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| - 2 de Junio ¡Maravilloso, el descanso, la paz! Por fin terminé con los asuntos del colegio, las interminables montañas de exámenes para calificar, los poco interesantes reportes, de los pocos interesantes alumnos, poco interesados, con copia para el director. No más trabajo, la piel de maestra se me ha escurrido de los hombros como una gabardina vieja y apestosa; siento como si estuviera a punto de elevarme al cielo, cual fénix. El descanso es como un vino suave, me reanima y electriza todo mi cuerpo. Una verdadera pena que George no pueda disfrutar de estas vacaciones conmigo. Era imposible, me dijo. Ha tenido que viajar a Francia, por un artículo especial o alguna cosa del periódico. Calcula que estará por allá durante tres semanas, tal vez un poco más. Bueno, me las puedo arreglar sola, supongo. Mi pobre diario, lo siento tanto, pero estoy demasiado feliz para pasar demasiado tiempo escribiendo hoy. Pasan de las once, George acaba de irse. He estado soñando en mi sofá, disfrutando de dejar pasar el tiempo sin hacer nada en realidad; sería injusto abandonarte ahora y no registrar esta tarde para el futuro. George acaba de pedirme matrimonio. Oh, la forma en que lo hizo, tan simple, tan directa, como todo lo que hace, no fue muy romántica. Simplemente me rodeó con uno de sus brazos y me preguntó cuándo quería casarme. Sé que suena desangelado y simple, que se lee así; que al menos debería haberme besado, o traído flores (sabe que amo las rosas, como todas), pero esa no es su manera de hacer las cosas. Me tomó por completo desprevenida, no supe qué decir; sólo asentí. Me comprará un anillo de compromiso mañana, será la primera cosa que haga, antes de ir a la oficina. Uno muy bonito, en oro platinado, con un pequeño diamante en su corazón. Uno chiquitito, dijo, un diamante chiquitito, montado en un enorme corazón. George puede decir cosas así de románticas cuando así lo quiere. Tan pronto como regrese de sus misiones parisinas, anunciaremos nuestro compromiso oficialmente. La boda será en Octubre, no puede ser antes; George tiene muchas cosas qué hacer, y no podrá pedir vacaciones hasta ese mes; pero no importa, estoy feliz, ¡FELIIIIZ! Acabo de dejar a George en el tren. Me besó y me dijo: volveré pronto, mi cielo, no te vayas lejos. Lloré un poco después de que el tren se fue, pero aún estoy tan feliz que podría cantar todo el día. Estaré casada para Octubre. Por supuesto que sabía que me lo pediría un día, sólo se había tomado su tiempo. Encontré una casita maravillosa con un jardín muy descuidado, es justo lo que he querido toda mi vida. Una cosa llevó a la otra, no era que estuviera buscando algo así. Me sentía sola y tomé un camión fuera del centro, fui a caminar… y bueno, simplemente di con ella. Es pequeña y rústica, un poco vieja y muy aislada; pero estoy seguro de que se verá preciosa cuando termine de arreglarla. Es la única casa en pie sobre esa calle, las demás han sido demolidas. Fue amor a primera vista —qué cliché, ya lo sé. Me acerqué a mirarla bien y encontré un letrero de que la rentaban. Inmediatamente me dirigí al domicilio que tenía el letrero (sabes lo impulsiva que soy) y, ¿qué crees?, ya traigo las llaves y el contrato en mi bolsa. Tal vez lo hice con demasiada urgencia, pero después de todo, el contrato es por un año, nada más. Debo llamar a la mudanza para que se lleven los muebles de mi departamento. Ya he avisado a mi casera, la señorita Esphalton; le alegró deshacerse de mí. Nunca me cayó bien, tampoco. Seguro ella ya tiene a varios clientes en espera. Debo avisar a George y darle nuestro nuevo domicilio. Hoy trajeron mis muebles. Los tontos le rompieron una pata a una de mis sillas, así que se quedaron sin propina; merecido se lo tenían. Me dijeron que la aseguradora me pagaría el daño. Lo dudo, pero no ha afectado mi buen humor. La casa es una joya en bruto. Está llena de polvo y necesita algo de pintura, pero una joya es una joya. Tiene una cocina, una sala y un estudio bajo las escaleras; dos grandes dormitorios y un pequeño cuartito de aseo arriba; por encima, hay un enorme ático. Traje a alguien para