El anquilosaurio tenía cabeza y lomo cubiertos por una armadura de temibles espinas. ¡Es admirable que tuviera defensas tan formidables a pesar de ser herbívoro! Pero sus capacidades defensivas no acaban ahí: también podían golpear con su musculosa cola. Está claro que no era muy conveniente enfadarelos. A no ser que uno fuera más rápido que ellos...