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| - El sol de mediodía mantenía su inquebrantable mirada fija sobre la arena de Silithus, convertido en un testigo mudo sobre la multitud de soldados reunida alrededor del Muro del Escarabajo. Continuó su travesía, entre de las masas reunidas bajo él. Era como si el orbe se hubiera detenido para lanzar implacables oleadas de calor hasta que los vastos ejércitos se colapsaran a causa de la exposición. Entre las agitadas formaciones destacaba una solitaria elfa de la noche meditando en silencio. Sus compañeros la miraban admirados; algunos casi con reverencia. Los demás allí reunidos, una selección de representantes de cada raza de todas las regiones del mundo conocido, la escrutaban afectados por sus propios prejuicios raciales. Después de todo, la mortal enemistad entre los elfos de la noche y los trols y tauren se remontaba a años atrás. Sin tener en cuenta sus afiliaciones, todos los que se habían unido a la batalla aquel día compartían el mismo sentimiento hacia la elfa de la noche: respeto. Shiromar era como el sol en el cielo: impasible, inquebrantable y resuelta. Estas cualidades le habían venido bien en los últimos meses, concediéndole la fuerza para continuar cuando todo parecía perdido, cuando la misión parecía interminable y cuando sus compañeros se habían rendido. Habían pasado por el vigilante y las Cavernas del Tiempo; por el dragón de bronce, el Señor de linaje y las colmenas de retorcidos insectos; entonces se encontraron con los fragmentos y sus guardianes, los ancianos dragones, que no estaban dispuestos a ceder fácilmente. Para completar la tarea hubo que recurrir a la coacción, el ingenio y, en ocasiones, a la violencia pura y dura. Y todo aquello por un objeto, el objeto que Shiromar sostenía en sus manos en ese preciso instante: el cetro del Mar de Dunas, al fin reconstruido tras mil años. Al final todos los caminos conducían aquí, a Silithus y a las puertas del Muro del Escarabajo. Al lugar donde el cetro fue destrozado. Shiromar miró hacia el cielo y recordó la época en la que el sol había quedado eclipsado por los dragones, en que los Qiraji y los silítidos caían sobre las legiones de elfos de la noche en oleadas aparentemente interminables, en que la suerte no era más que una sombra. Parecía que nadie fuera a sobrevivir a aquellos terribles meses, pero allí estaba ella, de pie ante la sagrada barrera que había salvado sus vidas tantos años atrás, durante la Guerra del Mar de Dunas…
* * * * * Fandral Corzocelada dirigía el ataque junto con su hijo Valstann. Habían elegido el desfiladero para que sus flancos estuvieran protegidos ante el infinito flujo de silítidos. Shiromar estaba cerca, tras la primera línea, lanzando hechizos tan rápido como sus energías se lo permitían. Fandral y Valstann, acompañados por los centinelas, sacerdotisas y vigilantes más endurecidos por la batalla habían conseguido llegar hasta la boca del desfiladero, mientras los druidas lanzaban hechizos y curaban afanosamente. Parecía que cada gran grupo de silítidos que conseguían eliminar era reemplazado por cientos. Así había sido durante los últimos días, desde que habían tenido noticias de la incursión de silítidos y Fandral había llamado a las armas. La sacerdotisa Shiromar y sus compañeras habían recuperado energía suficiente como para invocar simultáneamente la gracia de Elune: observaron mientras una cegadora columna de luz destruía al enjambre que bloqueaba