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| - Skarus observaba el horizonte, Modestus se había sentado a su lado, tal y como a su posición correspondía. Desde la cima de la Montaña Roja la vista era perfecta, se veía un grupo de rough riders patrullando la playa de extremo a extremo en caballos. Solo era posible seguirlos gracias a un marcador luminoso verde que llevaban en la punta de las lanzas para evitar el fuego amigo. Skarus dijo -Entonces... ¿El plan está listo? Modestus asintió y se prendió una varilla de lho, no solía fumar, pero en sus peores momentos le ayudaba a relajarse. Un servidor le acercó una placa de datos. En ella figuraba una reclamación del munitorum, había una vacante en el Baneblade. -Servidor, traeme la lista de tropas, sección C, tanquistas, y date prisa. Cuando la varilla estaba a medias consumida, el servidor volvió con una placa de datos. Modestus la tomó entre sus manos y buscó tanquistas no asignados. Solo encontró uno. Nubar Menax, entró en su perfil de combate y leyó. Nacido en la subcolmena, problemas de conducta, peleas con varios compañeros, herido dos veces en esta campaña, con su última operación hacía una sola hora. En circunstancias normales, jamás habría asignado a un hombre como aquel a un Baneblade, hubiese mandado a un miembro más apto de otro blindado y puesto a este en su lugar, pero sabía lo malo que era hacer esas cosas en la moral. Y la moral era más importante que cualquier otra cosa en ese momento. El problema de la comida se había resuelto gracias a los Martillos, que cedieron sus stormbirds para la tarea, cosa que fué una gran alegría para el grueso de la tropa. Modestus miró a su izquierda y vió a Skarus, sin duda pensando en algo muy superior a lo que el llegaría a vivir nunca. No se sintió molesto, pensó que no le gustaría tener las vivencias que un demonólogo experto podía haber tenido. Con los primeros rayos de sol, llegaron los problemas. Primero comenzó con el sonido de un motor, luego ese sonido se multiplicó, y más tarde se convirtió en algo ensordecedor. Los que dormían se despertaron a gritos de -¡Aviones, agachad las cabezas! Los Hydras comenzaron a disparar y muchos aviones cayeron, de estos, saltaban los paracaidistas que aún quedaban vivos tras los impactos, pero muchos cayeron en el mar, y nunca lograron llegar a la arena. Los que lograron llegar nadando fueron aniquilados en el momento en el que quedaban a distancia de disparo seguro. Los cazas comenzaron a realizar pasadas que barrían las posiciones fortificadas, los Vendetta y los Vakirias se enzarzaron en combates contra que dejaron el cielo roto y que hicieron llover casquillos calientes y fuselaje ardiente. Transportes blindados comenzaron a acercarse a toda velocidad desde el agua, mientras que en la línea del horizonte comenzaron a perfilarse enormes embarcaciones erizadas de platadormas de armas. Sus cañones dispararon y las fortificaciones comenzaron a sufrir bajas. Cuando los blindados de desembarco estaban a poco más de un par de kilómetros, comenzaron a disparar sus cañones de asalto, disparos que fueron contestados fieramente, y la batalla no hacía más que comenzar. -Vamos chaval, sube a la bestia. Dos tanquistas ayudaron a subir al maltrecho Nubar a "Puño", el Baneblade. Cuando se sentó en su puesto se sintió maravillado ante el despliegue de tecnología, pero la alegría no le duró mucho, ya que tuvo que concentrarse en vigilar se sección, estando a cargo del flanco derecho del tanque y sus cañones. El enorme blindado se puso en marcha realizando la subida desde un búnker enterrado en lo más profundo de las entrañas de la Montaña Roja para situarse en la plaza mayor del pueblo, donde aproximadamente cien guardias imperiales preparaban defensas para resistir si la primera línea caía. Los cañones de las lejanas embarcaciones pegaban sus primeros rugidos del dia, los cuales eran contestados por las naves de combate imperiales que mataban decenas de traidores con cada pasada. Cuando el primer transporte llegó a su destino y la rampa bajó, no había soldados dentro, sino un Leman Russ Demolisher pintado de azul claro, grisáceo, el color de la rebelión de Cov'As. Disparó, haciendo impacto cerca de una