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| - La guerra civil llega hasta el mundo colmena de Raxos cuando su Gobernador utiliza a diversos intermediarios para convencer a algunas de las fuerzas militares locales para que se alcen en contra de su propio régimen. Durante los primeros días de la revuelta reina la confusión, y las bajas son mínimas. Sin embargo, cuando los insurrectos se hacen con el control de una batería de misiles Deathstrike, el bombardeo resultante trastoca la estabilidad tectónica del planeta. Millones mueren en el curso de unos pocos días. El Gobernador, que según se revela poco después era un cambiaformas de Tzeentch disfrazado, canaliza la energía psíquica liberada en aquella catástrofe y la utiliza para convocar a miles de sus camaradas demoníacos. Alertados de lo que está sucediendo en Raxos por el Inquisidor Fyodor Karamazov, cuatro Hermandades de Caballeros Grises llegan al planeta en plena masacre de su población. Ignorando el peligro demoníaco hasta que ya es demasiado tarde, los humanos han seguido adelante con su guerra civil, y ya solo queda operativo un puñado de soldados para defender el último espaciopuerto que aún funciona, cubriendo a las lanzaderas que se preparan para huir sobrecargadas de refugiados. Analizando la situación general, el Gran Maestre Drystann Cromm decide separar a sus Caballeros Grises en varias fuerzas de choque: tres de ellas asaltarán los portales desde los que obtienen su energía los Demonios, mientras que una cuarta fuerza al mando del Hermano Capitán Arvann Stern se dedicará a reforzar las defensas del espaciopuerto. Arrastrados por la inercia de la autocomplacencia en sus victorias iniciales, los Demonios son tomados por sorpresa del mismo modo en que ellos habían cogido desprevenidos a los habitantes de Raxos al inicio de la campaña. Mientras Stern mantiene a salvo el espaciopuerto, Cromm coloca en la boca de cada portal los dedos rotos de santos martirizados, como amuletos para prevenir que se sigan manifestando más Demonios. A continuación, lleva a cabo los ritos de purificación y exorcismo que sellan de manera definitiva los portales y destierra a los Demonios que han quedado aislados en el mundo real. Aún así, mientras la primera lanzadera está despegando, Stern se muestra cada vez más preocupado: la traza psíquica del cambiaformas de Tzeentch todavía flota en Raxos, lo cual sugiere que el Demonio aún no ha sido desterrado. Con una amarga certeza, Stern se da cuenta de que el Demonio debe de haber subido a bordo de una de las lanzaderas de refugiados, que ya se dirigen hacia la órbita exterior del planeta. Sabiendo que sus fuerzas son demasiado pocas para albergar la más mínima esperanza de descubrir a tiempo al cambiaformas, pero conscientes de los estragos que el Demonio podría causar si llegara a otro mundo civilizado, Stern ordena a la Barcaza de Batalla Espada Brillante destruir las lanzaderas. Centenares de miles de inocentes son asesinados en la salva subsiguiente, sus vidas sacrificadas para preservar las de muchos otros millones en planetas distantes.
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