rdfs:comment
| - Infinidad de cremas (y otros tratamientos de belleza) que, pretendidamente, suministran oxígeno directamente a la piel son productos que contienen peróxido (agua oxigenada) que, forzando la imaginación, se podría concebir como una especie de agua «con algo de oxígeno adicional», aun cuando las fórmulas químicas no funcionan realmente así (a fin de cuentas, el óxido acumulado en un puente es un montón de hierro «con algo de oxígeno adicional» y jamás se le ocurriría a alguien que pudiera oxigenar la piel).
|
abstract
| - Infinidad de cremas (y otros tratamientos de belleza) que, pretendidamente, suministran oxígeno directamente a la piel son productos que contienen peróxido (agua oxigenada) que, forzando la imaginación, se podría concebir como una especie de agua «con algo de oxígeno adicional», aun cuando las fórmulas químicas no funcionan realmente así (a fin de cuentas, el óxido acumulado en un puente es un montón de hierro «con algo de oxígeno adicional» y jamás se le ocurriría a alguien que pudiera oxigenar la piel). Aun si les otorgamos el beneficio de la duda a los fabricantes y prestadores de servicios y concedemos la posibilidad de que tales tratamientos suministren realmente oxígeno a la superficie de la piel, y que éste penetre luego en cantidades significativas hasta el interior de las células, ¿de qué serviría tal cosa? El cuerpo humano no deja nunca de controlar el volumen de sangre y de nutrientes que suministra a los tejidos, así como la cantidad de diminutas arterias capilares que abastecen una determinada área del organismo, y ese mismo cuerpo hará que crezcan más vasos sanguíneos en zonas con bajos niveles de oxígeno, ya que esto último le sirve de indicador para saber dónde se necesita más riego de sangre. Así que, aunque fuera cierto que el oxígeno de las cremas penetra en los tejidos, el cuerpo simplemente regularía a la baja el suministro de sangre hacia esa parte de la piel, con lo que se estaría marcando una especie de gol homeostático en propia portería. La realidad, en cualquier caso, es que el peróxido de hidrógeno no es más que una sustancia química corrosiva que produce una ligera quemadura química en concentraciones bajas. Esto posiblemente explica esa sensación de frescor y brillo. Detalles como éste son moneda corriente en los efectos que se prometen en los envases. Debe examinarse a fondo la etiqueta o el anuncio en cuestión y se comprobarán una y otra vez que están tratando de enredar al público, mayoritariamente femenino, mediante un elaborado juego de palabras, con la complicidad de los reguladores gubernamentales: cuesta encontrar una afirmación explícita que diga que, aplicándose un ingrediente mágico concreto en la cara, nuestro aspecto mejorará. Tales afirmaciones se hacen a propósito de la crema en su conjunto, y son ciertamente válidas para el producto tomado como un todo, pues, como ya las personas saben a estas alturas, todas las cremas hidratantes —hasta las más baratas— hidratan.
|