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| - Era una gloriosa mañana de junio, y Ashley Whitehall estaba asomada a la ventana de su dormitorio en la residencia de estudiantes con los codos apoyados en el alféizar y una mirada soñadora en los ojos. Los edificios del campus universitario eran de estilo gótico, y parecían sacados de otro siglo, pero eran las vastas extensiones verdes lo que más le gustaba a la joven. ¡Era un cambio tan grande comparado con el sofisticado apartamento de Nueva York donde tendría que pasar sus vacaciones...! Temía el momento en que tendría que subirse al avión y dejar de ver por un mes su querida universidad de Connecticut, y a su amiga y compañera de cuarto, Vanessa Devereaux. El aire de la mañana era algo fresco, a pesar de ser verano, y la bata de franela que tenía puesta sobre el pijama apenas la abrig
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| - Era una gloriosa mañana de junio, y Ashley Whitehall estaba asomada a la ventana de su dormitorio en la residencia de estudiantes con los codos apoyados en el alféizar y una mirada soñadora en los ojos. Los edificios del campus universitario eran de estilo gótico, y parecían sacados de otro siglo, pero eran las vastas extensiones verdes lo que más le gustaba a la joven. ¡Era un cambio tan grande comparado con el sofisticado apartamento de Nueva York donde tendría que pasar sus vacaciones...! Temía el momento en que tendría que subirse al avión y dejar de ver por un mes su querida universidad de Connecticut, y a su amiga y compañera de cuarto, Vanessa Devereaux. El aire de la mañana era algo fresco, a pesar de ser verano, y la bata de franela que tenía puesta sobre el pijama apenas la abrigaba. Era una suerte que Vanessa ya hubiera bajado, pensó, porque si hubiera estado allí en ese momento, la habría reprendido por su impulsividad al abrir la ventana de par en par. Vanessa no era nada impulsiva. En ese aspecto era igual a su hermano mayor. Ashley se estremeció ligeramente. Tal era la reacción que le provocaba el sólo pensar en Zac Devereaux. Habían chocado desde el primer momento en que se conocieron. Y es que, por mucho que las demás chicas de la residencia suspiraran por el alto ranchero, Ashley únicamente sentía deseos de salir huyendo cuando lo veía aparecer. A lo largo de los cinco años que Vanessa y ella llevaban siendo amigas, Zac le había dejado muy claro que no le tenía simpatía precisamente. Y todo, ¿por qué? Por culpa de la impresión errónea que tenía de ella, y contra la cual Ashley no podía luchar. Nada de lo que pudiera decirle cambiaría las cosas. Su opinión de ella era tan injusta como el modo en que la trataba, y aquello había hecho que hubiera acabado temiendo las visitas al rancho Devereaux en Canadá. El día anterior habían terminado las clases, y Ashley tenía el presentimiento de que una vez más su amiga iba a invitarla a pasar las vacaciones de verano con ella y su familia. Zac Devereaux volaría en su avioneta desde Calgary hasta Connecticut para recoger a su hermana... y, como las últimas veces, ella buscaría una excusa para no ir. Dejó escapar un pesado suspiro. Por lo menos Vanessa tenía una madre, un hermano, y un hogar esperándola. Ella no tenía a nadie, excepto a su tía Jennifer, hermana de su difunto padre, que en aquellos momentos estaba en la Riviera con su último amante, así que su apartamento de Nueva York, donde iba Ashley durante las vacaciones, estaría más vacío que nunca. Al menos tenía el consuelo de que con la llegada del verano, la agencia de modelos para la que trabajaba desde los quince años tendría algunas ofertas para ella. Siempre había considerado una inmensa suerte el tener una buena figura y unas facciones armoniosas, ya que así al menos tenía un modo de pagarse los estudios y sus gastos personales. En la agencia estaban encantados con ella. De hecho, si tenían alguna queja, era que opinaban que estaba desperdiciando grandes oportunidades al no dedicarse a ello por entero. Ashley se apartó de la ventana y la cerró. Su pertenencia al mundo de la moda era lo que hacía que Zac la despreciase como la despreciaba. Tenía la opinión de que todas las modelos eran unas descarriadas, y el hecho de que su tía Jennifer fuera conocida por sus sonados idilios no ayudaba demasiado. Era un hombre anticuado y estrecho de mente en lo respectivo a la permisividad de la sociedad moderna. Él podía permitirse tener un romance, pero le parecía que una mujer soltera que hiciera lo mismo no podía considerarse decente. Ashley nunca olvidaría el día que Vanessa se lo había presentado. Ellas se habían conocido a los quince años en un internado al que sus padres las habían mandado, y desde entonces se habían hecho amigas íntimas. Ashley había esperado que la familia de Vanessa fuese tan abierta y cariñosa como ella, y precisamente por eso se había llevado un shock aún mayor el día que Zac se había presentado en el internado para recoger a su hermana y llevarla al rancho de la familia en las afueras de Calgary para pasar allí las Navidades. El ranchero la había mirado de arriba abajo, de un modo que la había violentado, y había recibido con expresión torva el alegre anuncio de su hermana de que la había invitado a ir con ellos.
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