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| - Bajo la torrencial lluvia que azota una pequeña ciudad, donde la noche es iluminada por grandes truenos y algunas farolas eléctricas. El viento sopla sin dirección definida, haciendo que la lluvia golpee con fuerza las ventanas de un centro policial, un lugar ya viejo así como la misma ciudad. La mayoría de los que están en guardia yacen dormidos en sus puestos a excepción de dos que están interrogando a presunto criminal. ―Admítelo, sólo tienes que decir que tú lo hiciste ― dijo un hombre algo regordete, con un gran bigote. ―Sí, todo el drama y dinos ¿Cómo pudiste hacer eso? ― dijo su compañero, el alto y flacucho. ―Ya les dije que fui poseído para matarla. Yo no quería hacerlo, yo la amaba ― el hombre iluminado con la fuerte luz de una lámpara en el rostro. ―¿Por qué no admites lo que hiciste…?― dijo la voz del detective gordo. ―¡Que yo no lo hice! Bueno si, pero no fue mi intención. No, mejor dicho no pude controlar mi cuerpo. ―dijo el hombre interrogado. ―¡¿Nos estas tomando el pelo o qué?! ― dijo alterado el flaco. ―No les miento, sé que es raro pero es la verdad. Les contaré todo, pero créanme ― dijo el interrogado ya agobiado por la desesperación. Ante la mirada algo desconcertada de los detectives, el no pudo contener algunas lágrimas antes de empezar a dar su declaración… -Hace unas semanas atrás, estuve en una reunión con unos amigos. Como siempre todo lo normal, hombre, mujeres, alcohol y locuras como cualquier otra reunión. Claro en la reunión vimos una película sobre la Ouija, así que decidimos jugarlo. Ya que nadie en el grupo sabía como hacerlo, llamamos a un amigo de esos que suele meterse mucho en el ocultismo. Así que trajo muchas cosas extrañas, incluido algunos libros con imágenes muy extrañas. Nos cobró una determinada cantidad de dinero pero en fin, prometió que sería una experiencia que nunca olvidaríamos aunque claro deberíamos cumplir todas sus reglas, cosa que nadie tomó muy en serio pero en fin. Nos llevó a un viejo sendero donde según él, habitan demonios y que siempre contestan. Aquella noche era demasiado clara. Fuimos en autos para llegar a un viejo cruce donde se unían dos caminos diferentes, él cogió sus cosas: velas, sal, azúcar y cosas extrañas incluidos sus libros extraños. Hizo pentagramas en el centro, hizo un círculo demasiado grande como para que todos entremos. Cuando terminó de hablarnos y decirnos que no deberíamos salir de las líneas y cosas que no presté mucha atención, se puso en el centro y empezó a leer en voz alta y en un idioma que no conocía. Luego una larga ceremonia. Él pedía que todos preguntaran lo que desearan, y él respondía. Wra como un médium o algo así. Pero para que llegué mi turno faltaba mucho, así que mientras me distraía en mi círculo de sal y azúcar sin querer hice un hueco y escuche una voz… ―¿Quieres divertirte? ― eso dijo esa voz. ―Pero ¿De qué forma? ―Sólo tienes que decir que si ― me insistió. ―Bien, pero que no sea nada malo. Logré oír una risa burlesca, que desaparecía con el viento. Luego de eso, la reunión siguió sin sobresaltos. Lo que hacía nuestro amigo era sorprendente, lo sabía todo, la fiesta la seguimos ahí y en medio de las bebidas la conocí. Era una chica nueva en el grupo, nunca la había visto así como la más bella de todas. No sé qué pasó pero mi cuerpo se empezó a moverse solo. Vi sorprendido como mi cuerpo se hablaba sonreía y con palabras sutiles, caricias, sonrisas y cosas que yo nunca haría. Logró enamorarla en cuestión de nada. Al día siguiente, ella ya era mi novia. Pasamos cosas fantasiosas. Pero luego cambió. Bueno, la verdad yo cambié, pues empecé a salir con otras chicas y mi nivel de popularidad fue aumentando como espuma. No sabía que le pasaba a mi cuerpo pero me gustaba en todas las reuniones que fui, siempre terminaba con las chicas más bellas de la fiesta. Fueron días espectaculares, hasta que Gabriela (Sí, era el nombre de mi novia) me empezó a reclamar el motivo de mis infidelidades, pero le dije que la amaba y ella me creyó. Estaba dispuesto a cambiar por ella, pero cuando llega la noche no tengo control de mi cuerpo y sólo soy un observador. Así fueron todas las noches, vi todo lo que ocurrió esa noche. Había una fiesta a la cual en el transcurso del día rechacé ir. Esa noche, mi cuerpo estaba alterado porque caminaba de un lado a otro, me preguntaba a cada vuelta que daba. ―¿Qué rayos hago? ― Y logré oír una voz. Pero fui yo el que respondió. ―Bueno, hoy haré desaparecer todas nuestras ataduras... ―¡¿Que?! ― pensé… ―Ya lo veráss ― volví a decir, mientras cocinaba espaguetis, en medio de una risa extraña. Vi como la atendía con delicadeza. En medio de risas y besos cenaron, oía como mi voz le decía versos que la cautivaban, la enamoraban más y más. Al terminar la cena, me acerqué a ella. Vi como mi cuerpo la golpeaba violentamente, vi como cogí el cuchillo y en medio de risas, o mejor dicho carcajadas, la empecé a cortar. Como la levantaba, lanzandola como un trapo por toda la sala, destrozándola. Mi mano izquierda la levantó del cuello en el aire, con la otra mano la acuchillaba. En medio de su agonía, mi voz reía. Finalmente mis manos le rompieron el cuello… ―¿Oíste? Lo acaba de confesar ― dijo el detective gordo. ―Sí, no puedo creer que la juventud actual sea tan sádica ― dijo el flaco. ―Tienes razón, este es un psicópata, tenemos que hundirlo en la cárcel ― dijo el detective regordete. La lluvia cortó la luz de aquel centro policial. En medio se la oscuridad se oyeron risas a carcajadas y gritos de dolor. Al amanecer los cuerpos de dos policías eran llevados a la morgue. Aparte de los cuerpos encontraron una grabación, donde se escuchaba un interrogatorio pero no encontraron al interrogado. Categoría:Demonios Categoría:Mentes trastornadas
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