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| - thumb|354px|Esquema de la invasión Ser engullido por una Tormenta Disforme es uno de los más horripilantes destinos que puede sufrir un planeta. Tanto la población como el propio planeta son deformados y torturados por los Demonios del Caos. Esto es lo que le ocurrió a Toreus. Cuando se restableció el contacto con Toreus tras haber estado aislado por una Tormenta de la Disformidad durante 300 años, las fuerzas imperiales encontraron un mundo profundamente contaminado por el Caos. Habían desaparecido sus metrópolis, fértiles granjas y gigantescas catedrales y palacios. En su lugar solo se veía devastación. Grandes grietas fragmentaban el paisaje cubierto de huesos. Torres de hueso y cristal se elevaban hacia el cielo. Bestias mutantes cazaban por los siniestros bosques de árboles petrificados. El hedor de la sangre y azufre hacía vomitar a los hombres. El propio aire quemaba los ojos y hacía caer el pelo a matas. Las ciudades albergaban sus propios horrores: caras distorsionadas miraban desde ladrillos y piedras, las laberínticas calles estaban llenas de sombras de hombres, mujeres y niños que silenciosamente se estremecían en retorcida y desagradable agonía. Las alcantarillas estaban plagadas de ratas monstruosas y fuentes de limo y entrañas surgían de los fragmentados pavimentos y carreteras. Cúpulas antaño doradas estaban cubiertas de porquería verdigrisácea y cuervos con plumas de sangre hacían sus nidos bajo cornisas de las que goteaba un espeso icor. A las estatuas de los comandantes y santos imperiales les habían crecido cuernos y alas, y parecían cambiar de posición al mirarlas. La gélida noche también tenía sus propios peligros, pues las hirvientes nubes de tormentas se abrían para revelar una nube púrpura con una boca abierta y plagada de dientes. Murciélagos esqueléticos bajaban de los enfermizos cielos. Las estrellas danzaban y se arremolinaban entre ellas trazando infectas runas con sus centelleantes rastros. Aullidos bestiales resonaban en las colinas y las desiertas calles reverberaban con los sonidos de cientos de huesos siendo roídos. Cuando la Ordo Malleus llegó para investigar lo sucedido, los psíquicos se volvieron locos debido a la contaminación del Caos. Uno de ellos, demente sin remedio, atacó a sus compañeros y sólo con la decapitación de este pudieron detener su enloquecida carga. Otros dos perecieron como si hubieran pasado siglos en unos segundos. Los otros tres se volvieron locos. Actualmente, los Inquisidores se esfuerzan en descifrar las balbuceantes palabras de estos lunáticos.
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