el final del desfiladero. Entonces un sonido grave y vibrante llenó el aire. Uno a uno, los insectos voladores —los Qiraji alados— volaron sobre el borde del desfiladero y atacaron a los druidas que se encontraban en las posiciones de apoyo. Fandral condujo a las primeras líneas desde el desfiladero hasta la arena abierta, pisando montones de cadáveres de silítidos. El aire había cobrado vida con el zumbido de los Qiraji mientras descendían en picado y usaban sus apéndices en forma de garra para atacar. Fandral continuó hacia delante para permitir que las filas de apoyo pudieran dispersarse. Al mirar hacia una cresta distante, Shiromar observó que enjambres de Qiraji terrestres se acercaban por la cresta como hormigas saliendo de su hormiguero. Una monstruosidad gigante apareció, moviendo sus extremidades con forma de garra, acechando sobre todos y gritando órdenes a los soldados-insecto. Entre el parloteo y zumbido de los enjambres, un sonido parecía repetirse en la presencia del guerrero que tenía el control: Rajaxx, Rajaxx... Aunque Shiromar no entendía las comunicaciones de los Qiraji, se preguntó si no sería ése el nombre de la criatura. Al acercarse la siguiente oleada de Qiraji, se escuchó el sonido de un gran cuerno: desde el este y el oeste una multitud de elfos de la noche cargó. Con un grito capaz de helar la sangre de cualquiera, Fandral y Valstann se lanzaron contra el corazón del enjambre, ambos bandos chocaron y se mezclaron uno en el otro cuando las recién llegadas tropas golpearon a ambos lados. Shiromar estaba segura de que habían ganado, pero cuando las sombras fueron creciendo y el día se convirtió en noche, la batalla continuaba. En el centro del encuentro Fandral, Valstann y el general Qiraji luchaban desesperadamente. Evitando con dificultad varios ataques de Qiraji alados, Shiromar miró hacia donde el general luchaba contra padre e hijo. Los números de los Qiraji estaban menguando y el general parecía sentirlo, ya que con un gran salto se apartó, regresando hacia la cresta donde Fandral lo había visto por primera vez. Desde allí desapareció y las pocas criaturas insecto que quedaban fueron rápidamente erradicadas. Aquella noche hicieron turnos de guardia mientras el ejército de los elfos de la noche descansaba. Fandral sabía que la amenaza Qiraji no había sido del todo eliminada y esperaba que la batalla volviera a comenzar por la mañana. A lo largo de la noche, Shiromar sólo pudo dormir en breves periodos, con el estruendo de la batalla resonando en sus oídos, a pesar de que el desierto estaba en calma. Al llegar la mañana, el ejército volvió a formar filas y marchó hacia la cresta donde fueron recibidos por una inquietante tranquilidad. Shiromar miró hacia el horizonte, pero no había rastro alguno de los Qiraji y silítidos. Cuando Fandral se preparó para continuar avanzando, llegó un mensajero con terribles noticias: la Aldea del Viento del Sur estaba siendo atacada. Fandral pensó en enviar las tropas a defender la aldea, pero presintió que aquella acción dejaría una puerta abierta a la invasión de los Qiraji supervivientes. Aún no sabían cuál era el número exacto de insectos o si habían visto todo lo que esta nueva raza tenía para atacarles. Valstann adivinó los pensamientos de su padre y se ofreció a dirigir un destacamento a la aldea para que Fandral pudiera quedarse donde estaba y contener posibles ataques. Desde cerca Shiromar escuchó el resto de la conversación: —Podría ser