trinchera, matando varios guardias y avanzó, dejando ver que tras el blindado se escondían varios soldados con armadura de caparazón, guerreros de élite, presumiblemente. A medida que más iban llegando, la presión imperial disminuía, como una vara doblada y a punto de romperse. A Grafion le había dado uno de los veteranos enemigos, pero seguía peleando con su pistola de forma admirablemente valiente, Mitros operaba las municiones de forma normal, a Aureus un láser le había rozado el brazo, pero no era más que un rasguño, Todal estaba muerto por la letal eficiencia de los veteranos enemigos y Kael hablaba con grafion mientras recargaba el rifle. -Señor, Todal ha caído, las municiones para el bolter pesado empiezan a agotarse y el enemigo no baja el ritmo, espero órdenes, señor. Grafion se arrancó una manga utilizando sus dientes y un cuchillo y se la colocó a modo de venda improvisada, asomó de la cobertura, disparó dos veces y volvió a su posición original antes de que una míriada de proyectiles hiciesen el camino a donde momentos antes se encontraba su cabeza. -Corra a las posiciones de detrás a por más munición y agache bien la cabeza, aprovecharán para dispararle por la espalda- El soldado tragó saliva, se ajustó las cinchas del casco y mientras echaba a correr gritó -¡Fuego de cobertura! Los exploradores salieron de detrás de la duna al unísono con los bólteres martilleando con su traqueteo constante donde la melodía eran los bólteres pesados, de mayor cadencia. Tras haber esquivado unas balas, de seguro destinadas a él, saltó unas planchas de metal que hacían de cobertura para unos escudos blancos -Que al final de la campaña serían guardias de pleno derecho-, se tiró cuerpo a tierra y reptó hasta detrás de los blindados, allí recogió una caja de munición y emprendió el camino de regreso, con treinta kilos de explosivos en los brazos. Raszak, con la escopeta a la espalda y el bolter en la mano esta vez, disparaba ráfaga tras ráfaga, haciendo un blanco cada pocos segundos, de su escuadra había caído un neófito, pero se notaba su superioridad con respecto a los humanos, de no ser por los astartes la batalla ya habría acabado. Tras tirar una granada de fragmentación que había matado tres soldados enemigos, un grito a su derecha le llamó la atencion, volvió la vista a tiempo de darse cuenta de una carga de los rough riders contra los blindados enemigos, parecía que a la guardia le quedaban ases bajo la manga... Tras haber hecho explotar tres Chimeras y un Revian con sus lanzas, los jinetes se retiraron disparando sus armas, de forma vistosa pero inefectiva. La playa era un infierno en ese momento, toneladas de chatarra yacían entre llamas, y aún faltaban muchas por llegar, ríos de promethium fluían, ardiendo la mayoría de las veces, hacia el agua, las balas y los láseres cubrían todos los vectores, con explosiones y fragmentación -Por ese orden- estrellándose por doquier, pero entre todo ese infierno, los atacantes se abrían camino, forzando su entrada a base de blindados y veteranos bien equipados y mejor entrenados. Modestus no gritaba órdenes ni se colocaba en primera línea disparando, todo el mundo sabía lo que debía hacer, y en el frente no haría más que estorbar, así que se limitaba a observar el desarrollo de la batalla por si se producía algún imprevisto, que si Skarus o el no habían sido capaces de ver, al menos poder frenarlo a tiempo. O eso esperaba. Skjor cargó con unos marines de asalto veteranos contra el flanco izquierdo de un Hellhound enemigo, dejaron explosivos y se elevaron para evitar la onda expansiva, una ráfaga láser los sorprendió desde la espalda al tiempo que el Hellhound, y lo que es mas importante, su enorme depósito de promethium estallaba en una enorme columna de fuego y humo, los hombres que confiaban en el blindaje del tanque para cubrirse no sobrevivieron. Skjor fué el primero en girarse para encarar a sus atacantes, tras lo cual los demás astartes cargaron contra los guerreros de élite enemigos disparaban, dos marines cayeron en el camino, pero cuando llegaron al cuerpo a cuerpo, los astartes se impusieron en apenas segundos, quedando además en una posición ventajosa en el blindaje trasero de un chimera enemigo. Hiram