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| - La Barcaza de Batalla del Capítulo siempre estaba silenciosa tras una batalla, pero en la quietud el trabajo del Capítulo continuaba. Las armas eran desmontadas, limpiadas y recolocadas en sus estantes. Las municiones sin usar eran devueltas a la santabárbara. La armadura de cada Marine Espacial era revisada en busca de daños, reparada si era necesario, repintada y cuidadosamente almacenada. La batalla, su prueba de devoción, había terminado. Todo lo que quedaba era el ritual de confirmación, repetido una vez más, como tantas otras veces antes...
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| - La Barcaza de Batalla del Capítulo siempre estaba silenciosa tras una batalla, pero en la quietud el trabajo del Capítulo continuaba. Las armas eran desmontadas, limpiadas y recolocadas en sus estantes. Las municiones sin usar eran devueltas a la santabárbara. La armadura de cada Marine Espacial era revisada en busca de daños, reparada si era necesario, repintada y cuidadosamente almacenada. Abajo, en la cubierta de vuelo, los adeptos técnicos navales abrían las bodegas de inspección de las naves de desembarco, comprobaban escudos y máquinas, ajustaban sistemas y pintaban nuevas marcas de bajas. Cada uno de los vehículos blindados del Capítulo era sacado de su nave de desembarco hasta la cubierta. Cuando sus motores eran activados, los humos de escape se filtraban por los conductos de ventilación de la Barcaza, llenando toda la nave de olor a quemado. En los aposentos del Comandante él y su personal discutían sobre el asalto. Había sido un éxito, a pesar de algunos problemas iniciales. El capitán de la Barcaza permanecía sentado y escuchaba las críticas hacia su fuego de apoyo. Dos torretas habían fallado. Y en las bodegas de la Compañía, los Marines estaban sentados, a solas con sus pensamientos. Sus deberes estaban cumplidos por ese día. Los heridos yacían al cuidado de los Apotecarios. La semilla genética de los caídos estaba almacenada para los reclutas del día de mañana. Solo los Capellanes estaban ocupados, recorriendo las escalerillas y pasillos de la nave. Los ritos de victoria y recuerdo estaban siendo preparados. La capilla fue dispuesta y la liturgia escogida. Cada Capellán entró y devolvió cuidadosamente la reliquia que había llevado a la batalla. La placa ceremonial y el águila imperial fueron traídas de la santabárbara, donde habían sido guardadas por seguridad. Todo estaba listo. La gran campana resonó en el corazón de la Barcaza. Todos quedaron en silencio, y cada técnico y sirviente dejó sus herramientas e inclinó la cabeza. Y por toda la nave los Marines se alzaron. Sus pies resonaron por las cubiertas de acero y se murmuraron saludos cuando el Capítulo se reunió en su capilla. La batalla, su prueba de devoción, había terminado. Todo lo que quedaba era el ritual de confirmación, repetido una vez más, como tantas otras veces antes...
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