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| - Dos seres caminaban por un pasillo a oscuras. Caminaron sigilosamente, ciertamente sus movimientos ocultaban su inmenso poder. "Deberíamos haber previsto esto", dijo uno de ellos, indicando el rugido de la carnicería y el combate que parecía venir de todos lados. "Nuestro trabajo era proteger y proporcionar, no predecir," respondió el otro. "Los Señores Elementales hicieron exactamente lo que se suponía que hicieran: gobernar la tierra. Su arrogancia y su naturaleza territorial fueron completamente imprevisibles." "Su carga era la que debíamos haber soportado nosotros, y tu lo sabes", respondió su compañero. "Nos apartamos de nuestra responsabilidad, nuestro destino, y este es el resultado". El silencio llenó el túnel, casi asfixiándoles; la guerra en sí podría haberse detenido. "Nuestro deber era proteger a este planeta, y eso fue lo que hicimos... y todavía lo estamos haciendo". La siguiente pregunta fue tranquila, casi vacilante. "Entonces, ¿crees que tiene razón?" El segundo dejó escapar una breve carcajada, un sonido que parecía que iba a perforar cada centímetro del túnel, pero sólo llegó a los oídos de su compañero. "No. Dejemos que Heremus juegue con sus máquinas. Yo creo en Angonce; el gran espíritu de este planeta vivirá." Los dos Grandes Seres caminaron por el pasillo a su destino, su mente en la tarea por delante, y la guerra casi en el olvido. Tarix bloqueaba golpe tras golpe de un soldado de la Tribu Jungla. Había sido un simple plan, pensó. El mejor batallón de la Tribu Hielo, liderado por el famoso comandante Certavus, había derrotado recientemente a varios guerreros de la Tribu Arena que se habían estado preparando para atacarlos y robar el misterioso líquido plateado que todo el mundo anhelaba. La campaña había tomado lugar en las llanuras de la región desértica de Bara Magna, lo que significaba un largo viaje a casa. Esperando ser aclamados como héroes, el escuadrón de la Tribu Hielo fue emboscado por un pequeño pelotón Skrall, y demolido. Como era un excelente líder, Certavus logró salvar la mayoría de sus guerreros de la muerte, pero se vio obligado a esconderse en las dunas para evitar mayores confrontaciones. A pesar de sus mejores esfuerzos, la noticia se filtró casi inmediatamente, y la Tribu Hielo se vio obligada a triplicar su seguridad. Tarix, considerado como uno de los guerreros élite de la Tribu Agua, fue asignado a la unidad encargada de tomar ventaja de la ausencia de poder de la Tribu Hielo. No es que Tarix estuviera feliz por eso. Simplemente no tiene sentido, pensó, dirigiendo sus espadas en las articulaciones de los dos soldados, paralizándolos. Todo el mundo hará exactamente lo mismo. ¿Por qué no esperar hasta que las otras tribus den un paso en falso? Ellos fracasan, nos aprovechamos de las defensas debilitadas, ellos nos ganan, luego los emboscamos. Es la solución más pragmática, y la que daría lugar a una menor cantidad de perdidas. Pudo haberle dicho esto al propio océano. Lo cual, en cierto sentido, lo fue. El Señor Elemental del Agua, líder de la tribu de Tarix, creía en la dominación absoluta. "Deberás reunir a todas tus fuerzas, y atacar como un solo ejército," le dijo a Tarix, en tono cadencioso. "Si fallan, simplemente retírense, reagrúpense y ataquen de nuevo. Así es el ritmo de los combates". Políticos, pensó Tarix. No, peor que políticos. Ciegos orgullosos y ambiciosos. Un pequeño corte entre su armadura le dijo que era hora de dar la vuelta. Frente a él estaba Vastus, comandante de campo de la Tribu Jungla. Parado allí, en sus manos tenía una guadaña de aspecto muy desagradable. Tarix sintió que su brazo izquierdo se entumeció casi de inmediato. "Veneno", escupió Tarix. Pronto la mitad de su cuerpo se quedó paralizado, y se dejó caer al suelo. "¿Es así realmente cómo esto termina, Tarix?", dijo Vastus con cansancio. "¿Un estremecido y arrugado bulto en el suelo? Te conozco. Eres mejor que eso." Tarix sonrió, hizo una mueca torcida casi siniestra por el lado paralizado de su rostro. "Mejor que tú, por cierto. ¿Qué pasó con el Vastus que yo conocía? Ni siquiera usaste todo tu veneno. ¿La guerra te ha sentado