una trampa —dijo Fandral. —No podemos arriesgarnos, padre —. Respondió Valstann. —Yo iré. Defenderé la ciudad y regresaré victorioso, manteniendo el honor de tu nombre. Fandral asintió de mala gana. —Vuelve vivo y estaré más que satisfecho. Valstann reunió un destacamento y Fandral contempló a su hijo mientras partía. A Shiromar le preocupaba que sus fuerzas estuvieran divididas, pero entendía la necesidad de hacerlo. Durante los siguientes días, Shiromar y los demás lucharon contra una oleada tras otra de silítidos que surgían de las colmenas repartidas por la tierra. Pero seguía sin haber rastro de los Qiraji. Una sensación de temor empezó a crecer en el interior de Shiromar; creía que el hecho de que el Señor de los silítidos no hubiera dado señales de vida durante tanto tiempo era un mal augurio. Le preocupaba el destino de Valstann y en diversos momentos del día, entre la continua carnicería, veía a Fandral mirando silencioso hacia el horizonte, esperando ansiosamente el retorno de su hijo. El tercer día, cuando el sol alcanzó su cenit, aparecieron los Qiraji, más numerosos que antes. Una vez más el zumbido de sus alas de insecto se hizo patente en el aire, y una vez más la interminable multitud apareció en el horizonte. Se desplegaron ante Fandral y los demás como la tenebrosa sombra de una nube que oscurece el sol… y se detuvieron. Y esperaron. Fandral colocó a sus tropas en formación y se mantuvo al frente mientras los cuervos tormentosos volaban a su alrededor en círculo y los druidas en forma de oso arañaban la tierra ansiosos, todos observando con atención. Momentos después, la marea de insectos se abrió y la corpulenta silueta del general Qiraji se acercó, llevando una figura herida en su apéndice con forma de garra. Llegó hasta el frente de las líneas Qiraji y sostuvo a Valstann Corzocelada en lo alto para que todos lo vieran. Se escucharon gritos sofocados entre los soldados. Shiromar sintió cómo su corazón se partía. Fandral permaneció de pie, en silencio... sabía que Viento del Sur había caído y temía que su hijo pudiera estar ya muerto. Se maldijo por haberle permitido partir y permaneció inmovilizado por una mezcla de miedo, ira y desesperación. Entre las garras del general, Valstann se revolvió y habló al general, aunque estaba demasiado lejos como para que se le pudiera oír. Al fin, el hechizo que había caído sobre Fandral se rompió y cargó hacia delante, seguido por el ejército de elfos de la noche, pero la distancia era demasiado grande… y antes de que el general Qiraji actuara, Shiromar sabía que no podrían llegar hasta Valstann a tiempo. El general Qiraji apoyó su segunda garra sobre la silueta ensangrentada de Valstann; apretó y las separó cercenando el cuerpo del joven elfo de la noche por la cintura. Fandral aflojó el paso, vaciló y cayó de rodillas. Los elfos de la noche pasaron a su lado. Cuando los dos ejércitos chocaron, una tormenta de arena llegó desde el este, bloqueando la luz, asfixiando, sofocando. El viento casi detuvo el movimiento de Shiromar. Tapó sus ojos lo mejor que pudo, el bramante viento azotando sus oídos, ahogando los sonidos de la batalla y los gritos de sus compañeros moribundos. Entre el caos vio la turbia y enorme sombra del general Qiraji no muy lejos, tajando y matando entre las líneas de elfos de la noche como un recolector cortando trigo. Entonces escuchó a Fandral, su voz fantasmagórica entre la tormenta, ordenando al ejército que se replegara. Lo que