Tierra plana. Uno de los muchos absurdos sorprendentes que heredamos a partir de ese episodio de selección de textos inspirados: dado que la autenticidad de los evangelios canónicos no estaba unánimemente reconocida por los obispos cristianos, hasta el punto de que tuvo que ser impuesta por la autoridad de la Iglesia, ¿qué autoridad puede tener una Iglesia que hoy dice basar su autoridad en unos evangelios dudosos que ella misma tuvo que avalar cuando ni ella ni los textos gozaban aún de autoridad alguna?
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