muy mal?" Una pequeña sombra pasó sobre el rostro de Vastus. Tarix no captó la microexpresión, ya que estaba demasiado ocupado siendo golpeado en la cara por el mango de la guadaña. "No estás en posición de discutir, Tarix. Tengo tu vida en mis manos. ¿Por qué no la tendría que tomar?" Tarix trató de reír, pero sólo surgió como un gorgoteo. "Tu me habrías matado hace mucho tiempo si no tuviera algo que necesitas." Su expresión se suavizó un poco. "Por favor, somos enemigos. Tengo algo que necesitas, y la última cosa que quieres hacer es matarme. Podemos ayudarnos unos a otros." Levantó su brazo funcional en el aire, como una muestra de la paz. Vastus bajó la guadaña casi con impaciencia. Le ofreció la mano a Tarix para ayudarlo a levantarse. "Así que..." murmuró Tarix, apoyado por el comandante de la Jungla. "¿Qué tal un antídoto?" Vastus se echó a reír. "¿De qué serviría el veneno si yo tuviera un antídoto?" "¿Un túnel secreto?", preguntó Vastus. "Sí", respondió Tarix. "Se rumorea que el Señor Elemental del Hielo inició la construcción de varios de estos túneles. Aparentemente, la idea era ampliarse a todo el territorio, y los túneles subterráneos eran el primer paso. Terminaron abandonando la construcción después de que uno de los túneles se derrumbó." Vastus se acercó a la boca de la cueva, y se asomó. Una caverna más grande se abría ante sus ojos, iluminado con antorchas construidas a toda prisa. Después de que habían acordado una tregua, los dos comandantes habían establecido una única base, dentro de la gran caverna. Originalmente la Tribu Agua había tratado de acampar allí, antes de que descubrieran que la Tribu Jungla estaba al acecho. La lucha había estallado en la zona circundante, y ambas partes habían luchado bastante bien. Vastus vio en el campamento a varios soldados de ambas tribus charlando mutualmente. A pesar de todas las atrocidades, todo el sufrimiento, sus guerreros estaban dispuestos a dejar eso de lado e interactuar. Una pequeña sonrisa adornaba el rostro del líder de la Tribu Jungla, aunque sólo fue por un momento. "¿Qué te hace pensar que todavía queda un túnel?" dijo, volviendo a su fogata. Tarix continuó. "Hace unas semanas, capturamos a una pequeña unidad de Agori de Hielo. Dijeron que habían sido los supervivientes del derrumbe del túnel, y les atendimos hasta que sanaron. La Tribu Hielo negoció su liberación, pero ellos no sólo nos lo agradecieron; ellos nos hablaron de los túneles". Vastus asintió con la cabeza, impresionado. "¿Dónde está el túnel?" "A varios días de marcha de aquí," dijo Tarix, sacando un mapa. "El camino que tomaremos rodea el Gran Bosque, y atraviesa varios glaciares. La entrada del túnel estaba oculta, pero hay un indicador allí; nosotros lo sabremos cuando la veamos. Sin embargo, tenemos que apurarnos. Retrasamos la liberación de los Agori con el fin de tener la oportunidad de... interpretar la información, y movilizar a las tropas". Una risa surgió de Vastus. "Suenas angustiado. ¿Qué te pasa? Es un plan bastante bueno." Frunciendo el ceño, Tarix murmuró: "Eso es lo que me molesta." Todavía riendo, Vastus continúo. "¿Y cuándo es el momento óptimo de atacar? Suponiendo que informaron a su líder de inmediato, hay una oportunidad muy pequeña. ¿Cuándo debemos salir?" Era el turno de Tarix a reír. "Ayer". Un pájaro pequeño, nativo de la región de hielo, se posó sobre una roca. Un momento después, el pájaro extendió sus alas y se fue, con las patas todavía humeantes por la roca que la había quemado. El ave estaba comprensiblemente confundida; esta era la tierra del hielo. El hielo significaba frío. Entonces, ¿cómo podría una roca quemar con tanta intensidad? El pájaro vio una presa, y pronto participó en la cacería. La roca fue lo más apartado de su mente. Sin embargo, en la mente de Tarix, la roca estaba muy presente. "Es un invento de la Tribu Fuego", explicó. "Similar a la antorcha de fuego negro; está diseñado para emitir calor sin alertar a los enemigos de su presencia. El calor se auto-contiene, y rara vez afecta los alrededores. Tienes que tocarlo para saber lo que es. La Tribu Hielo logró adquirir varios de ellos, y están tratando de revertir ese proceso." Vasto