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| - _______________________________________________________________________________________ Hace poco tiempo asistí a unas conferencias internacionales de filosofía y epistemología con las que, bajo el sugestivo título de La condición humana, se celebraba el 30 aniversario del Instituto Piaget en Portugal. En ellas George Steiner, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) decía lo siguiente: “Todas las culturas son mortales. Todas las religiones también. Todos son eventos culturales mortales, como mortales son los hombres que las producen. Y ahora nos encontramos en un período de transición. Creo que estamos entrando en la era de la post-religión. El cristianismo va a morir, como ha muerto el marxismo. ¿Qué va a llenar el vacío? ¿Qué nos espera? ¿Qué va a nacer?”. Y yo me pregunto lo siguiente: ¿Estaba Steiner vaticinando el inicio de un cambio en la cultura occidental que —por sutil— sólo algunos pensadores adelantados pueden entrever y detectar? ¿Tiene todo ello que ver con un nuevo reencuentro entre ciencia y humanidades y una revolución en los parámetros que conforman nuestra manera de pensar, nuestros valores y normas? Yo pienso que sí. Precisamente pienso que ahora mismo estamos asistiendo a una nueva preocupación sobre la religión y Dios, que ha generado multitud de libros enfocados desde distintas perspectivas. Entre ellas, destacan las que plantean el problema con presupuestos científicos. La cuestión es la siguiente: ¿De dónde nace esta vez la preocupación por Dios y lo religioso? ¿Se puede realmente decir algo nuevo sobre Dios que no haya sido dicho ya a lo largo de los últimos miles de años? ¿Puede la ciencia de hoy señalar un nuevo camino, añadir nuevos argumentos a una idea tan debatida como universal? Yo creo que sí y, frente a quienes —tantos— mantienen con firmeza que la ciencia de hoy, o de siempre, no tiene nada que decirle a la religión, yo sostengo lo contrario: sí tiene que decir, y mucho.
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