que reparara unos agujeritos en los muros y una ventana rota. Necesitaré cambiar ese cristal de todas formas, está cubierto de mugre. No hay goteras, e incluso el ático no está demasiado desvencijado; la azotea no tiene grietas tampoco, no me quedé mucho ahí arriba, pero quise revisarla. No me gustan los áticos. La sala tiene un hogar para el fuego con remates flamencos, al lado hay un espejo enorme, un poquito manchado. Creo que mañana iré al centro a buscar un tapiz que combine. Deberé pasar por algo de mis ahorros al banco, también; no me ha quedado mucho después del depósito y los dos meses de renta. George me mandó una carta muy bonita. Le está yendo bien, y espera terminar su reportage du coeur de Paris, más pronto de lo que había pensado. Le ha emocionado mucho saber de la casa, no puede esperar a verla, aunque también dice que hubiera preferido estar ahí para inspeccionarla él mismo antes de que me cambiara. Debería de comenzar a dar una buena limpiada, pero no me siento con ánimo. No suelo ser así, creo que es el calor. Estos últimos días, el sol parece un carbón encendido en el pobre cielo, y la casa parece estar asándose a las brasas. Espero que llueva pronto, debe faltar poco. Me encantaría salir a dar una vuelta y regresar empapada por una lluvia repentina. Di un pequeño paseo esta mañana para buscar alguna tienda en dónde hacer despensa. Cuando regresé, me dio la impresión de que había alguien en la casa, esperándome. Sólo fue eso, una impresión; no había nadie. De cualquier forma, todo el día he tenido la sensación de que alguien está en la casa, mirándome, espiándome. No soy una mujer nerviosa. Quité el espejo junto al hogar del fuego porque me dio un susto de muerte cuando me levanté hoy. Cuando venía bajando las escaleras vi que alguien subía, de reojo. Todavía estaba medio dormida, siempre estoy así antes de mi primer taza de café; obvio, era sólo mí reflejo. Me sentí mejor en cuanto lo quité, puede verse el lugar en donde estaba por la silueta oscurecida sobre el tapíz. No puedo escribir mucho, estoy nerviosa; el menor ruidito afuera me hace saltar como si la tierra se abriera bajo mis pies. Alguien me está mirando, alguien me sigue con la vista a donde quiera que voy. Llegó otra carta de George, corta y escrita a prisa. Un imprevisto ha ocurrido y no podrá volver hasta terminado Agosto. Un horrible descubrimiento: debe de haber ratas en la casa. Las escuché andar por el ático. Me levanté y cuando fui a asomarme, pude ver algo pequeñito, huyendo hacia la oscuridad. Me quedé ahí mirando, sintiéndome observada, vigilada. Le puse seguro a la puerta. Mañana voy a comprar una dosis de veneno y un gato gordo y enorme. Puse a la gata en el ático y dejé la puerta entreabierta, para que pudiera ir y venir a su antojo. Más tarde, escuché que la puerta crujía. Subí con una lámpara de mano, y pude ver algo pequeño que se alejó del haz de luz. Cuando bajé, la gata estaba delante de la puerta, arañándo para salir. No he podido agarrarla, los únicos resultados de mi persecución son los rasguños que me dejó en las manos. Encontré a la gata tirada en la sala por la mañana. Estaba muerta, su cuerpo no estaba lastimado, ni nada. Tenía los ojos y el hocico muy abiertos en un gesto que daba la impresión de sorpresa. Un charquito de sangre y saliva había hecho un charco entre su hocico y el suelo. Debe haber estado enferma desde que la compré. Al principio quise ir a quejarme con el dueño de la tienda de mascotas, pero mejor lo dejé así. Subí a registrar el ático, pero no encontré nada. Le volví a poner seguro a la puerta. No me molestaría comprar otro gato, me comienzo a sentir algo sola. Otro descubrimiento, un poco tétrico esta vez. Mientras estaba caminando por el jardín, me tropecé con algo. Cuando hice a un lado la hierba mala, me di cuenta de que era una piedra grande y lisa; encajada en el suelo. Mirándola de cerca, tenía algunas marquitas a las que no les encontré forma hasta que me di cuenta de que eran letras, formando un nombre, que después de pasarle la mano una o dos veces, pude leer: Francesca Denverra. Los números de abajo parecían formar fechas, pero estaban muy