disparaba una bala cada pocos segundos, y con cada casquillo que salía de su recámara un enemigo moría, o al menos se llevaba un horrible sobresalto, no se sentía excesivamente nervioso por la batalla y se desenvolvía con relativa facilidad, salida más de la práctica que de ser especialmente virtuoso, Mark mientras tanto, intentaba seguir el ejemplo de su mentor, pero el cerrojo comenzaba a molestarle en la mano, y no hacía ni de lejos el número de blancos de Hiram. Los morteros que se encontraban a espaldas de los francotiradores dispararon cinco andanadas perfectamente coordinadas, que sirvieron como preludio a decenas de disparos de Basilisk y unos cuantos de Wyverns que se escondían entre los edificios derruídos. Al observar semejante depliegue de fuerza e industria, Mark sintió admiración, y al ojear por su mira telescópica los efectos de esto en la playa, la admiración se transformó en respeto y terror entremezclados. Kael estaba aterrorizado, era la batalla más fiera en la que jamás había estado, los asaltantes ganaban terreno poco a poco, y, aunque pagaban cada metro con litros de sangre, su avance era implacable, y lo que era peor, los lanzallamas enemigos estaban a unos pasos de tenerlos dentro de su alcance. Ante esta perspectiva, Mitros soltó las municiones y corrió abandonando su puesto, Grafion gritaba y gesticulaba, pero en medio de la batalla y con la sangre golpeándole los tímpanos con cada oído, no hizo caso. Pero el comisario más cercano si. Cuando Kael vió a su compañero morir por el fuego del oficial se estremeció, pero Aureus le tocó un hombro y le habló -Chaval, necesito ayuda con las municiones o nos van a sobrepasar, coge la cinta y mantenla en horizontal mientras disparo. El joven guardia se apresuró a cumplir con las instrucciones, pero el avance enemigo era feroz, y sus lanzallamas habían empezado a quemar los puestos de bolter pesado más avanzados, en apenas cinco cortos -pero costosos- metros ya les alcanzarían. Skjor se encontraba en ese momento peleando con un oficial enemigo, vestía con un estilo parecido al de los comisarios, pero llevaba casco y no gorra, además de un sable de energía en cada mano y una máscara de rejilla metálica negra. El oficial ya había matado una escuadra entera de marines de asalto, y todavía no había sido ni rozado por un arma imperial. El oficial se movía en una tormenta de tajos en distintos ángulos y velocidades, pero no estocaba, cosa que reducía su alcance y efectividad, cuando terminó con una unidad de tempestus como si se tratase de niños, miró directamente a Skjor y le hizo un gesto de que se acercase, el capellán balanceó el Crozius, sopesando, sus opciones en décimas de segundo, y decidió. El oficial había empezado a avanzar hacia el con paso decidido, retándolo a un combate, pero Skjor ya había decidido, cogió su pistola bolter y vació medio cargador, hizo un par de impactos, pero su enemigo, en vez de morir, corrió a cubrirse detrás de un chimera humeante, su armadura había parado las balas. El reclusiarca se lanzó con el retrorreactor por encima de la cobertura de su enemigo, pero este ya no estaba ahí, sino que se encontraba corriendo hacia donde el combate era encarnizado para hacer de fuerza decisiva. Había perdido su oportunidad. Cuando los lanzallamas dispararon y el promethium salió disparado de su depósito hacia las posiciones imperiales, Kael y Aureus abandonaron el bolter pesado y corrieron por su vida, pero Grafion y los neófitos astartes se quedaron, todos los neófitos menos Raszak y el sargento se convirtieron en bolas de fuego que correteaban por la playa, cayendo muertos en instantes. A Grafion le ardía el brazo, su duna le había salvado la vida una vez más, tras tirarse la cantimplora por la zona quemada y ver que el promethium no se apagaba, hundió el brazo en la arena de la duna, y el fuego se extinguió, tras esto vació sus últimos siete disparos contra el enemigo, haciendo blanco con tres de ellos, aunque solo uno fue mortal. Aflojó las cinchas de su cinturón de granadas y se lo colocó en una mano, mientras cogía firmemente la bayoneta con la otra. Tras asomar la cabeza vió un grupo de unos siete soldados enemigos, con dos lanzallamas peligrosamente