vino después pareció ocurrir muy deprisa, aunque en realidad duró varios días: Fandral guió a las tropas hasta Silithus, a través de los pasos de la montaña y hasta la cuenca del Cráter de Un'Goro. Los ejércitos de Qiraji y silítidos nunca quedaron atrás, matando a todos los que caían fuera de la protección de las fuerzas principales. Pero una vez dentro de Un'Goro algo extraño ocurrió: entre las filas se corrió el rumor de que los Qiraji se habían replegado, justo cuando las tropas atravesaron el borde del cráter. El archidruida reunió a las tropas que quedaban en el centro de la cuenca y ordenó que no cedieran. Al fin los que luchaban, los que huían y los moribundos podrían disfrutar de una tregua. Pero los elfos de la noche habían sufrido una amarga derrota y el gesto de Fandral Corzocelada había cambiado irremediablemente. Shiromar observó mientras Fandral hacía guardia vigilando desde la Cresta del Penacho en Llamas, con el vapor de los respiraderos del volcán alzándose tras él y el brillo naranja de la lava iluminaba su cara, con una mueca que escondía la tristeza más profunda: una pena que sólo los padres que han enterrado a sus hijos conocen. La repentina retirada de los Qiraji desconcertaba a Shiromar. Cuanto más pensaba en ello, más recordaba acerca de las leyendas acerca del Cráter, los rumores de que había sido construido en la edad primordial por los propios dioses. Quizá ellos vigilaran aquella tierra. Quizá sus bendiciones aún ungieran ese lugar. Sin embargo, una cosa era segura: si no se concebía un plan para detener la marea de la raza insecto… Kalimdor se perdería para siempre. La Guerra del Mar de Dunas continuó durante varios largos y agónicos meses. Shiromar consiguió sobrevivir batalla tras batalla, pero los elfos de la noche siempre estaban a la defensiva, siempre inferiores en número y siempre obligados a retroceder. Desesperado, Fandral buscó la ayuda del escurridizo Vuelo de Bronce. Su negativa inicial a interferir fue revocada cuando los descarados Qiraji atacaron las Cavernas del Tiempo, hogar y dominio del Nozdormu, el Atemporal. El heredero de Nozdormu, Anacronos, aceptó alistar al Vuelo de Bronce contra los acechantes Qiraji. Cada elfo de la noche que se encontraba en buenas condiciones físicas se unió a la causa y juntos iniciaron una campaña para retomar Silithus. Pero incluso con el poder de los dragones respaldándoles, la cantidad de Qiraji y silítidos era abrumadora, así que Anacronos invocó a la progenie de los demás Vuelos: Merithra, hija de Ysera el Vuelo Verde; Caelestrasz, hijo de Alexstrasza del Rojo y Arygos, hijo de Malygos del Azul. Los dragones y los Qiraji alados lucharon en el cielo despejado sobre Silithus mientras todas las fuerzas de los elfos de la noche de Kalimdor lo hacían en la tierra. A pesar de ello, parecía que los ejércitos de Qiraji y silítidos fueran interminables. Más tarde, Shiromar escuchó susurros que afirmaban que los dragones que sobrevolaban la antigua ciudad de la que emergían los Qiraji habían visto algo preocupante allí. Algo que apuntaba a que una presencia más antigua y terrorífica se escondía detrás del violento ataque Quizá fuera esta revelación lo que apresuró a los dragones y a Fandral a concebir su desesperado plan final: contener a los Qiraji dentro de la ciudad y levantar una barrera que los confinara dentro hasta que pudieran elaborar una estratagema más esperanzadora. Con la ayuda de los cuatro Vuelos, comenzó el ataque final a la