desgastados. Una de ellas era de 1800. Una lápida vieja. Una tumba. Una tumba en mi jardín. La primer cosa que voy a hacer mañana es quejarme con mi casero para que la quite. El casero no estaba en casa, así que le dejé una nota, volveré a buscarlo mañana. Quería un jardín en mi casa, no un panteón privado. Cada día parece traer nuevos descubrimientos. Volví a escuchar los arrastres en el ático, así que decidí poner el veneno. Cuando lo estaba poniendo, encontré pedazos de papel muy amarillo en el suelo, cerca de uno de los muebles. Al abrirlo, encontré varios cuadernos dentro. Es una letra chiquita, como de araña; aunque es definitivamente de una mujer. Los cuadernos están llenos de notas para escribir novelas y cuentos. Los traje conmigo para darles una buena revisada. Para ser una mujer, sus temas son algo extraños: embrujamientos, mandrágoras, apariciones, vampiros, hombres lobo, satanismo y otras cosas por el estilo. Los títulos se explican por sí mismos: “La criatura de la tumba”, “Manos putrefactas”, “La cosa que susurraba”, “Una probada de oscuridad”… una vez que comencé a leerlas, tuve que terminarlas, aunque en realidad no me gustaron para nada. La forma horriblemente realista en la que escribió de estas cosas, como si realmente las creyera, como si las hubiera vivido; pero bueno, una vez una muchachita de dieciocho años escribió Frankenstein, y muchas otras escritoras han escrito cosas de miedo. Voy a preguntarle al casero de estas cosas también. Tal vez estos manuscritos, aunque no estén terminados, tengan algún valor bibliográfico; quién sabe, incluso podría sacar algo de dinero por ellos. Tuve una larga charla con el propietario esta mañana. Perfectamente correcto: la cosa en el jardín es una lápida. Afortunadamente, no hay nada debajo. La señorita Denverra, nacida en 1834, murió en 1917, al parecer con cierta reputación como autora. El casero me dijo que había escrito varias novelas, y que aunque él no las había leído, seguro se encontrarían en la biblioteca local. Antes de morir, le compró esta casa a un primo lejano que la había heredado. En su testamento solicitó que su tumba en el jardín no fuera perturbada. La extraña mujer había mandado a hacer su lápida muchos años antes de morir y la había puesto en donde la encontré; aunque por supuesto que fue enterrada en el cementerio. El casero había conservado la lápida, le parecía pintoresca y se negó a quitarla; argumentando que ahí no me hacía ningún daño. Como quiero conservar la casa, he tenido que dejarlo así, espero que George pueda solucionarlo cuando regrese. Aún continúo con la idea de que alguien me está observando por encima del hombro. Me da escalofríos nada más pensarlo. Fui a la biblioteca y saqué algunos libros de Francesca Denverra. El bibliotecario me dijo que lamentablemente no contaban con toda su obra, pero que habían hecho un esfuerzo para tener al menos las mejores y más importantes novelas que había escrito. Me dijo que había muerto en su mejor momento creativo. Me pareció que era todo un experto, me contó muchos detalles sobre la vida de Denverra; como que a veces trabajaba por años en un solo libro y que nunca quiso usar una máquina de escribir; viviendo sólo de sus ahorros y de las ganancias que de vez en cuando le daban sus publicaciones. Me extendió “El grito desde el ático”, “Todas las sombras del miedo” y “El ojo del vampiro”; y me dijo que si quería, también contaba con algunos libros de Machen, James y Poe; incluso algunos títulos difíciles de encontrar de Lovecraft y Hodgson; pero tuve suficiente con Denverra. Nunca me han gustado las historias de miedo, y estas sólo me interesaban porque las había escrito una mujer que había vivido en la que ahora es mi casa. Hojeé los libros. Horrible. ¿Cómo es que una mujer en su sano juicio pudo escribir sobre cosas tan blasfemas y espantosas? Siento como si los libros estuvieran llenos de maldad, podridos; me repugnan… y de alguna forma he comenzado a leerlos con mucho interés. Por fin otra letra de mi querido George. Son buenas noticias esta vez, cree que volverá muy pronto, no ha puesto ninguna fecha, pero dice que más pronto de lo esperado. Gracias a dios. No