cerca, tiró de una de las anillas y lanzó el conjunto por encima de su cobertura, éste, describió una trayectoria perfecta y cayó a los pies de uno de los operarios de lanzallamas. Raszak tuvo que cubirse a causa de la explosión provocada por Grafion, cambió de cargador y cuando se disponía a asomarse su intercomunicador comenzó a chirriar y a producir sonidos estáticos, que gradualmente se aclararon hasta que el neófito comprendió la última parte del mensaje -...Repito, a las unidades de puestos avanzados, retroceded al cinturón de acero. Raszak lanzó una granada de fragmentación y disparó una ráfaga de fuego de cobertura, obligando a los secesionistas a cubrirse detrás de un chimera, tiempo que utilizó en correr para subir por una de lad rampas de piedra que había colocadas cada cien metros aproximadamente, que representaban el ascenso más rápido al paseo marítimo, ya que de la arena a las losas de granito y rococemento que constituían el paseo había un par de metros verticales de muro de piedra, elevando así la altitud general de la ciudad. Tras subir la rampa, giró a la izquierda, corriendo justo por delante de los Leman Russ, y se apostó al lado de una escuadra de devastadores, tras unos sacos terreros apoyados sobre un bordillo, de apenas medio metro, que antes de los combates servía para que los paseantes no se cayesen a la playa por despiste. Tras alzar la vista para ver como le iba a los demás, vió el panorama general de la playa, era indescriptible, pero de fácil resumen. Chatarra, explosiones, muertos, sangre, gritos, humo y láseres. Y arena. Sobre todo arena. Todas las posiciones avanzadas o habían caído, o bien corrían desesperados intentando llegar al cordón de acero. Su sargento, y un par de escuadras de exploradores más, se batían en una retirada más ordenada, disparando su bolter sin pausa para establecer fuego de cobertura a los guardias. Cuando Raszak se disponía a imitarlos, un Valkiria ardiendo se estrelló a lo largo de la playa, cavando una zanja de unos cincuenta metros de largo y derribando un Leman Russ Punisher al fin de su viaje, además de llevarse por delante al sargento y a incontables soldados, imperiales y traidores. Había visto cosas peores, y eso ver caer a su sargento no lo amedrentó, simplemente lo enfadó. Se levantó y su bolter comenzó a vomitar ráfaga tras ráfaga. Cuando todas las tropas se hubieron retirado al cinturón de acero, los basilisk, los morteros y los wyverns dispararon con toda su potencia de fuego, cambiando la forma de la playa y, por supuesto, matando a miles de insurgentes. La vista aérea del la línea defensiva imperial era espantosa, prácticamente la mitad de los blindados habían sido inutilizados, tres cuartos de la guardia imperial presente había muerto y muchos marines habían sufrido el mismo destino. A pesar de que la playa había sido completamente limpiada, más transportes enemigos iban llegando, más aviones se unían al combate y más barcos se veían en el horizonte, las expectativas no eran buenas, la tropa, o lo que quedaba de ella, lo sabía, y los comisarios se veían forzados a ejecutar a cada vez más desertores. Skarus se encontraba al frente de la línea defensiva, disparando una pistola de plasma contra un grupo de veteranos enemigos, por el borde del ocuglobo vió un nutrido grupo, de unos treinta hombres con armaduras de caparazón y armas de energía, además de un estandarte que representaba algún tipo de divinidad marina y liderados por un individuo alto, flaco en extremo y con dos sables de energía, subir corriendo una de las rampas y cargar contra una escuadra táctica, que a pesar de defenderse de forma valiente, y hacer caer quince de sus enemigos, cayeron a causa de las temidas espadas de energía enemigas. El capitán astartes gritó -¡Escuadra Octavius, conmigo, escuadra Kiro, fuego de cobertura, ya! Los astartes respondieron como se esperaba de ellos, la escuadra Kiro lanzó una cortina de balas sobre el enemigo, haciendo caer a cinco y su estandarte, mientras la Octavius y Skarus desenvainaban hojas y balanceaban martillos a la carga contra la unidad enemiga. Hiram seguía anotándose bajas, por su mira vió que se empezaban a producir combates cuerpo a cuerpo en la línea