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  • Estigma Mortal
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contenido
  • Esta historia es de las últimas de la "Saga de Haknir", los cuentos que rodean la vida y las aventuras del legendario rey pirata Haknir Estigma Mortal. Lo que tengan de verdad, si es que tienen algo, lo dejo a discreción del lector.
  • - Artise Dralen
  • Escriba de la Casa Redoran.
  • Nota al margen:
  • aknir Estigma Mortal se estaba muriendo. Para Garuk Windrime, intendente de la nave, esto era algo impensable. Su abuelo había servido junto a Haknir, casi sesenta años antes, y ya entonces este era una leyenda entre los piratas del norte. "El Rey de los Fantasmas", lo llamaban, pues era tan eterno e implacable como el mar por el que navegaba. Para Garuk, que lo había visto lanzarse al combate, vestido con una armadura de Stalhrim reluciente, como los reyes de antaño, con sus espadas gemelas segando hombres como si fueran malas hierbas, Haknir era prácticamente un dios. Pero nadie temía más a Haknir que su propia tripulación. Sabían de su rabia, de sus prontos de locura, de cómo se complacía en torturar y asesinar a su antojo. Y corrían rumores todavía más siniestros: algunos decían que se alimentaba de la sangre y de las almas de aquellos que mataba para prolongar su vida antinatural. Algunos más lo creían un daedra al que habían soltado en el mundo de los mortales. E incluso había otros que sostenían que debía su vida y su poder, su armadura y sus espadas, a un pacto con Dagon, príncipe de la destrucción. Y que el sello de aquel pacto era la terrible herida que lucía en la cara, y que nunca sanaría, el Estigma Mortal, que ningún hombre podía mirar sin asustarse. Todas estas cosas le rondaban por la cabeza a Garuk mientras ocupaba su puesto al frente de la tripulación, intercambiando un leve saludo con la cabeza con Thalin, el timonel del barco y su mayor rival. Al caer el sol, pensó, uno de los dos sería el capitán. Y el otro estaría muerto. Cuando Haknir surgió al final de su camarote, se hizo el silencio entre la tripulación. Parecía débil, con la voz ronca. Pero incluso así, tenía presencia. Cuando repasó con la mirada a sus hombres, los asesinos más despiadados que jamás habían rondado por los mares del norte, nadie fue capaz de devolvérsela. Finalmente, suspiró. -Queréis saber quién va ser mi sucesor y cómo se va a dividir mi parte del tesoro. Esa era la cuestión, pero aun así, se oyeron murmullos de protestas. Haknir los cortó de raíz. -Todos estos años he estado buscando a alguien que fuera digno de sucederme en mi puesto o lo bastante fuerte como para arrebatármelo, pero ninguno de vosotros se acerca ni de lejos. Por tanto, ninguno de vosotros lo tendrá. -En nombre de Dagon -dijo, alargando la mano-, maldigo mi armadura y mis espadas. Y esta nave y todo lo que contiene. Hasta el día que uno de vosotros pueda superarme en combate, no tendréis ni una sola moneda -Los miró-. Y dad gracias de que os dejo conservar la vida. Garuk y Thalin intercambiaron una mirada. Si cualquier otro hubiera dicho algo parecido, habría seguido un motín. Un centenar de piratas ávidos de tesoros contra un anciano. Pero se trataba de Haknir. La tripulación permaneció callada. -Garuk, coge una gabarra y entierra mi armadura en los lugares que he señalado -dijo Haknir tirando un mapa a los pies de Garuk-. Thalin, nosotros navegaremos hasta mi tumba, donde me dejaréis con mi oro. Luego quemaréis las naves y haréis lo que queráis. Ya no soy vuestro capitán -Y con esto se dio media vuelta y volvió con paso majestuoso a sus aposentos. A romper el alba, Garuk partió en un bote con tres de sus hombres. Desembarcaron en un bajío, al norte de Solstheim, en el lugar que Haknir había señalado, acamparon y empezaron a cavar. Pero la codicia ya se agitaba en el corazón de Garuk. Una y otra vez echaba miradas al cofre reforzado de hierro que habían llevado consigo. El viejo se había ido, posiblemente ya estaba muerto. Y sus órdenes eran una estupidez. Esa noche, Garuk forzó el cofre y sacó el casco que había dentro. El stalhrim brilló a la luz de la luna. Era la hora, la hora de que se alzara un nuevo Rey de los Fantasmas. Se puso el casco. Y gritó. Se dice que aún se puede oír ese grito en las noches de luna, en un bajío rocoso que hay en la costa septentrional de Solstheim.
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  • Una historia de piratas
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  • · Tel Mithryn, en una estantería
  • · Bajío de Haknir, en el inventario de un capitán pirata
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  • xx03661A
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