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| - Me encuentro sentado en el frío. Siento que la soledad me llama. A mí alrededor no se ve nada. Todo está oscuro. Como si intentara ver a través de una tina de sangre. Un sueño de ultratumba invade mi ser. Sé que no debo sucumbir al sueño. Cierro mis ojos por un momento Y los abro de nuevo. Todo es diferente, como si estuviera en otro lugar del planeta. Al mirar a mi alrededor veo que una espesa niebla cubre el lugar. Con mi mano toco la pared. Es rugosa, abro mis ojos por completo. Me encuentro tirado en una cueva. Sus paredes son negras, y veo un líquido rojizo que recorre algunas paredes. Corro en búsqueda de una salida pero tropiezo y caigo. Al regresar la vista miro algo, como un capullo negro. Al abrirlo quedo asombrado. Es una mujer, es hermosa. Su pálida cara y bello semblante me recuerdan a una diosa. Una diosa que ha sido tocada por la oscura mano de la muerte. La libero del capullo y busco una salida. Al momento de encontrarla, la niebla desaparece. Por afuera todo es diferente. Es como una especie de ciudad destruida. Abandonada de la gracia de Dios. Camino por sus frías y angostas calles y llego a un parque. La oscuridad parece haber consumido a toda la ciudad… Casas destruidas… Como si el tiempo y el polvo la golpeara. De repente, todo se oscurece. Solo se oye el frío soplar del viento. A lo lejos se escucha un ruido. Parece el gemido de algún animal. Entre la espesa oscuridad se ve una luz. Voy hacia ella con la esperanza de salir. Al mirar más de cerca resulta que es un castillo. El peso de la mujer no es nada comparado con las ganas de llegar, y corro. Subo los escalones de dos en dos y de tres en tres. Paso por la gran puerta y la cierro. La oscuridad parece que ha invadido hasta el más claro de los lugares. El sol ya no sale y las sombras son eternas. En el interior de las paredes parece que emana más oscuridad… Al final del corredor Hay un gran trono. No puedo ver bien cómo es, pero dejo sentada a la mujer con un movimiento casi maquinal. La palidez de su piel, y la belleza de su rostro me dejan inmóvil, su negra ropa… Toda esa belleza me sumerge en un éxtasis. Un gran ruido distrae mi atención. Doy vuelta por un momento, y en un intento vano miro a las sombras. Por un momento me siento como una estatua. Siento un respirar en mi cuello. Un ligero dolor me invade… Al reaccionar ya es tarde. Un río de sangre invade mi cuerpo. Al dar la vuelta la miro, miro a sus ojos negros y caigo… Al abrir mis ojos, me veo sentado en un gran trono, todo sigue oscuro. Mi ropa es diferente. Esa bella mujer se me acerca Y me susurra al oído: "Soy Selene, y desde ahora tú reinarás conmigo la tierra de las sombras, ¡Señor de la muerte! ¡Señor de los vampiros!" Categoría:Poemas
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