abstract
| - Esta es una historia verdadera que ocurrió hace años en la Universidad del Sur de California USC. En ese lugar había un profesor de filosofía que era un ateo consumado. Siempre gustaba de demostrar que Dios no existía y sus alumnos evitaban discutir con él debido a su impecable lógica. Por 20 años impartía su clase y nadie jamás tuvo el valor de enfrentársele. En el último día de clases de cada semestre siempre se dirigía a sus estudiantes con estas airadas palabras: “Si hay alguien entre ustedes que crea en Jesús, ¡levántese!” Ellos sabían lo que el profesor diría a continuación: “Porque en verdad os digo, cualquiera que cree en Dios es un ignorante. Si un tal Dios existiera, detendría en el aire este pedazo de tiza para que no se rompiera. Eso probaría que Él es Dios, sin embargo, en todo el tiempo que he sido profesor jamás ha sucedido.” Y como cada año, siempre dejaba caer la tiza y esta se rompía en varios pedazos. Los alumnos nunca decían nada, solo miraban. Muchos se convencían de que Dios era solo un personaje mitológico que no desapareció como los dioses grecorromanos. Como es obvio, sí había cristianos en sus clases, pero nunca se atrevían a dar un paso al frente para defender su fe como lo hacían los primeros cristianos, (tal vez porque sabían lo que les sucedió a aquellos primeros cristianos). Pero he aquí que hace poco años hubo un estudiante de primero que tuvo que inscribirse a la clase del terrible profesor ateo. Era un cristiano de esos que se dan golpes de pecho y de los que hay muchos todavía. Había escuchado las historias acerca de este hombre, pero tenía que tomar esa clase para poder tomar una maestría y se moría de miedo. Durante el semestre se la pasaba rezando cada mañana para tener el valor de pararse a enfrentar la dura prueba del maestro sin importarle lo que éste o los alumnos dijeran. Nada quebrantaría su fe. Y el día llegó. El profesor se levantó de su escritorio y dijo: “Si hay alguien entre ustedes que crea en Jesús, ¡levántese!”. El muchacho se levanto de su asiento y el profesor y los demás alumnos se le quedaron viendo. El venerado profesor gritó: “¡Eres un tonto y un necio! Si Dios existiera en verdad, detendría en el aire este pedazo de tiza para que no se rompiera!.“ En eso, procedió a dejar caer el pedazo de tiza, pero se le resbaló de los dedos y rebotó en el antebrazo y de ahí fue a dar a los pliegues del pantalón deslizándose suavemente hasta llegar al zapato, rodando sin romperse en el suelo. El profesor quedó boquiabierto mirando la tiza. Levantó la mirada hacia el joven y salió corriendo del aula de clases con las manos sobre el rostro. El joven caminó al frente del salón y compartió su fe con sus compañeros por el resto de la hora que duraba la clase. Los 300 estudiantes de quedaron a escucharlo hablar del amor de Dios y del plan que este tiene para todos los hombres de buena voluntad y del poder del Gran Jesús. Y todos salieron jubilosos a los patios de la Universidad para dar testimonio de su nueva fe. Cuentan que algunos alumnos se lanzaron al piso llorando pidiendo perdón por ser necios ateos. En algunas versiones de la historia es un vaso de precipitado o un huevo lo que se deja caer en vez de un pedazo de tiza.
|