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| - omo ciudadanos del Imperio, sin duda todos estamos familiarizados con las hazañas del emperador Tiber Septim. Pero es el ascenso del emperador a la divinidad, con el nombre de Talos, el tema que trataremos en esta obra.
Hasta la muerte de Tiber Septim habían existido solamente Ocho Divinos: Akatosh, Dibella, Arkay, Zenithar, Stendarr, Mara, Kynareth y Julianos. Estos dioses eran, y son, adorados por todo el Imperio. Y aunque algunos puedan tener distintos nombres en las distintas provincias , todos son reconocidos y reverenciados por todas las razas y culturas de Tamriel.
Pero cuando Tiber Septim pasó a Aeterio, se convirtió en el Noveno Divino: Talos, también llamado Ysmir, el "dragón del norte". El hombre que era tan amado en vida pasó a ser adorado en la muerte. Se puede discutir que Talos, el Noveno Divino, se volvió más importante que los Ocho que lo habían precedido, al menos de cara a los humanos. Pues era un dios que había sido humano antes, y mediante sus acciones había conseguido ascender a la divinidad. Y si un humano podía conseguir semejante hazaña, ¿por qué no iba a ocurrir de nuevo? ¿No podrían todos los humanos aspirar a conseguir la divinidad?
Así era como pensábamos los humanos, así que continuamos adorando a Talos, y reverenciándolo como el héroe-dios definitivo. Pero eso fue entonces. Ahora es distinto. Porque ahora sabemos la verdad:
estábamos equivocados.
Como ciudadanos del Imperio, todos experimentamos los horrores de la Gran Guerra. Y no fue hasta la firma del Concordato Blanco y Dorado, el tratado entre el Imperio y el Dominio de Aldmer, que volvimos a conocer la paz. Una de las condiciones más importantes de ese tratado, como todos los ciudadanos Imperiales bien saben, es que Talos ya no puede ser adorado como un dios. Este edicto sacudió los cimientos del Imperio. Hubo quien se rebeló contra la ley. Algunos todavía lo hacen.
Pero los ciudadanos del Imperio deben saber esto: el emperador no aceptó proscribir el culto a Talos porque lo exigieran los Thalmor, el órgano rector del Dominio de Aldmer.
El emperador aceptó prohibir el culto a Talos porque era lo que tenía que hacer.
Hoy el emperador, y el Imperio mismo, reconoce que permitir el culto a Talos fue un error. Pues al hacerlo, al permitir el culto a Talos como un Divino, el Imperio realmente hacía un flaco favor a su pueblo: pues esto solo servía para debilitar el recuerdo del hombre Tiber Septim y sus muchos actos extraordinarios ; y apartar a la gente de los Ocho Divinos legítimos, los dioses verdaderos, que sí merecen nuestro amor y reverencia.
Y así, el Imperio admite que estaba equivocado. El error de Talos no se repetirá. Que encontremos siglos de paz y prosperidad con nuestros nuevos amigos Thalmor, y que continuemos compartiendo una espiritualidad que una a todas las culturas y razas de Tamriel.
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