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| - Acostumbro ir a cazar al bosque. Compre una cabaña vieja construida a mediados del siglo XIX. Su arquitectura era algo singular, tiene dos recamaras y un baño en el piso de abajo mientras que la cocina y el comedor están en el piso de arriba. Esto pasa porque esta junto a una colina empinada, por esa razón la puerta trasera del segundo piso esta a nivel del suelo. Me gustó porque el bosque que la rodea es espeso. Esa noche en particular estaba relajándome en el comedor cuando escuché un golpeteo en la puerta trasera. Asumí que no era algo importante, probablemente una rama que se movió con el viento. Mi perro se puso alerta y comenzó a gimotear. Justo después escuché otros dos golpeteos más fuertes, como si algo puntiagudo golpeara la puerta. Mi perro se quedó callado y comenzó a temblar detrás del sillón. Me dije a mi mismo que esto no podía quedarse así y tomé mi escopeta. Abrí la puerta de una patada solo para ver algunos arbustos agitarse entre los árboles. Grité una advertencia para que sea lo que haya sido se espantara y se fuera. De pronto todo estaba en silencio. No se escuchaba el ulular de los búhos, o el canto de los grillos, ni siquiera el viento. Ahí es cuando el olor me llega, un olor como de agua y sangre, un aroma muy viciado. Escuché cuatro crujidos entre los árboles así que rápidamente apunté mi linterna hacia esa dirección. No podía creer lo que estaba viendo. Se trataba de un rostro humano, pero algo no estaba bien. Estaba demasiado cerca del suelo, como si alguien estuviera tirado pecho tierra y levantara la cabeza para mirar hacia enfrente. Me miraba, pero no a la cara, más bien hacia mi pecho. El rostro estaba pálido, sin otra expresión que una ligera sonrisa serena. Me di cuenta de que ese rostro no estaba conectado a un cuerpo, al menos no a uno humano. Más bien parecía el cuerpo pálido de un ciervo de patas muy delgadas. Su largo cuello apuntaba hacia el suelo y terminaba en ese perturbador rostro. No me podía mover. No podía creer lo que estaba viendo. Aunque su expresión nunca cambió, vi cómo su cabello se comenzaba a erizar. Algo dentro de mí despertó al darme cuenta de que esa cosa se estaba preparando para embestirme. De un salto regresé a la cabaña y atranqué la puerta. No hubo un solo ruido. Me puse de pie casi de un brinco mirando fijamente a la puerta. Por el rabillo del ojo vi, en una de las ventanas, esa sonrisa serena mirando hacia mí sin mirarme. Vagamente recuerdo haberme quedado viendo a esa cosa a través de la ventana. Sus ojos se hacían tan grandes que pude llegar a ver el iris completamente rodeado por lo negro de sus ojos. Estuve así por casi 6 horas hasta que esa cosa despareció en la oscuridad tan pronto como había llegado. Fue el trinar de un pájaro, que se escuchó tan fuerte como un balazo, lo que me hizo salir de mi trance. En ese instante me di cuenta de que había descargado mi escopeta y de alguna manera la había puesto fuera de mi alcance. Al salir el sol me asomé por la ventana y descubrí una gran variedad de huesos y otros restos de animales apilados afuera de la puerta más otros regados alrededor del patio trasero. Hice lo único que cualquier persona cuerda haría. Tomé mis cosas, llamé a mi perro y nos fuimos a casa en mi camioneta. 6 meses después vendí la propiedad. Categoría:Animales
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