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| - thumb|340px Otra cegadora descarga de plasma hizo estragos entre las filas de los necrones, arrancando de cuajo fragmentos de metal fundido de los cuerpos de los guerreros. Entre la bruma azulada, los constructos de hueso espectral y los ágiles Guardianes Eldar acechaban esperando el momento de atacar a la falange de Necrones reunida en torno a la parpadeante puerta del dolmen. Entonces, desde el otro lado del ondeante portal, un Monolito cruzó entrando en la realidad, con su inmensa sombra cubriendo al ejército Eldar. Sin otro sentimiento que el desprecio por sus enemigos de antaño, el Némesor Orunakh emergió de la puerta de la eternidad del Monolito, con su atuendo cubierto de una nube de danzarinas chispas de energía verdosa. Tras él marchaban Inmortales y legiones de guerreros de la Di
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| - thumb|340px Otra cegadora descarga de plasma hizo estragos entre las filas de los necrones, arrancando de cuajo fragmentos de metal fundido de los cuerpos de los guerreros. Entre la bruma azulada, los constructos de hueso espectral y los ágiles Guardianes Eldar acechaban esperando el momento de atacar a la falange de Necrones reunida en torno a la parpadeante puerta del dolmen. Entonces, desde el otro lado del ondeante portal, un Monolito cruzó entrando en la realidad, con su inmensa sombra cubriendo al ejército Eldar. Sin otro sentimiento que el desprecio por sus enemigos de antaño, el Némesor Orunakh emergió de la puerta de la eternidad del Monolito, con su atuendo cubierto de una nube de danzarinas chispas de energía verdosa. Tras él marchaban Inmortales y legiones de guerreros de la Dinastía Sautekh. En apretadas filas, los Necrones avanzaron hacia las líneas de disparo Eldars, sus cuerpos metálicos repeliendo la tromba de disparos enemigos hasta convertirla en una lluvia de chispas. Los guerreros del Líder Supremo devolvieron el fuego a medida que ganaban distancia, y todo se convirtió en un ensordecedor estruendo de rayos gauss y disparos de proyectiles shuriken. Los Eldars, lejos de amedrentarse ante la llegada de estos nuevos oponentes, mandaron sus fuerzas al contraataque con furia renovada. Las Vypers y motos a reacción surgieron de la niebla azulada mientras los gigantescos andadores de hueso espectral disparaban sus armas de plasma contra los Necrones, abatiendo a grandes grupos de guerreros enemigos con cada descarga incandescente. Reaccionando en cuestión de microsegundos, Orunakh invocó al resto de su ejército, que apareció a través de la puerta del dolmen rodeado por una tempestad de relámpagos verdosos. Cruzando la tenue cortina de luz de los cielos aparecieron más Monolitos, con sus portales brillando pálidamente, mientras numerosas naves de ataque en forma de media luna descendían aullando y escupiendo muerte con sus armas. Orunakh llegó hasta las primeras filas de Eldars y empezó a cercenar miembros de aquellos frágiles mortales con su dáculus, describiendo grandes arcos de sangre. Junto a él, su Guardia eliminaba a cualquier Eldar lo suficientemente insensato como para intentar golpear al Líder Supremo. Pese al implacable avance de Orunakh, los Eldars aguantaron. A tan corta distancia sus armas demostraban ser letales contra los Necrones, cortando extremidades y perforando cráneos metálicos con su lluvia incesante de shurikens. Enseguida una verdadera alfombra de necrones cubrió el suelo entre Orunakh y sus enemigos. Con un lento y dramático gesto, el Líder Supremo reveló un brillante orbe esmeralda, del que enseguida empezaron a surgir rayos relampagueantes que bañaron de energía verde el maltrecho suelo. Allí donde los relámpagos tocaban a los Necrones caídos, sus miembros volvían a unirse y hasta los más destrozados guerreros se recomponían y ponían de pie. Antes de saber siquiera qué estaba ocurriendo, los Eldar fueron masacrados por aquella oleada de enemigos recompuestos, entre gritos que quedaban ahogados por el paso marcial de millares de pies metálicos.
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