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| - El otro día me llevé un gran susto. Era martes y yo me sentía muy entusiasmada, tenía taller de música. Por lo que al terminar mis clases regulares corrí al ala izquierda del colegio y bajé rápido las escaleras. El colegio era extraño, a ratos subías un escalón para entrar a un salón y en otros bajabas dos. Lo más novedoso era que el salón de música, de ballet y el auditorio estaban comunicados por puertas ocultas y pasillos muy helados y ¡Claro! Olvidé decir que están todos en el subterráneo. Cuando iba llegando al descanso de las escaleras, donde estaba la sala de ballet escuché el piano. No tenía sentido, el taller empezaba en 10 minutos más, me apuré solo porque tenía ganas de practicar sin que nadie me oyera, la sala debía estar vacía. Me acerqué con cuidado, el piano sonaba muy bien y aunque temía encontrarme con alguno de los fantasmas que según mis compañeras rondaban por el colegio a plena luz del día, quería ver quién tocaba. Abrí de a poco la puerta dejando ver uno de los pianos de pared, vacío. Tragué saliva y sin pensarlo mucho entré a la sala. En el otro piano, estaba mi profesor, lejos el mejor docente que me ha tocado en la vida, tan dedicado que ese día había llegado antes a la sala para no perder tiempo y empezar la clase apenas llegase la primera estudiante. No le conté la estupidez que había pensado, solo le pregunté qué era lo que estaba tocando. Me contó que se había inspirado en el piano y se puso a componer una pieza para nosotras: -Algo que las monjas nos dejen tocar en algún acto, la graduación quizás- dijo. Nunca he tenido la capacidad de improvisar algo en el piano de la nada, quedé fascinada con lo que me decía el profesor, quién juraba que aquello no le ocurría a menudo. Hoy ya tengo una teoría de por qué logró esa “epifanía musical”, no nació de él… Cuando bajé hoy a la sala estaba todo oscuro, pero no tenía miedo esta vez ya que nuevamente escuchaba el piano a lo lejos. La melodía era algo diferente, pero estaba en Do menor al igual que la de mi profesor. Me quedé un momento en el descanso de las escaleras, para no interrumpir. Sentí pies bajando las escaleras tras de mí y la música se detuvo de golpe. Al mirar atrás quedé helada. -¿Por qué no prendiste las luces? ¡Se ve terrorífico así!- dijo riéndose mi profesor, que venía llegando con Isidora, la violinista, cargando un montón de partituras. Por supuesto, la sala estaba vacía y de hecho, los dos pianos estaban tapados. 04:04 30 nov 2015 (UTC) Categoría:CO Categoría:Música
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