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| - De seguro han oído la palabra screenager. Es así como se les conoce a los adolescentes que pasan mucho tiempo frente a una pantalla, sea de una tablet, del televisor o de la computadora. La historia es real, lo sé porque le pasó a mi amigo Joe, él era un screenager el que, si no fuera por mí, no tendría vida social de ningún tipo. Joe solía llamarme para contarme sobre un nuevo gadget que consiguió, o para pedirme que lo acompañara a comprar juegos. Vivía en su mundo de fantasía. Yo era el único contacto en su celular. Pero ese día no llamó. Me parecía extraño, porque siempre que salía me llamaba para que lo acompañara, y como había dicho, no tenía vida social.
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| - De seguro han oído la palabra screenager. Es así como se les conoce a los adolescentes que pasan mucho tiempo frente a una pantalla, sea de una tablet, del televisor o de la computadora. La historia es real, lo sé porque le pasó a mi amigo Joe, él era un screenager el que, si no fuera por mí, no tendría vida social de ningún tipo. Joe solía llamarme para contarme sobre un nuevo gadget que consiguió, o para pedirme que lo acompañara a comprar juegos. Vivía en su mundo de fantasía. Yo era el único contacto en su celular. Pero ese día no llamó. Me parecía extraño, porque siempre que salía me llamaba para que lo acompañara, y como había dicho, no tenía vida social. Fui a su casa. Imaginen mi sorpresa cuando encontré patrullas y ambulancias frente a su casa. Corrí hasta allá y pregunté que había pasado. "Encontramos el cuerpo sin vida de un joven dentro de la casa, llevaba muerto alrededor de seis horas. Estaba sentado mirando el televisor encendido y con un control de videojuego en las manos, creemos que murió de un infarto mientras jugaba", me dijo un paramédico. Era imposible, Joe no tenía historial de enfermedades cardíacas. Era más probable que muriera de un ataque de asma. Una semana después recibí un SMS, venía de Joe. Lo primero que pensé fue que alguien había robado su celular. El mensaje decía algo como "estoy fuera de la realidad, i kn c u" se veía como escrito por Joe, porque usaba muchas abreviaciones, característico de él. Supuse que tal vez era una broma de mal gusto, pero nadie lo conocía como yo. En otra ocasión revisaba mi perfil de Facebook y para mi sorpresa, Joe estaba conectado y hasta trató de chatear conmigo. Su mensaje decía "c q stas ai, soy joe, qn t v x la pantalla". Traté de responder pero estaba frío del miedo. Su foto de perfil estaba pixeleada. Durante los siguientes días seguí recibiendo mensajes suyos, pero no creía que de veras fuera él. Estaba nervioso y asustado como nunca. Recibí un email también de Joe, con un video. Lo reproduje. Era su cara pixeleada en un fondo negro y colores como de una radiografía, sus ojos huecos con unos pequeños puntos blancos en el centro y una sonrisa desquiciante. Decía que yo era su único amigo, que se sentía solo en el mundo virtual y que quería compañía. También decía que nunca me dejara en paz hasta que yo entrase a vivir en su nuevo mundo, acosándome a través de la tecnología y sus ventanas, las pantallas. Luego recibí muchos mensajes en mi celular, todos de Joe, y decían cosas como "estoy atrapado fuera de la realidad" o "me siento solo" o "vuélvete virtual". Le envié un mensaje, "¿De verdad eres tú?", y solo respondió, "Te veo todo el tiempo, ven conmigo". Me aterrorizaba su insistencia, además de que sentía su mirada penetrante y sin alma. "Atrapado fuera de la realidad. No conoces la verdadera soledad", lo repetía una y otra vez. Desde ese día, Joe no dejaba de tratar de contactarme. Lo veía en todas las pantallas de los aparatos que usara. Su rostro horrible y pixeleado no dejaba de seguirme. Saturaba mi bandeja de e-mail. Era como un virus, porque borraba información de mi disco duro. Su cara aparecía repentinamente en la pantalla de mi computadora mientras estaba en mis asuntos. Sentía tanto pánico que deseaba que solo fuera una pesadilla y podía oír su voz distorsionada gritando por los parlantes. No paraba de acosarme. No paraba de tratar de convencerme de entrar a acompañarlo, alegando que su mundo era mejor que el mío, que podría ser inmortal, pero yo sabía que a un alto costo: nunca poder salir de ahí, y sentirme igual de solo y miserable que él. Cambié mi número de celular, hasta me di de baja en todas las redes sociales, pero aún así me molestaba porque ni siquiera podía ver la TV a gusto sin que apareciera estática en la pantalla y entre las líneas se viera su rostro gritando, llamándome. Esto será lo último que escribiré en una computadora, antes de deshacerme de todos mis gadgets, mudarme y empezar de nuevo alejado de la tecnología, pero eso sí, dentro de la realidad. Categoría:Internet Categoría:Fantasmas
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