ciudad. Shiromar avanzaba detrás de Fandral mientras los cadáveres de los Qiraji alados caían del cielo. En lo alto, los dragones estaban eliminando a los soldados-insecto. Como si fueran uno solo, los elfos de la noche y los dragones formaron una muralla andante que forzaba a los Qiraji a retroceder hacia la ciudad de Ahn'Qiraj. Pero, al llegar a las puertas de la ciudad, la situación cambió y eso era todo lo que los ejércitos combinados podían hacer para resistir. Seguir presionando era imposible. Merithra, Caelestrasz y Arygos decidieron adentrarse en la ciudad y contener a los Qiraji durante tiempo suficiente para que Anacronos, Fandral y los demás druidas y sacerdotisas crearan la barrera mágica. Y así los tres dragones y sus compañeros volaron directos hacia las legiones Qiraji, hacia la ciudad, con la esperanza de que su sacrificio no fuera en vano. Fuera de las puertas, Fandral pidió a los druidas que concentraran sus energías mientras Anacronos invocaba la barrera encantada. Más allá de las puertas, los tres dragones sucumbieron ante las abrumadoras fuerzas mientras los Qiraji seguían brotando. Shiromar concentró sus energías e invocó la bendición de Elune mientras la barrera se erigía ante sus ojos: piedra, roca y raíces emergían desde debajo de la arena creando un muro impenetrable. Incluso los soldados alados que intentaban sobrevolarlo se encontraban con un obstáculo invisible que no podían sortear. Los Qiraji que quedaban fuera del muro fueron rápidamente eliminados. Los cadáveres de los Qiraji, elfos de la noche y dragones ensuciaban la ensangrentada arena. Anacronos señaló a un escarabajo que se escabullía entre sus pies. Mientras Shiromar lo observaba, la criatura se quedó quieta, después se aplastó, transformándose en un gong metálico. Las piedras se movieron a una nueva posición cerca del muro, creando el estrado sobre el que el gong fue finalmente colocado El gran dragón caminó hasta la extremidad cortada de uno de sus compañeros caídos. Sostuvo el apéndice y, tras una serie de encantamientos, la extremidad cambió de forma hasta convertirse en un cetro. El dragón le explicó a Fandral que si alguna vez algún mortal deseaba atravesar la barrera mágica y acceder a la Antigua ciudad, tan solo tendría que golpear el gong con el cetro y las puertas se abrirían. Entonces, entregó el cetro al archidruida. Fandral miró hacia abajo, retorciendo la cara con desdén. —¡No quiero tener nada que ver con Silithus ni con los Qiraji y mucho menos con los malditos dragones! —Y después de decir aquello, Fandral lanzó el objeto contra las puertas mágicas, donde se hizo añicos con una lluvia de fragmentos, y se fue. —¿Destrozarías nuestro vínculo por una cuestión de orgullo? —preguntó el dragón. Fandral se giró. —El alma de mi hijo no encontrará consuelo en esta victoria vacía, dragón. Lo recuperaré. ¡Incluso si tardo milenios, recuperaré a mi hijo! Fandral pasó de largo junto a Shiromar... …quien podía verlo claramente en su mente, como si sólo hubiera pasado un día en vez de mil años. Uno a uno los ejércitos reunidos de Kalimdor la miraron, esperando. Ella se acercó hacia el estrado entre humanos y tauren, gnomos y enanos e incluso trols, razas contra las que su gente había luchado y que ahora se habían unido para acabar con la amenaza de los Qiraji de una vez por todas. Shiromar permaneció ante la base de los escalones y respiró hondo. Subió a lo alto del estrado y dudó durante un solo segundo. Entonces, golpeó fuertemente el cetro contra el antiguo gong. Categoría:Historias cortas Categoría:Dar formato Categoría:Poner imágenes