defensiva, mala señal. Unos diez marines y el capitán cargaron contra un grupo de veteranos que blandían relucientes armas, tras apenas cinco segundos, en los que vió a un hombre de dos sables deshacerse de cuatro marines, y a Skarus aplastar a prácticamente toda la resistencia enemiga, Skarus y el hombre quedaron el uno frente al otro, dando pasos cortos y esperando a que el otro efectuase un movimiento, o descubriese su guardia para atacar, mientras la batalla se desarrollaba a su alrededor. Hiram no tenía tiempo para eso, apuntó y apretó el gatillo. Cuando Skarus vió estallar la cabeza del oficial enemigo, se sintió algo sorprendido, pero tras limpiar las salpicaduras de sangre de su cara, cargó en ayuda de la Octavius, haciendo que tras un par de instantes, solo quedasen tres de los hombres, que tras mirarse los unos a los otros, y ver su estandarte en el suelo, abandonaron el combate y huyeron a la carrera de vuelta a sus transportes, aunque nunca llegaron. Tras golpear los aparatos de comunicaciones, en un infructuoso intento de arreglar la estática, Modestus pudo escuchar algo con más claridad. -Señor, nos están empezando a superar, son más, mejor equipados, y si me permite la observación, luchan por un mundo que les importa, ya casi no nos quedan blindados en el frente, los guardias que no han huido o han muerto tienen un comisario cerca, y los...¡Agachad las cabezas, Valkiria enemiga! La comunicación se cortó en ese instante por completo. A Modestus le hubiese gustado tener una segunda oleada de refresco, mandar más hombres y tanques en auxilio de los del frente, pero no podía. Todos los hombres que le quedaban eran los nueve veteranos que constituían su guardia personal. Se lo había jugado todo a una baza, y estaba perdiendo. Tras pensar seriamente en sus opciones, se dirigió al técnico de comunicaciones. -Póngame con un ala de Valkirias que no esté dañada, y rápido. El técnico movió hábilmente ciertos controles, y tras leer en una placa de datos, chasqueó la lengua y negó con la cabeza. -Parece ser que no nos quedan pájaros, señor, los Hydras son lo único que impide que no hayamos muerto todos ya. Modestus palideció, pero en lugar de perder la compostura se limitó a decir -En ese caso prepárenos mi Taurox Prime personal a mi escolta y a mi, vamos a reagruparnos para comandar mejor la defensa. El técnico arqueó una ceja, consciente de que los abandonaba a su suerte, pero no dijo nada y fué a cumplir con el encargo. Aureus había muerto en una pasada de Valkiria, y a Kael, esa misma pasada le había volado una pierna, un Revian había matado a Grafion de un golpe, hundiéndolo en la arena, Raszak había sufrido un par de quemaduras láser y un balazo en el pecho, pero seguía vivo y peleando, mientras que Skjor, habiéndose quedado sin marines de asalto para hacer sus devastadoras cargas, se limitaba a disparar junto al grueso de las tropas mientras lanzaba arengas al combate. Skarus había decidido que era suficiente. -A toda la séptima, al habla el capitán Nyder, retiraos a la Montaña Roja, será nuestro último reducto, Capellán Rehengar, reúna a los veteranos que le queden vivos en la cima y preparen un par de Land Speeders, a las escuadras de neófitos, esperadme junto a los Speeders, hoy os ganaréis vuestra servoarmadura. Los marines comenzaron a retirarse de forma ordenada y disparando salva tras salva contra el enemigo, hasta que todos hubieron abandonado la posición o muerto, la guardia, al ver que los Astartes retrocedían, hicieron lo propio, para ocultarse entre las ruinas de los edificios de la zona y comenzar con la segunda fase del plan, escaramuzas. Cuando Raszak llegó a la cumbre, vió varias columnas de Basilisks que, disparando salva tras salva, imposibilitaban un desembarco seguro y ordenado a su enemigo, aún sin resistencia directa a pie de calle. Corrió junto a los Land Speeders y las figuras en servoarmadura que esperaban allí. Al llegar reconoció a Skjor y a cuatro veteranos, eso era todo cuanto quedaba del destacamento enviado de la primera compañía, y más importante, él mismo era el único que quedaba de todos los neófitos. Tras unos minutos apareció Skarus, con toda su servoarmadura salpicada de sangre y restos humanos, alzó la