Esa mañana toda me daba vueltas, miraba a mi abuela acomodándose en el colchón que compartíamos. Mire la hora y no era más tarde que mi hora habitual para despertar, sin embargo el sol, la luna y las estrellas aun eran apreciables. Abandone la cama, y esa pequeña imitación de perro, se despertó y comenzó a ladrarme y a gruñirme como si fuese un extraño.
Esa mañana toda me daba vueltas, miraba a mi abuela acomodándose en el colchón que compartíamos. Mire la hora y no era más tarde que mi hora habitual para despertar, sin embargo el sol, la luna y las estrellas aun eran apreciables. Abandone la cama, y esa pequeña imitación de perro, se despertó y comenzó a ladrarme y a gruñirme como si fuese un extraño.