- うつろう砂の戦い 「うつろう砂の戦い」から約1000年が経過した。Fandral Staghelm を苦しませた重荷でもある大悲劇が起きたのは、その戦いのさなか Silithus 砂漠の中心でのことだった。ここに記されたその出来事が最終的にかの大ドルイドの不快な素質を作り上げたのであろう。 ある時、Qiraji として知られる古代知的虫型種族が Kalimdor の大部分の支配を巡って争った。Qiraji と真っ向から戦いを挑んだのは、傲岸不遜な Staghelm とそのナイトエルフ軍の慢心だった。 押し寄せる虫の群れを食い止めるべく、父子は熾烈に戦った。Ahn'Qiraj の砦から無限とも思えるほど silithid が次々と現れ、Qiraji 侵略軍に加わった。Silithus 全土が戦場となった。 子 Valstann に前哨基地 Southwind Village の防衛を命じたことを Staghelm は後悔することとなった。痛ましいことに、Southwind Village が Ahn'Qiraj 軍に陥落させられたその日、Valstann は 命を落としたのである。 悲嘆に暮れつつも、復讐に燃える Fandral Staghelm は戦いを続けた。Silithus での敗北はナイトエルフの民と恐らくは世界に大きな損失をもたらす結果となった。 戦いは数ヶ月にも及んだ。Silithus 全土は Qiraji に占領され、Staghelm と軍は Tanaris へと後退させられた。軍が壊滅し、無数の無辜の民が殺されたことで、Fandral Staghelm を駆り立てていた驕りは完全に叩き潰されたのだった。 プライドは完全にずたずただった。Staghelm は恐怖でのみ生じるはずの胃の痙攣を再び感じた。そして、Staghelm が Nozdormu の子 Anachronos に接近し金竜族の支援を乞うたのは Tanaris でのことであった。 当初、Anachronos は一族を弱小種族の事柄に巻き込むことを拒んだ。だがそれも Qiraji が Caverns of Time を攻撃し始めるまでのことだった。Anachronos はナイトエルフの軍に参入することに同意した。 強力な金竜族ですら Qiraji の侵略軍の勢いを止めることができないことを Anachronos はすぐ悟った。50匹の虫を炎の息で殲滅しても、100匹が取って代わるのである。戦況が悪化し、靄に霞む遙か北の Feralas へと押し出される恐れから、Anachronos は竜の子供たちに知らしめることを決心した。 Anachronos はまず Ysera の一族を呼んだ。夢見の Merithra はそれに応え、そこからさらに Alexstrasza の一族と Malygos の一族に知らされた。 竜たちは Silithus の遙か上空で会合した。Ahn'Qiraj の砦上空、高度数千フィートである。 時を司る竜 Nozdormu の子、Anachronos の姿がそこにあった。 自然を司る竜 Ysera の子、Merithra が Emerald Dream から来訪した。 生命を司る竜 Alexstrasza の子、Caelestrasz が赤竜族の代表として現れた。 魔力を司る竜 Malygos の子、Arygos が青竜族の代表として現れた。 竜たちは Ahn'Qiraj からなだれ出る silithid と Qiraji の尽きることない流れを注意深く見ていた。この戦いを力尽くで終わらせることができないことがそれではっきりとした。中心となる神殿の中では、何万という Qiraji の群れが待ち構えていた。一匹が息絶えた瞬間、それを上回る数が孵化し、いつでも世界へ飛び出せるよう準備をするのである。 奇妙な気に最初に気付いたのは Arygos であった。Ahn'Qiraj 南にある巨大な神殿が、Qiraji から感じ取ったものとは異質な微弱な魔力を放っていた。どんなに挑んでも、そのエネルギーの源を発見すべく神殿の奥深くへと侵入できた者は皆無であった。それほどまでに自身を守ることができるのは、何らかの強大な力だけである。恐らく……何かが虫を制御しているのだ。何かが Qiraji さえも操っているのである。 世界がこれ以上破壊されぬよう、速やかに反撃をせねばならぬことを竜たちは理解した。慎重な協議の結果、昆虫兵の供給源やその付近にいる主要軍を食い止めるのが最善策であると決定された。 ナイトエルフと竜族双方の魂から引き出された力で、途方もなく巨大なバリアが作られた。silithid とその支配者たちを Ahn'Qiraj に閉じ込め、今後の侵略を阻止する魔法の障壁である。Ahn'Qiraj はそれ自体が監獄となったのだった。
- The War of the Shifting Sands (also known as The Qiraji War) took place roughly a thousand years prior to the Scarab Wall's re-opening. A large force of night elves, split between sentinels, druids and priestesses were led by Archdruid Fandral Staghelm, in battle against the insectoid race threatening the invasion of Kalimdor. For a time, the kaldorei seemed to have the upper hand, until the forces were made to split, in order for some to retreat and defend Southwind Village. Fandral's son, Valstann who led the failed defence, was captured by Rajaxx, the Qiraji general, and torn in half in front of his father's eyes. After that the night elves made a retreat to Un'Goro Crater, and continued to battle the swarm, but now on the defensive, outnumbered. Eventually, the four dragonflights sent aid to the night elves; the reds headed by Caelestrasz - son of Alexstrasza, the blues by Arygos - son of Malygos, the greens by Merithra - daughter of Ysera, and the bronze by Anachronos - son of Nozdormu. The tide of battle turned in their favour, with the combined magic of the dragonflights, priestesses and druids, erecting a great magical barrier to permanently hold in the Qiraji forces, after the time bought by Caelestrasz, Arygos & Merithra.
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