ceja al ver los pocos efectivos de los que disponía para esta fase de su plan, suspiró y dijo -Subid los Speeders a una Stormbird y montad en ellos, haremos una pasada sobre esos malditos barcos, la Stormbird abre la rampa en marcha y lanza los Speeders con nosotros dentro, aterrizamos sobre su barco principal si no hemos muerto ya, claro está, nos abrimos paso combatiendo hasta el puente de mando, matamos a los oficiales, saboteamos el navío y saltamos al agua, calculo un par de kilómetros hasta la orilla, nuestras servoarmaduras deberían permitirnos aguantar la presión y salir caminando por el lecho marino, que el neófito se ocupe de sacar uno de los land speeders de allí, despachad un servidor para que lleve el otro. Los implicados parecían convencidos por el plan, por tanto Skarus se dió por satisfecho y comenzó con los preparativos. Hiram y Mark no habían dejado de disparar y la dotación de artillería tampoco. A esas alturas sus enemigos ya tendrían perfectamente localizadas las dos posiciones de artillería, y por supuesto, la Montaña Roja, pero todavía no eran capaces de organizarse en la playa lo suficiente como para lanzar un asalto y silenciarlas. Es cierto que habían salido victoriosos de la arena, pero les había costado muchas bajas, y todavía no disponían de efectivos suficientes en tierra como para atacar de nuevo, además de que no solo el ataque directo a esas posiciones les costaría un elevado número de bajas, sino que el trayecto por la ciudad también, a causa de la multitud de plazas fuertes y emboscadores que había repartidos entre las ruinas. El desembarco aéreo tampoco era viable, pues solo mandaría hombres a una muerte segura, ya que las baterías Hydra no habían sido silenciadas, y hacían del cielo una zona mortífera. Haría veinte minutos que Nubar había visto los últimos guardias imperiales replegarse, y sabía que solo era cuestión de tiempo que el enemigo llegase. Se sentía seguro, pues el Baneblade era de por sí un aliado feroz, pero colocado en la mitad de una plaza cuadrada, donde la línea recta más corta hasta el centro eran cincuenta metros de campo abierto, y con un centenar de soldados frescos y dispuestos para cubrirlo, era casi invencible. De todas formas algo le inquietaba, y pensó en ello hasta que fué consciente de lo que era. En sus dos blindados anteriores también se había sentido seguro, y a causa de eso ahora era más lata que hombre. La Stormbird volaba a gran altitud pero a baja velocidad, los Astartes ya estaban subidos al Land Speeder y listos para el despliegue cuando una voz metálica comenzó a chirriar y se encendieron unas luces rojas en la bodega. -Diez segundos para el despliegue, he de acelerar o sus antiaéreos nos derribarán, buena suerte. La rampa comenzó a abrirse, Skarus fué el último en subir al Speeder, tras lo cual, ambas máquinas aceleraron y comenzaron un descenso en picado a toda velocidad. Skjor, en lugar de permanecer sentado, saltó del Speeder en el aire y encendió sus retrorreactores para controlar él mismo la caída, tenía un objetivo. Los veteranos, Raszak y Skarus, tras surcar una nube de proyectiles antiaéreos, que solo se llevaron la antena de uno de los gravíticos, completaron el descenso, Skarus se puso al frente de los veteranos y Raszak volvió a levantar el vuelo, el plan era simple, hacer unas cuantas pasadas e irse. Cuando Skarus buscó a Skjor, lo encontró en los cielos, acelerando al máximo hasta entrar en el puente de mando rompiendo los cristales de la ventana, situada a unos cincuenta metros de altura, tras esto vió un par de fogonazos, salpicaduras de sangre en las ventanas que el marine no había roto, y después nada. Los veteranos y el capitán comenzaron a combatir, moviéndose con relativa facilidad y encontrando mucha menos resistencia de la que esperaban; el mando enemigo había descuidado los buques mandando su guarnición a combatir al frente, a la playa. Tras un par de minutos, los que dos veteranos restantes y el capitán de la séptima se encontraban llamando a la puerta del puente de mando, esperando que Skjor les abriese, pero no lo hizo. Colocaron bombas de fusión en la puerta y tras la explosión, entraron con sus armas en alto, esperando encontrar una fuerte