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| - Lo que a continuación leerán se trata de un escrito de cierta persona (cuyo nombre prefiero dejar en el anonimato) quien presa de la locura acabó con su vida en medio del fragor de una serie de sucesos desagradables, productos de los trastornos que poco a poco se fueron apoderando de su mente. No es el punto en cuestión lo ocurrido a raíz de su demencia, ni la forma en que murió, como tampoco los innumerables dichos que circularon en la ciudad y alrededores, lo importante es remarcar el título de loco que se había ganado, y probablemente por entendibles motivos, pero hay algo que yo sé y que el resto ignora, tengo en mi poder una carta, redactada por el mismo “loco”, que quizás les muestre otra realidad, diferente de la que por allí comentan. La trágica tarde en que su vida culminaba como resultado de un paro cardiorrespiratorio, durante la inspección de sus pertenencias, encontré sobre una cómoda del dormitorio un papel escrito, y me tomé el atrevimiento de llevármelo conmigo. Sin más preámbulo, fue esto lo que redactaban sus palabras: “Ya no soporto esta situación, ya no lo tolero, ¿qué es? No logro apartarlo de mi cabeza, está allí, aunque no siempre me hable o no le vea, sé que está allí, observándome desde algún rincón. Aunque intente entender qué quiere de mí, llegué a la conclusión de que lo que necesita ya lo tiene, que nada más podré hacer porque mi sufrimiento es su alimento, su placer, su aire, mi horror. A veces no está, y a veces, cuando menos lo espero, lo veo, neutro, con su semblante melancólico, chupando mi cordura con su mirada, negra de cuencas vacías y oscuras, son segundos visuales, pero parecen eternos, tiene la capacidad de erizarme el espíritu y cada nervio de mi cuerpo. Le tengo mucho miedo. Me sigue, vaya donde vaya él estará, en las horas de vigilia suele mirarme silenciosamente, pero cuando duermo, allí es cuando me habla y sonríe. Su boca es pequeña, pero cuando ríe su sonrisa se vuelve inmensa y perversa, de dientes grandes y amarronados, sus ojos no se ven, no estoy seguro si los tiene o no, sólo es negrura, aunque su mirada penetrante se siente patente, aun si no lo ves, cuando él te observe sabrás que está allí. Tiene los rasgos faciales extremadamente acentuados, su pellejo es sumamente pálido, unos mechones de cabello nacen de la parte superior de su inmenso cráneo cayendo apenas por su frente arrugada, y una cicatriz bien marcada surca su rostro desde el mentón hasta el labio inferior de la boca. Sus harapos oscuros parecen querer sumirlo siempre en la oscuridad, de manera que su rostro demoníaco surja bruscamente de ella para hundirme en el más horrible pánico. Por las noches aparece en el sueño, sonriente y macabro. Me habla, lo miro y no puedo moverme, me exige que cumpla sus mandatos a cambio de mi libertad, jamás le hablo, cuando él está simplemente nada puedo hacer, más que desear nunca volver a dormir, o morir. Durante el día no ríe, no habla, casi inerte sólo me mira y me infunde miedo. Cierta noche, cuando en sueños vino a mí, por primera vez tuve el valor de hablarle -déjame en paz- le dije, lanzó una carcajada demoníaca como nunca antes lo había hecho, y me respondió –yo estoy en todos en todas partes, nunca me marcho- y continué -¿qué eres? ¿qué quieres de mí?- rio estrepitosamente una vez más, y al cabo de unos segundos me dijo –yo soy el miedo- hizo una pausa y prosiguió –y ahora conocen mi rostro. Aquí estoy en estos momentos redactando desesperadamente estas líneas, con el afán de que quizás de esta forma me deje en paz y busque a alguien más, aunque no deja de ser sólo una triste y desesperanzada ilusión, pues él siempre está, aquí, allá… junto a ti mismo.” En la otra cara del papel se encontraba este bosquejo:center|250px NevermorE88 (discusión) 04:56 6 may 2014 (UTC) Categoría:CO Categoría:Sueños/Dormir
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