asintió sin compromiso, sólo escuchaba a medias. Tarix estaba preocupado por él. Habían estado viajando a través del Gran Bosque el día anterior, cuando un escuadrón de la Tribu Fuego, liderado por Malum, los había encontrado. Las dos tribus habían logrado esconderse antes de ser descubiertos, pero uno de los guerreros de Vastus fue bastante torpe, e hizo un pequeño ruido cuando se posó en un árbol. Malum no pudo descubrir la fuente del ruido, pero no le importó. Ordenó a sus tropas quemar todo el bosque, y vieron a los árboles incendiarse. Vastus perdió tres soldados en el infierno, y la destrucción de la vida vegetal había sido casi insoportable para él. Desde entonces había estado callado. Antes de que Tarix pudiera decir algo más, se dio cuenta de las formaciones glaciares. "¡Alto!", gritó. Los dos ejércitos se detuvieron y comenzó a mirar los alrededores. "¿Éste es el lugar, Tarix?", preguntó Vastus. "Sí", respondió Tarix. "Las rocas térmicas están por aquí. La entrada al túnel se encuentra directamente debajo de ellas." Vastus asintió con la cabeza. "¡Dispérsense!", gritó a sus tropas. El ejército de la Jungla saltó a la vida, y empezó a patrullar la zona, saltando sobre los bancos de nieve y escalando rápidamente las paredes del acantilado. "Espera", dijo Tarix. "¿Saben lo que -" se detuvo. Las voces llegaban desde el bosque detrás de ellos. Voces fuertes. Tarix indicó a sus tropas que se cubrieran, y trepó por una colina con Vastus. Los dos encontraron un grupo de las rocas, y se refugiaron detrás de ellas. De los bosques surgió el escuadrón de la Tribu Fuego que habían eludido antes, con Malum en cabeza. Uno de los soldados se acercó a su capitán. "¿Estamos seguros de que ellos fueron por aquí, señor?" "Oh, ellos fueron por aquí", le aseguró Malum a su guerrero. "Los oí. Los puedo oler." Detrás de su refugio, Tarix se dirigió a Vastus. "¿Qué hacemos -" Vastus le hizo callar. A continuación, levantó una de las espadas de Tarix. Sorprendido, Tarix tocó su espalda y sólo encontró su otra espada. Vastus se escabulló a un pequeño espacio en la roca. Levantó la espada. De repente, Tarix sabía todo lo que estaba a punto de suceder. "No lo hagas", dijo Tarix. "Por favor". Una triste sonrisa apareció en el rostro de Vastus. "Lo siento", dijo. Luego movió la espada hacia abajo. Una poderosa corriente de agua apareció, golpeando a Malum y a un soldado. Vastus cortó la base de la roca, enviándola a rodar colina abajo. Le devolvió la espada a Tarix, y luego se fue. Malum se volvió a levantar, con su espada lista. Vio a Tarix allí de pie, espada en mano. Sus dedos se cerraron alrededor de la empuñadura de su arma. "Agua...", gruñó. A Tarix no le quedaba otra opción. Comprendió lo que Vastus había hecho. Malum no era un líder con experiencia, pero él había reunido guerreros con la fuerza bruta suficiente para aplastar a cualquier cosa en su camino. Aun con sus fuerzas combinadas, habría sido difícil conseguir una victoria total. De cualquier forma la lucha seguiría y no habrían estado en condición alguna para continuar el asalto a la Tribu Hielo. Vastus había actuado para auto-preservarse, y abandonó a Tarix para que limpiara el desorden. "¡ATAQUEN!", rugió Tarix. Guerreros azules de todas formas y tamaños surgieron de sus escondites. Tomados por sorpresa, muchos de los guerreros de la Tribu Fuego fueron derribados, y se retiraron a toda prisa. Tarix saltó de su posición y se lanzó a Malum, lidiando con el guerrero de fuego. Los combatientes se atacaban brutalmente el uno al otro, ninguno lanzando un golpe mortal. Tarix logró mirar a su alrededor. Gracias al asalto sorpresa, estaban ganando terreno. La Tribu Fuego trataba de ganar terreno, pero sus soldados impedían esto. Explosiones elementales bien programadas y disparos Thornax les impedían romper filas. Si lograban mantener la formación, podrían obligar al escuadrón de fuego a retirarse; su retirada significaría que ellos podrían continuar su misión. ¿Podría funcionar? Tarix paró un golpe de la espada de Malum, y disparó su arma, disparándose un Thornax maduro en el suelo delante de ellos. La explosión los hizo retroceder varios pasos. "¿Te rindes, Malum?", dijo