resistencia, pero encontraron a todo el almirantazgo enemigo tendido en el suelo, muertos, y a Skjor paralizado a medio camino entre una zancada y otra, con su servoarmadura echando chispas por la parte de atrás de la rodillera derecha. El espíritu máquina de su servoarmadura lo había traicionado de nuevo, pero tras un par de ajustes realizados por Skarus, el capellán recuperó la movilidad. -Algún día esa cosa te va a matar, Skjor. El otro no dijo nada, simplemente se encogió de hombros y se limitó a accionar todas las palancas posibles del barco, hasta que consiguió que el barco arrancase. Tras esto, Skarus dirigió el timón contra otro de los barcos, tratando de embestirlo con los motores a toda máquina. Cuando todas esas gestiones estaban listas, los cuatro marines descendieron por las escalerillas y saltaron de cubierta al agua. Después de unos segundos de descenso, los indicadores de presión comenzaron a subir peligrosamente, la ceramita y el plastiacero rechinaron y crujieron, pero las servoarmaduras aguantaron, a excepción del cráneo que recubría el casco de Skjor, que a mitad de descenso reventó, fracturándose por tres lugares distintos y separándose del conjunto. Cuando llegaron al lecho marino, las servoarmaduras estaban al límite, pero poco a poco comenzaron su avance con el estoicismo propio de los verdaderos Astartes. A Raszak le faltaban cincuenta metros para llegar a la playa, donde el enemigo aún estaba desembarcando, comenzó a accionar el cañón de asalto acoplado del Speeder, haciendo descender una lluvia de metal candente sobre los separatistas, que seguían afanándose en conseguir una posición estable y relativamente segura. Tras esto, la mitad de las armas del campamento se volvieron contra el ligero vehículo, reventando algún componente interno, desestabilizandolo y provocando que el neófito se estrellase contra un edificio en segunda línea de playa. Cuando abrió los ojos, lo primero que el joven Raszak vió, era una serie de agujeros de bala sobre su estómago, además de un trozo del Speeder chisporroteando y trozos de rococemento cayendo del tejado del edificio por el que, en su accidente había entrado. Con esfuerzo se incorporó, y tras ver el panorama, fué consciente de estar en un tercer piso de uno de los edificios cercanos al despliegue enemigo. Tras cargar el bólter al hombro comenzó a retirarse a la Montaña Roja para recibir atención médica. Los atacantes, que ya habían conseguido una cabeza de playa relativamente estable, comenzaban su avance por la pequeña ciudad portuaria imperial, hacia las dotaciones de artillería, pues una vez silenciadas, permitirían hacer un desembarco total y seguro con su consiguiente avance final hacia la Montaña Roja. En todo el puesto avanzado artillero sabían lo que se les venía encima, los hombres querían retirarse, llevandose consigo su equipación y disparar desde la Montaña Roja, pero los comisarios tenían otros planes; disparar hasta el último cartucho y pelear por la posición, aunque fuese una pelea inútil. El motivo de esta decisión era obvio, pero los hombres no lo querían aceptar. No les daría tiempo, desmontar la dotación les llevaría al menos media hora, y mover todo el equipo sería demasiado lento, los cogerían en formación de movimiento, y no de batalla y los aniquilarían, sería una matanza de todas formas. Y no pensaban cederles los enormes cañones de artillería disponibles, sería un suicidio táctico, y, probablemente, real. Con la decisión de los comisarios al menos lograrían muchas bajas. Era lo correcto. Hiram se levantó, echándose el fusil al hombro con un preciso movimiento y echó a andar colina abajo, seguido por su aprendiz. Tras apenas diez metros una voz a sus espaldas los detuvo, el líder de la dotación y Lord Comisario Uthran Belis -Alto ahora mismo, si dáis un paso más alejándoos de este maldito puesto os puedo asegurar que estaréis muertos antes de haber puesto el pie en el suelo. Hiram bajó la cabeza y comenzó a subir, resignado a su muerte, pero Mark no se movió. -Con todo el respeto, señor, nosotros podemos llevarnos nuestro equipo a una posición mejor y disparar desde allí, no tenemos por qué morir aquí.
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