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| - Antes del establecimiento de los conquistadores franceses y españoles, Marruecos estaba nominalmente bajo el imperio de un sultán que gobernaba a través de una estructura estatal conocida con el nombre de majzen (literalmente, ‘almacén’), que podría traducirse por ‘corte’. El sultán, aparte de ser monarca absoluto, poseía el título de príncipe de los creyentes (amīr al-mu'minīn), una denominación tradicionalmente reservada a los califas. El sultán era, por tanto, jefe político y espiritual de Marruecos.
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| - Antes del establecimiento de los conquistadores franceses y españoles, Marruecos estaba nominalmente bajo el imperio de un sultán que gobernaba a través de una estructura estatal conocida con el nombre de majzen (literalmente, ‘almacén’), que podría traducirse por ‘corte’. El sultán, aparte de ser monarca absoluto, poseía el título de príncipe de los creyentes (amīr al-mu'minīn), una denominación tradicionalmente reservada a los califas. El sultán era, por tanto, jefe político y espiritual de Marruecos. El Rif, región montañosa de cultura mayoritariamente bereber en el noroeste del sultanato, pertenecía de lleno al Bled es-Siba (país del libre fluir o país del desgobierno). Como otros territorios independientes del sultán, no tenía una estructura de poder centralizada sino una multitud de alianzas creadas a partir de estructuras tribales y ligas políticas a varios niveles (comunidad, fracción, clan, tribu, confederación). Marruecos se encontraba bajo las miras de las potencias europeas (Francia, Gran Bretaña, Alemania y España). El Acta de Algeciras fue firmada el 7 de abril de 1906 en la susodicha ciudad entre representantes de España, Alemania, Francia y el Reino Unido. Según esta acta, España adquiere obligaciones, junto a Francia, para ejercer un protectorado en la zona de Marruecos. Para entonces Gran Bretaña desconfiaba que Alemania ganase alguna concesión colonial en Marruecos, pensando en la seguridad de Gibraltar y la posibilidad que la Kaiserliche Marine alemana obtenga una base naval en el Mediterráneo, eclipsando la situación privilegiada de la Royal Navy allí. Tanto en la parte española como en la francesa, la colonización implica que todo el poder político, económico y militar se encuentran en manos de las autoridades de la potencia protectora y de un número creciente de colonos europeos que intervienen activamente en la política colonial; al mismo tiempo, dado que se trata oficialmente de un protectorado, se mantienen formalmente algunas estructuras de poder preexistentes, que en la práctica no tienen competencia alguna más que cierta capacidad de intervención parcial en asuntos religiosos. De este modo, el sultán se mantiene simbólicamente como máxima autoridad marroquí (firma las leyes del protectorado) y es representado en la zona española por un vicario o jalifa.
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