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  • Historia de al-Andalus (Poitiers 732)
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  • Hacia el 756 el omeya Abd al-Rahman funda el Emirato independiente de Córdoba al que se somete el Valí de Arbuna (Narbona). La proclamación como emir de Abd al-Rahman creó una situación nueva en el mundo musulmán, dado que los calífas Abasies eran responsables de la matanza de casi toda la familia de los Omeyas no cabía pensar que Abd al-Rahman reconociera al califa, pero por otro lado su situación era de momento inestable como para asumir ese cargo, así pues por primera vez en el Islam existía una entidad política que sin sustentarse en un dogma herético se organizaba de forma independiente del conjunto principal de los musulmanes. Ayudaba a esto la distancia y la lentitud de las comunicaciones, además, si bien sin romper oficialmente con el califato, los gobernadores musulmanes comenzaba
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  • Hacia el 756 el omeya Abd al-Rahman funda el Emirato independiente de Córdoba al que se somete el Valí de Arbuna (Narbona). La proclamación como emir de Abd al-Rahman creó una situación nueva en el mundo musulmán, dado que los calífas Abasies eran responsables de la matanza de casi toda la familia de los Omeyas no cabía pensar que Abd al-Rahman reconociera al califa, pero por otro lado su situación era de momento inestable como para asumir ese cargo, así pues por primera vez en el Islam existía una entidad política que sin sustentarse en un dogma herético se organizaba de forma independiente del conjunto principal de los musulmanes. Ayudaba a esto la distancia y la lentitud de las comunicaciones, además, si bien sin romper oficialmente con el califato, los gobernadores musulmanes comenzaban a actuar de forma independiente, a los Abasíes les costó mucho tiempo y esfuerzo el asegurar siquiera un tenue control sobre el norte de Africa y en ningun momento llegaron a constituir una seria amenaza para el nuevo régimen en Al-Andalus y Al-Qutiya. El principal problema con el que Abd al-Rahman y sus sucesores hubieron de enfrentarse fué la diversidad racial y religiosa de su dominio. En primer lugar estaban los árabes, el grupo dirigente, poco numeroso, a su vez divididos bien por su procedencia en quaysies y kalbíes o yemeníes, o bien por su antiguedad en baladiyyun o primeros colonos y samiyyun o sirios, de llegada más reciente. Junto a estos árabes destacaban otros dos grupos de musulmanes: los bereberes y los conversos nativos. Los bereberes eran con mucho el grupo más numeroso y constituían el grueso de las fuerzas invasoras, pese a ello eran marginados por los árabes y entre ellos se mantuvo siempre un rescoldo de descontento. Los nativos conversos llegaron a ser con el tiempo tan numerosos como los bereberes o quizá más, el nombre usual con el que se les conocía era el de muwalladun (muladíes). El otro elemento importante numericamente del Estado islámico era el de los mozarabes (musta´ribun), los cristianos que conservaron su religión, aunque asimilaron muchos aspectos de la civilización conquistadora. Por último los judíos eran un elemento considerable sobre todo en las ciudades, perseguidos en el pasado por los visigodos prestaron una ayuda activa a la conquista musulmana y no mostraron en adelante tendencia alguna a la rebelión. El gobierno de todos estos elementos diversos era una tarea dificil y con harta frecuencia obligaba a una feroz represión ("Jornada del foso" en Toledo en el 797, levantamiento del arrabal de Córdoba en el 818), ya que fueron muchos los levantamientos y rebeliones de uno u otro grupo y a veces coordinados. El antiguo sistema en el cual todo musulmán fisicamente apto estaba sujeto al servicio militar desapareció antes del 750 (y en todo caso hubiera tenido escasa eficiencia). Uno de los métodos que utilizó Abd al-Rahman para resolver el problema fué la creación de un ejercito profesional, compuesto sobre todo de esclavos, facilmente obtenibles al norte de los Pirineos, los sucesores de Abd al-Rahman aumentaron el tamaño de este ejercito mercenario. Esta fórmula independizó al emir de sus subditos, pero también le creó otros problemas. Entre el territorio donde el poder musulmán era firme y aquel otro donde se asentaban los Estados cristianos existían zonas cuyo dominio efectivo era más variable y que equivalía a una tierra de nadie. Estas zonas eran las Marcas: La Inferior con centro en Mérida, la Media con centro en Toledo, la Superior con centro en Zaragoza y la Tramontana con centro en Arbona. Durante ciertos periodos, los musulmanes realizaban expediciones al norte cada verano, bien al norte de la Peninsula Ibérica, bien a Aquitania, bien a Burgundia, alternando estas expediciones con periodos de aparente tregua. Durante el reinado de Abd al-Rahman II (822-852) el emirato omeya estaba ya solidamente establecido y el país prosperaba, las revueltas, más escasas eran más de tipo periferico. Un índice de la prosperidad es el amplio programa de construcciones efectuado como la ampliación de la Mezquita de Córdoba, la construcción de la de Arbona (tomando como modelo la de Damasco) o la creación de la red de atalayas establecida tras el 844 para defenderse de las incursiones vikingas. Se implantan modelos administrativos orientales, emulando a Bagdad. Bajo Muhammad I 852-886 la inestabilidad política se vuelve a manifestar. Al contrario que los alzamientos de periodos anteriores, sobre todo urbanos pero que no constituían una alternativa frente al sistema político imperante, los de este periodo se ven capitaneados por individuos ambiciosos que encontraron en el descontento popular el instrumento para crear pequeños Estados bajo su mando. Este fenomeno se inicia en las Marcas fronterizas, acostumbradas a un amplio grado de autonomía. Ya en el 842 el gobernador de Tudela Musa ibn Musa ibn-al-Qasi (familia de origen nativo converso) rehusó la obediencia al emir y logró resistir una serie de ataques de sus tropas. Finalmente el emir tuvo que avenirse a una serie de condiciones que el propio Musa le señaló para volver a la obediencia. Hacia el 862 Musa era ya el gobernante efectivo de la Marca Superior incluyendo Zaragoza y llegó a hacerse llamar "Tercer rey de España". A principios del 871 tres de sus hijos, que conservaban la mayoría de las posesiones de la familia trataron de restablecer el poder de su padre, pero las dificultades eran excesivas y en el 884 el único superviviente vendió Zaragoza al emir. Este sin embargo no sacó gran provecho de la situación ya que hubo de apoyarse en esta región en una familia rival de origen árabe, los Tuyibíes, los cuales exigieron también cierto grado de independencia. Otra familia muladí, la de los Banu Chaliqui se hizo con el poder en Mérida y la Marca Inferior. En Sevilla dos familias de origen árabe se disputaron el mando de la ciudad hasta que en el 899 el cabecilla de una de ellas se convirtió en soberano semiindependiente de la región, sin que el emir pudiese hacer otra cosa que reconocer el estado de cosas. Pero la rebelión más importante del periodo fue la protagonizada por Omar Ibn Hafsun, otro muladí, desde 880. La revuelta organizada desde la fortaleza de Bobastro arraigó en el sur. Hacia el 890 entró en tratos con el gobernador semiindependiente de Cairuán a fin de obtener apoyo militar para convertirse en emir. Sin embargo Ibn Hafsun al convertirse al cristianismo en el 899 perdió buena parte del apoyo que obtenía de los muladíes. Con todo la revuelta continuó hasta practicamente el 927, ya fallecido Ibn Hafsun.
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