puedo esperar a que llegue. El sentimiento de ser observada ha desaparecido, duermo mucho mejor, también, las pesadillas no han vuelto. Es como si por fin la casa me hubiera aceptado como su nuevo habitante y ahora hubiera hecho las paces. He leído “El grito desde el ático” por segunda vez. Quería ir a la biblioteca por algunas historias de amor, un romance histórico tal vez; pero hace demasiado calor. Comencé a marearme en cuanto salí de la casa. ¿Cuándo lloverá? Así que no tenía nada para leer, excepto los libros de Denverra. No me resultaron tan horribles en la segunda leída, tal vez porque ahora sé qué es lo que sigue en la historia. Las vueltas de tuerca han perdido su poder, y ahora puedo prestarle más atención a los rasgos estéticos. De alguna forma, hay una belleza extraña en sus libros, algo muy absorbente; algo como lo que se encuentra en las pinturas del Bosco, o de Dalí; o en la locura hilarante de una caricatura de Topor o Gahan Wilson; incluso, la extraña y surrealista fascinación que provocan algunas cosas de Matisse. Esta tarde me quedé dormida en una silla que he puesto en el jardín. Cuando regresé a la casa, me sentía extraña, como si algo muy sutil hubiera cambiado mientras dormía; como si algo estuviera fuera de lugar. Solo después de un tiempo me di cuenta de lo que era: mis muebles, mis muebles de corte moderno no encajan con la casa. Al principio había pensado en cambiar los interiores, pero no se puede hacer eso con las casas viejas. Tal vez mejore si cambio de posición los muebles. He releído las notas de Denverra, las del manuscrito inconcluso. El bibliotecario estaba en lo cierto, sus manuscritos son grotescos, horribles, el trabajo de una mente desequilibrada; pero aún así son poderosísimos, mucho mejor escritos que casi todos los libros que he leído en este año; mucho más significativos en cuanto a su contenido y sus referencias. La literatura perdió mucho con su muerte. Había partes que debí saltarme la primera vez que leí, que parece que fueron añadidas después, en su letra de arañita. He quitado todos los muebles modernos. Intenté redistribuirlos, pero seguían degradando la atmósfera. Ahora se ve mucho mejor. Sólo me quedé con mis sillas, y bajé las viejas despensas del ático para desempolvarlas. Se ve como debió verse hace mucho: sencillo, solemne, apacible. Incluso devolví el espejo a su posición original. No podía soportar seguir mirando ese cuadro en el papel tapiz en donde debía de estar colgado. El clima es hermoso. He estado sentada en el jardín durante todo el día, sin molestarme por hacer nada. El sol me hace bien, el doctor dijo una vez, que debía de tenerlo muy en cuenta siempre, el sol. Ahora que lo pienso, ha pasado mucho desde la última vez que lo vi. No que lo necesite para nada, me siento mejor que antes, mi salud es radiante. Creo que deberé comenzar a trabajar de nuevo en uno de estos días. Sin duda mi editor estará enojadísimo conmigo otra vez, aunque ya a estas alturas debería de haberse acostumbrado. De hecho, me sorprende que no haya escrito aún, pidiéndome el manuscrito, o al menos algunas notas de inicio para mi siguiente novela. He releído mis apuntes para la estructura de la trama, son buenos; una sinopsis entera, con notas detalladas de todos los personajes centrales. Ahora solamente tengo que investigar algunas cosas, y puedo comenzar a escribir; ya tengo el título: “Metempsicosis”. Dejará atrás, por mucho, todo lo que he escrito antes. Algo muy extraño ha ocurrido esta mañana. Un joven ha llamado a la puerta, un tal George Vaarberg, recién llegado de Paris. Se sorprendió mucho al verme y comenzó a balbucear una disculpa, por equivocarse de domicilio. Me preguntó si conocía a una joven maestra, una tal Frances Denvar, que debió rentar esta casa. Le respondí que vivía sola y que nadie había vivido aquí antes de mí. Se disculpó y se fue. Me dio un último vistazo antes de andar a la calle, no estoy segura de haber visto extrañamiento o tristeza en su mirada. Me pregunto qué querría con una anciana como yo.
- Metempsicosis (輪廻転生, Rin'netenshō) es el volumen #22 del manga Naruto.
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