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| - thumb|339px|El demonio Yngethel.Yngethel fue una vez humana. Una sacerdotisa de Cadia del 31º milenio que servía, al igual que toda la población cadiana de entonces, a los Dioses del Caos. Cuando Lorgar fue reprendido por su devoción por el Emperador, fue instado por Kor Phaeron y Erebus a iniciar la búsqueda de unas creencias primigenias, arquetípicas, comunes a todas las religiones de la humanidad. Durante tres años anduvo buscando respuestas hasta llegar al Ojo del Terror. La suya fue la primera flota expedicionaria imperial que descubría ese tramo galáctico, así como fue Lorgar quien dio nombre al actual Sector Scarus.
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| - thumb|339px|El demonio Yngethel.Yngethel fue una vez humana. Una sacerdotisa de Cadia del 31º milenio que servía, al igual que toda la población cadiana de entonces, a los Dioses del Caos. Cuando Lorgar fue reprendido por su devoción por el Emperador, fue instado por Kor Phaeron y Erebus a iniciar la búsqueda de unas creencias primigenias, arquetípicas, comunes a todas las religiones de la humanidad. Durante tres años anduvo buscando respuestas hasta llegar al Ojo del Terror. La suya fue la primera flota expedicionaria imperial que descubría ese tramo galáctico, así como fue Lorgar quien dio nombre al actual Sector Scarus. Al llegar a Cadia (40 años antes de la Herejía de Horus), hallaron una sociedad tribal primitiva, semejante a la davinita. Allí el Urizen fue recibido por una mujer chamán que estaba al servicio de los dioses de la disformidad. Yngethel se llamaba. Indicó a Lorgar que él, el Aureliano, era el enviado esperado, el llevaría la Verdad Primordial a la humanidad. Lorgar era el bendito hijo de los Dioses del Caos. En busca de más respuestas, Yngethel, en presencia de Lorgar, varios oficiales Portadores de la Palabra y un Custodes (que acabaría siendo empalado para completar el sacrificio preliminar al ritual) realizó un rito que acabó cuando le fue concedido el don de la demonicidad, siendo en el proceso descuartizada en su forma humana. Entonces tomó la repugnante forma de un ser serpentino de cintura para abajo, una mitad inferior entre lo reptiliano y lo gusanoide. Su mitad superior conservaba cuatro brazos con garras, uno de ellos con un báculo, y una fea cabeza con dos ojos distintos, uno negro completamente, y otro dorado cuyos párpados no podían cerrarse. Su espalda estaba rematada por un par de horrendas y quebradas alas negras. Era difícil, incluso para un astartes, respirar el aire alrededor de ese ser sin sufrir nauseas o arcadas. De hecho, los humanos normales tendían a padecer toda clase de tarstornos psíquicos cerca de ella. Yngethel había renacido en nombre de los Dioses Oscuros. Ya era Yngethel de la Consagración.
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