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| - [[Archivo:El_Colmillo.jpg|thumb|282px|Plano de El Colmillo]]Jarlheim es el nombre que recibe la morada de los Guerreros del Cielo, situada en un punto situado bastante arriba en el Colmillo, aunque por debajo del Valgard, algo más allá del masivo y sombrío baluarte del Señorío del Colmillo. Ningún vasallo mortal tiene permiso para permanecer en dicho nivel, excepto en cumplimiento de las órdenes de sus señores, ya que es allí en donde se encuentra alojadas las doce Grandes Compañías del Capítulo de los Lobos Espaciales. Los salones de los Lobos Espaciales suelen encontrarse generalmente en silencio y vacíos de toda presencia, ya que sus habitantes suelen encontrarse en campaña en algún punto alejado de su protectorado galáctico. Sin embargo, siempre permanece acuartelada en el Colmillo al menos una Gran Compañía para mantener ardiendo los fuegos del hogar, atendiendo a las sagradas llamas y cumpliendo con los ritos que consiguen que el maleficarum se mantenga fuera del Colmillo. El Jarlheim aloja los santuarios guerreros a los caídos, los tótems obtenidos por los Sacerdotes Rúnicos en mundos lejanos y las armerías que albergan las armas sagradas. En esos lugares benditos descansan rasgados estandartes procedentes de antiguas campañas entre polvorientas filas de cráneos, armaduras y otros trofeos. Cuando las sirenas de alarma truenan en los atrios de las Doce Grandes Compañías, los estrechos pasillos se iluminan con un salvaje fuego, ya que cuando los señores de la montaña acuden al servicio hasta la misma tierra cobra vida. La roca reverbera con un profundo rumor mientras los espíritus lobo reunidos son llamados a la vida. Las armaduras son colocadas y aseguradas por los vasallos, las pieles de las bestias son colocadas reverentemente sobre la ceramita, las runas son inscritas en las hombreras de las corazas con sangre animal, y los ensalmos y bendiciones son colgados o anudados con reverencia en torno a los cuellos y las blindadas muñecas de los guerreros. En las profundidades del corazón del laberinto de pasadizos, galerías y túneles llega el batir de un gran tambor, que ahoga todos los demás sonidos, latiendo con el pulso salvaje de un corazón violento. Este furioso latir pronto se ve coreado por otros tambores, cuya resonancia hace que todo el laberinto resuene con el creciente crescendo de la agresión y el odio acumulados. Hay pocas visiones más amedrentadoras en toda la galaxia que una Gran Compañía de los Lobos Espaciales preparándose para entrar en combate.
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