Tarix en medio de la bruma y el humo. "Prefiero morir por mi propia espada que por la tuya. Rendirse no es una opción." respondió Malum. Él entendía sus palabras; lo más probable es que viviría lo suficiente para que eso se hiciera realidad. Su ejército era fuerte, pero indisciplinado. El ejército de Tarix era fuertemente unido. Tenían ventaja. "Tu fanfarronería es impresionante, Malum, pero no proporciona una ventaja en combate. A lo mejor -" se detuvo en seco. Una flecha incrustada en el hombro tendía a tener ese efecto. Tarix no podía realmente comprender la situación al principio. Él extendió la mano y tocó la flecha. Parecía real. Se sentía de verdad. El dolor no había llegado todavía, pero lo haría. Probablemente. ¿Debería quitársela? No, no, eso sería aún peor. ¿Qué hay sobre la fuente? Sí, la fuente sería un buen lugar a buscar. Evitar el dolor futuro es vital en la auto-preservación. Miró hacia arriba. Certavus miró hacia abajo. Se encontró con los ojos del comandante de la Tribu Agua, y sonrió. Le entregó el arco de nuevo a un soldado estupefacto, quien la tomó sin decir ni una palabra. Los rumores de las habilidades naturales de Certavus en la batalla eran muchos, pero verlo en acción era una cosa completamente diferente. Varios soldados detrás del primero rieron. Éste era nuevo en el escuadrón, y aún no había visto al comandante revelar todas sus habilidades y eficiencia en las armas. Un simple disparo de un arco lo había dejado sin habla. "Un disparo increíble, señor. ¿Por qué no hizo un golpe más dañino?" "La idea no es matar, sino evitar ser asesinado", respondió Certavus. "Si podemos obligarlos a retirarse, conservaremos energía. No podemos permitirnos una batalla. No todavía. Nos tomó mucho tiempo llegar hasta aquí; tenemos que seguir adelante." Abajo, Malum también había visto la fuente de origen de la flecha. Certavus. El legendario guerrero, maestro de todas las armas conocidas. Malum levantó la mano. Sus guerreros dejaron de combatir al instante. No por disciplina; estaban sorprendidos. Era una orden de retirada, algo que los combatientes no habían visto nunca. Malum se alejó de Tarix, sin apartar los ojos de encima del comandante. "Buena suerte", susurró. Dio media vuelta y huyó hacia los árboles, con su ejército siguiendo su ejemplo. Tarix tocó cautelosamente su brazo. El dolor había llegado, pero era soportable; dejar la flecha en su lugar era algo molesto, pero quitarla le haría más daño que bien. La amenaza de la unidad de la Tribu Hielo también era un problema. Uno de sus soldados se le acercó. "Comandante Tarix, ¿qué hacemos? La unidad de la Tribu Fuego se ha ido, pero también lo han hecho los miembros de la Tribu Jungla. ¿Debemos seguir adelante?" Tarix miró de nuevo. Certavus y su unidad se habían ido. ¿A dónde se habrán retirado? "No...", dijo Tarix. "No, no tenemos suficiente energía. Sin Vastus y su escuadrón, no tendremos éxito. Tenemos que retroceder. Pasa la orden: nos retiramos. Vamos". El soldado corrió a correr la voz. La Tribu Agua comenzó a moverse, y finalmente abandonó la zona. Más tarde se enteró de que Vastus ya había planeado escapar. Él había concluido que los túneles eran demasiado arriesgados para que un plan funcionara, y expuso su retirada antes de tiempo, y en el momento oportuno, abandonaron a sus aliados de agua. Tarix fue reprendido oficialmente por su fracaso en la misión, pero no hizo ningún daño permanente en su carrera. Ni siquiera podía estar seguro de que los túneles realmente existían. No había informes de inteligencia que indicaran su presencia. Los Agori que ellos liberaron simplemente pudieron haberles mentido. No importaba realmente. Su mundo se destrozó varias semanas después, y esos asuntos parecían triviales. Si los túneles en realidad existían, se habrían derrumbado durante el desastre. Tarix y Certavus, junto con varios otros, de buen grado dejaron de lado sus diferencias y crearon una nueva estructura social, para evitar más peleas. La avaricia de los Señores Elementales había rasgado, literalmente, su planeta en pedazos, pero podían reconstruirlo. Tenían que hacerlo. Ellos lo harían.
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