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| - La fortaleza estaba atravesada en cada nivel por un entramado de túneles horizontales, por los que viajaban vagones capaces de transportar tropas y equipo a cualquier punto del edificio. Cada uno de ésos túneles partía de un pozo central que iba desde el extremo superior de la fortaleza hasta los subniveles más profundos, las zonas de procesado de deshechos y demás. La Fortaleza de Ikari había sido construída por el Imperio , y tomada por los Portadores de la Palabra en un solo día gracias a la perfidia de un puñado de adoradores de Nurgle que se habían infiltrado y propagado una plaga de acción rápida que había acabado con todos los defensores. Cuando meses después, los Ángeles Sangrientos llegaron a Shenlong pisándole los talones a Iskavan el Odiado, Falkir, el castellano caótico que gobernaba el planeta, había calculado que lo más lógico sería defender todo lo posible la parte superior del cono. No se había imaginado en ningún momento que los Ángeles Sangrientos se abrirían paso a través de la roca viva gracias a sus Cápsulas de Desembarco y Thunderhawks. Fue en la Fortaleza de Ikari donde Koris, caído en la Rabia Negra y miembro de la Compañía de la Muerte, hizo su último servicio al Capítulo, matando Demonios y traidores a decenas, hasta que un antiquisimo Dreadnought del Caos le aplastó, hiriendole de muerte; lo que no evitó que el Maldito le seccionase un brazo mecánico y perforase su núcleo de energía, haciendolo estallar. También fue ahí donde el ya Sargento Rafen acabó con Tancred el Torturador, y donde Arkio el Bendito desplegó todo el potencial de la Lanza de Telesto por primera vez, decantando la victoria del lado leal pese a su inferioridad numérica. La Fortaleza volvió a pasar a manos imperiales tras la muerte de Iskavan el Odiado.
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