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| - l dremora miró con desdén al muchacho. No parecía tener más de diecisiete o dieciocho años, aún al borde de la madurez.
“¿Tú? ¿Tú me has convocado?”
“Mi madre dice que se me dan bien los hechizos. Algún día seré hechicero. ¡Tal vez incluso archimago!”
“¿Y qué sabe tu madre de magia, muchacho?”
“¡Ella es hechicera! Es encantadora en el Colegio Arcano.”
“Ah. Otra aficionada a las artes místicas. Seguro que no es más que mediocre.”
“¡Cállate! He leído el pergamino. Yo soy quien te dice lo que tienes que hacer.”
El dremora dejó de hablar. Su voz estaba sometida.
“Quiero saber cómo hacer un vestido mágico. Lo necesito para su cumpleaños.”
La respuesta del dremora fue más silencio.
“Tienes que decírmelo. Está en las reglas.”
Liberado de la anterior obligación, el dremora respondió: “Primero, necesitas una gema de alma. Resulta que tengo una, y con gusto te la daré para una causa tan noble.”
“¿En serio? ¿Para qué la necesito?”
Ocultando su sonrisa, el dremora le entregó la apagada gema negra.
“No basta con lanzar un hechizo sobre un objeto inerte. La magia requiere reflexión, determinación, voluntad y emoción. El alma proporciona energía al encantamiento. Cuanto mayor sea el alma, más poderoso será el encantamiento.”
“¿Y cómo es de grande la de esta gema de alma?”
“Oh, esta gema está vacía. Tienes que llenarla. Pero en ella caben las almas más grandes sin dificultades. ¿Sabes cómo meterlas?”
“No”, respondió el joven hoscamente.
“Déjame que te lo enseñe. Se lanza un hechizo así.”
Los zarcillos del hechizo de trampa de alma salieron de sus dedos y rodearon al muchacho. Los ojos del joven se abrieron como platos.
“No he sentido nada”, protestó.
“¿Qué tal ahora?”, preguntó el dremora, hundiendo sus garras en la caja torácica del joven. Su corazón latió solo una vez más antes de ser arrancado de su pecho.
Rápidamente, el dremora le arrebató la gema de alma negra al joven mientras moría. Su alma trató de escapar, pero estaba atrapada por el hechizo y se vio atraída hacia la gema. Solo las gemas de alma negras pueden retener las almas de hombres y elfos.
“Tu madre obviamente no te enseñó a no aceptar nunca un regalo ofrecido libremente por un dremora convocado”, le dijo al cadáver. “Para que lo sepas, eso rompe el conjuro, liberando al convocado del convocador. Ahora, vamos a ir a buscar a tu madre. Después de todo, tengo otra gema de alma negra.”
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