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| - Herejía de Dorn - Legión Alfa (No Oficial)
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| - Durante la Gran Cruzada, el Señor de la Humanidad y Sus ejércitos se aventuraron por la galaxia no solo para unir a las dispersas colonias humanas en el Imperio, sino también para encontrar a los Primarcas desaparecidos. Guiado por sentidos inimaginables, la vasta mayoría de Primarcas fueron hallados por el propio Emperador, pero el más hermético de Sus hijos permanecía oculto para él. En su lugar, fue Horus el que encontró al último Primarca, y según la versión del encuentro del futuro Señor de la Guerra, tuvo lugar cuando Alpharius y sus incursores atacaron un Crucero de los Lobos Lunares. Que una banda de humanos normales pudiera haber abordado una nave Astartes ya era de por sí algo impresionante, pero que lograran evitar a las partidas de búsqueda y asaltar la cubierta de mando hablab
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| - No tienen; imitan a otras Legiones si es necesario
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| - Infiltración, sabotaje, operaciones secretas
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| - Nadie me hará traicionar a mi padre. Ninguna mentira xenos ni falsa visión me convencerá de apartarme de Su luz, sin importar lo profunda que sea la oscuridad por la que camine. Esta es la palabra de Alpharius, y por tanto será la vuestra.
- +++ No hay más tiempo. Su ejército se acerca. Debo tomar una decisión definitiva. +++
- +++ He discutido conmigo mismo sobre esto, y aun así no logro ponerme de acuerdo. Una mitad de mí ansía enfrentarse a Guilliman, lo desea más allá de toda lógica y razón. La otra sabe que no ganaría nada de semejante acto, que estoy siendo cegado por el odio. Al venir aquí a Eskrador en tales números y dejar Macragge abierta a un ataque, Guilliman ya ha perdido. Enfrentarme a él ahora en combate abierto solo jugaría en su favor, y sería arriesgarse sin necesidad a darle una victoria. +++
- +++ Está decidido. Dejaré que los Ultramarines disfruten su vacía victoria, mientras su mundo natal es arrasado. Me he jurado a mí mismo que no regresaré al Imperio hasta que Guilliman esté sufriendo el infinito tormento que merece con justicia, pero eso ocurrirá con mis propias condiciones... No ocurrirá hoy. +++
- ... una increíble confluencia de sucesos que solo puedo atribuir a la divina bendición del Emperador sobre nuestra invasión. Nuestra primera señal fue que las famosas defensas planetarias de Luycen, que creíamos que habían sido capturadas prácticamente intactas, estaban totalmente silenciosas. Parecía que el alto comandante enemigo había sido asesinado por uno de sus subordinados poco antes de nuestra llegada, y que la consiguiente lucha de poder para sucederle había arrojado a los traidores, bueno, al caos, si se me permite la broma. [El sujeto sonríe nervioso] Esperábamos que fuese una campaña dura y brutal, pero con el enemigo así de desorganizado, e incluso la ciudadanía alzándose en su contra con guerrillas, habíamos liberado el planeta y acorralado a los últimos herejes cinco semanas después de nuestra llegada. [El sujeto ríe] Con esa clase de suerte, ¿quién necesita a los Astartes?
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Saga
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Nombre
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Autor
| - Primarca Alpharius a su Legión, tras la Batalla de 42 Hydra Tertius
- Bitácora personal de Alpharius
- Interrogatorio a un Soldado Imperial
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imagen
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abstract
| - Durante la Gran Cruzada, el Señor de la Humanidad y Sus ejércitos se aventuraron por la galaxia no solo para unir a las dispersas colonias humanas en el Imperio, sino también para encontrar a los Primarcas desaparecidos. Guiado por sentidos inimaginables, la vasta mayoría de Primarcas fueron hallados por el propio Emperador, pero el más hermético de Sus hijos permanecía oculto para él. En su lugar, fue Horus el que encontró al último Primarca, y según la versión del encuentro del futuro Señor de la Guerra, tuvo lugar cuando Alpharius y sus incursores atacaron un Crucero de los Lobos Lunares. Que una banda de humanos normales pudiera haber abordado una nave Astartes ya era de por sí algo impresionante, pero que lograran evitar a las partidas de búsqueda y asaltar la cubierta de mando hablaba de un individuo excepcional al mando de todo. Afortunadamente, la mirada de reconocimiento que los dos hermanos intercambiaron cuando se disponían a atacarse fue suficiente para detener la lucha, en los siguientes meses se forjó un irrompible lazo de amistad entre ellos. Extremadamente contento por la noticia de que Su último hijo había sido encontrado, el Emperador decretó que Él, Alpharius y cuantos Primarcas fuese posible reunir se encontrarían en Terra para celebrar este importante suceso. Fue una fiesta de especial magnificencia, y cada hermano habló de las maravillas que había visto y de las victorias que habían obtenido en nombre de su padre. Ese día, Alpharius escuchó muchos ejemplos distintos de cómo un Astartes podía luchar, pero se quedó con la certeza de que ninguno de ellos era su estilo propio. Al tomar el mando de la Vigésima Legión, enseñó su propia filosofía única en cada uno de sus Marines Espaciales: derrotarían a sus enemigos no mediante la aplicación de la pura fuerza bruta, sino con astucia, subterfugios y engaños. Asimismo, eligió para ellos un nombre que proclamaba audazmente sus inteciones, y decidió que demostrarían ser dignos de llamarse a sí mismos la Legión Alfa. Debido a su estilo personal de combate, no precisaban dedicar tantos Astartes a cada Flota Expedicionaria como otras Legiones. Esto hizo que la Legión Alfa pudiera ayudar a un gran número de expediciones que operaron por el este del Segmentum Solar y las fronteras occidentales del Segmentum Ultima. En vez de dirigir las expediciones, como era normal entre los Astartes, actuaban como una vanguardia encubierta que operaba muy por delante de la fuerza principal. Cuando el Ejército Imperial llegaba, encontraba mundos sumidos en el desorden, con las defensas desactivadas e incapacitados para resistirse a la invasión Tanto éxito tuvieron estas tácticas, que sus expediciones pronto entraron en contacto con las de los Ultramarines, que avanzaban en dirección oeste desde su base en la Franja Este de la galaxia. Las diferencias filosóficas entre las dos Legiones generaron un importante malestar, pues la Legión Alfa consideraba a los Ultramarines faltos de imaginación y encorsetados por las reglas prescritas por su Primarca. Por su parte, los comandantes Ultramarines, como Lord Kharta y el Capitán Orar, condenaron públicamente las tácticas de la Legión Alfa como deshonrosas, contraproducentes e indignas de los Astartes. Afirmaban que la Legión Alfa mostraba una desagradable despreocupación por las bajas civiles que sus actos causaban, y que esto animaba al resentimiento contra el Imperio una vez seguían avanzando. La cuenta de victorias de Alpharius fue, además, descartada, al considerarlas el resultado de las valientes acciones del Ejército Imperial en apoyo de una Legión débil y sin experiencia. Estos choques verbales llegaron al clímax durante un encuentro entre los Primarcas de las dos Legiones, que según se dice acabó con Roboute Guilliman ordenando a la Legión Alfa "salir del espacio Ultramarine" y diciendo que deberían dejar la Gran Cruzada para los verdaderos Astartes. Aparte de este agrio incidente, la Gran Cruzada fue una época de gran optimismo para el Imperio, pues los mundos largo tiempo aislados de Terra fueron reunidos por fin, y la oscuridad de la superstición fue apartada por la racionalidad de la Verdad Imperial. El Emperador había decidido hacer esto, en parte, para suprimir toda investigación sobre la verdadera y esotérica naturaleza de la Disformidad, creyendo que permitir que la existencia del Caos fuese conocida por todo el mundo sería suficiente para hacer que algunos lo adorasen. Ni siquiera a Sus hijos Primarcas les confió esta información, aunque algunos descubrieron aproximadamente la verdad por sí mismos. Al ser particularmente hábil a la hora de determinar quién era la mano oculta tras los sucesos, Alpharius fue uno de estos pocos. La preocupación por este asunto aumentó especialmente cuando los habitantes adoradores del Caos de un planeta al que estaban intentando anexionar al Imperio usaron magias disformes para destruir el planeta antes que admitir la derrota. Mediante una meticulosa investigación de esta nueva amenaza, descubrieron que las destructivas intenciones de los Poderes Ruinosos se extendían mucho más allá de meros planetas individuales: deseaban hundir a la galaxia entera en sangre y fuego. "Nadie me hará traicionar a mi padre. Ninguna mentira xenos ni falsa visión me convencerá de apartarme de Su luz, sin importar lo profunda que sea la oscuridad por la que camine. Esta es la palabra de Alpharius, y por tanto será la vuestra." —Primarca Alpharius a su Legión, tras la Batalla de 42 Hydra Tertius La clave de esto era un insidioso plan de una cábala de razas xenos que buscaba hacer que el Señor de la Guerra Horus sucumbiese a una posesión demoníaca y lanzase al Imperio a una catastrófica guerra civil. A pesar de someter a los conspiradores xenos a los interrogatorios más terribles y persuasivos, no pudieron averiguar dónde o ni siquiera cuándo tendría lugar esta posesión. Consiguieron enterarse, no obstante, de que la muerte de un Capellán de los Portadores de la Palabra llamado Erebus era vital para los planes de los alienígenas. Quizá fuese un signo de su paranoia y de su amor por los secretos, pero en vez de simplemente informar al Señor de la Guerra de la amenaza contra su persona, decidieron seguir a escondidas al Capellán Erebus y asegurar su seguridad. De esta forma, la emboscada que los alienígenas habían preparado para el Portador de la Palabra fue evitada, y Erebus se reunió con la flota de los Hijos de Horus sin llegar a enterarse jamás de que su vida había estado en peligro. Cuando Horus fue derribado en la luna de Davin por una enfermedad inexplicable incluso para los mejores Apotecarios, el Capellán Erebus demostró su inmensa valía. Reconoció la aflicción como lo que verdaderamente era, y ayudado por el poder psíquico de Magnus de los Mil Hijos, logró exorcizar a la entidad demoníaca y salvar al Señor de la Guerra. La Legión Alfa asumió que la amenaza había sido eliminada, pero tristemente habían subestimado la astucia y la sutileza de su Gran Adversario.
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