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| - Herejía de Dorn - Cicatrices Blancas (No Oficial)
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| - Los habitantes de Mundus Planus no saben nada del pasado de su mundo, pues la verdad se mantiene oculta en archivos mantenidos en secreto desde la Herejía. El único texto superviviente, El Terror de Quan Zhou, data de la época de la llegada del Imperio de la Humanidad a Mundus Planus, cuando sus pobladores lo llamaban Chogoris. Los largos versos describen un planeta de altísimas montañas, vastas llanuras verdes y profundos mares de color turquesa. Ciudades de piedra blanca brillaban a lo largo de las costas de estos océanos, y sus habitantes vivían próspera y confortablemente bajo el mando de su líder, el Palatino. Aunque no habían conservado más que una tecnología de la pólvora negra bastante básica, estas metrópolis eran lugares de lujo y sabiduría. Frente a sus altos muros se encontraba
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| - Mundo demoníaco desconocido
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| - ¡Por el Khan y el Emperador!
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| - Asaltos de choque, guerra de alta movilidad, acciones de acoso y operaciones prolongadas sin apoyo en territorio hostil
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| - Cuando yo era un jovencito, mi padre me honró acompañándome en una caza. Era un hombre al que muchos consideraban débil debido a mis enseñanzas, a mis sueños. Los buitres de las llanuras se lanzaron en picado contra nuestra partida. Nuestra fuerza con las armas nos dio la victoria aquel día, pero quizá habría sido mejor que mi padre hubiese muerto aquel día en vez de esta noche. "Palabras", le dije a mi padre, "promesas y pactos" eran el camino a seguir, la forma de unir a las tribus, no mediante la espada y el arco. Compartimos nuestra comida, nuestras tiendas y nuestros caballos, dimos sin pedir nada a cambio. Estaba equivocado. Las lisonjas susurradas y los sucios apretones de manos han derrotado a la alianza y han matado a mi padre, vuestro Khan. Esta noche recuperaremos nuestras tierras, nuestros hogares y nuestras mujeres. ¡Esta noche uniremos las tribus mediante el miedo!
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Saga
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Nombre
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Autor
| - Jaghatai Khan al caer la noche en los Campos de Zhangiu
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imagen
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| - Los habitantes de Mundus Planus no saben nada del pasado de su mundo, pues la verdad se mantiene oculta en archivos mantenidos en secreto desde la Herejía. El único texto superviviente, El Terror de Quan Zhou, data de la época de la llegada del Imperio de la Humanidad a Mundus Planus, cuando sus pobladores lo llamaban Chogoris. Los largos versos describen un planeta de altísimas montañas, vastas llanuras verdes y profundos mares de color turquesa. Ciudades de piedra blanca brillaban a lo largo de las costas de estos océanos, y sus habitantes vivían próspera y confortablemente bajo el mando de su líder, el Palatino. Aunque no habían conservado más que una tecnología de la pólvora negra bastante básica, estas metrópolis eran lugares de lujo y sabiduría. Frente a sus altos muros se encontraba la espartana tierra del Cuadrante Vacío, que se extendía sin cambios hasta donde la vista alcanzaba. Dispersas por las llanuras había tribus de jinetes, nómadas cuyo salvajismo y ansia de batalla eran famosas por todo el planeta. Muchas de las fábulas de las propias tribus hablaban de la terrible tribu de los Talskar y de su Khan o líder. Aunque se le llamaba de muchas formas, como Aŭdac, Ciĥttera y Mephaeta, entre los suyos era Jaghatai, el gran guerrero. Su leyenda comenzó cuando Ong, el entonces Khan de los Talskar, se encontró a un niño pequeño vagando solo por las planicies. Sabiendo que cualquier persona abandonada en su mundo moriría en cuestión de un día, se quedó sorprendido al ver que el niño había sobrevivido una luna entera. Creyendo que era un regalo del Padre del Cielo, Ong tomó al joven como hijo adoptivo. Enseñándole las artes más valoradas por su sociedad, Jaghatai se convirtió rápidamente en un maestro del arco, la espada y el caballo. Su sabiduría táctica y prudencia le hicieron ganarse el respeto de muchos de los hombres de su padre, aunque otros se burlaban de él por pretender la unión de todas las tribus de las llanuras. Sintiendo el poder y el potencial de su hijo, Ong escuchó las palabras del joven Jaghatai, acercándose a muchas tribus bajo la bandera de la paz. Inicialmente, pocos les dejaron entrar en sus campamentos, tomando tales gestos de amistad como señales de debilidad y de súplica de ayuda. Incontables veces los Talskar tuvieron que demostrar su fuerza con las armas para poder marcharse con vida. Pero, contra todo pronóstico, y gracias a la labia de Jaghatai, una creciente alianza se fue formando en torno a Ong y los Talskar. Desafortunadamente, muchos aún rechazaban a esta nueva nación y la guerra siguió rugiendo por todo el Cuadrante Vacío. Cuando la fuerza bruta no logró el resultado deseado, incursores de la tribu de los Kurayed emboscaron a Ong y Jaghatai. Padre e hijo lucharon espalda con espalda, siendo los últimos supervivientes de su partida de caza. Habilidad y coraje ganaron el día y los dos regresaron a su campamento más determinados a completar su misión que nunca. Revigorizada, la tribu unida prosperó y ganó fuerza a medida que más y más Khans se unían con sus familias al estandarte de Ong. Pronto sus vidas fueron lujosas y confortables, una rareza nunca antes vista en las estepas, donde la comida antes no era segura y los niños no podían jugar. Jaghatai era tenido por el campeón del momento, fiel a los ideales y virtudes de sus enseñanzas. Pero cuando esta joven nación florecía, el destino le jugó una muy mala pasada. Mientras cabalgaba por las llanuras un día, Jaghatai se encontró con tres jinetes de las ciudades blancas que intentaban violar a una joven de las estepas. Años de lujo no habían apagado las habilidades del Primarca, quien cortó rápidamente las cabezas de dos de los atacantes y dejó escapar malherido al tercero como advertencia para su pueblo. Jaghatai no sabía que se había condenado a sí mismo, a su padre y a su tribu aquel día, pues uno de los que había matado era uno de los hijos favoritos del Palatino. Pronto, un ejército avanzó por las llanuras en busca de venganza. El Palatino no era un idiota: conocía perfectamente las fuerzas y debilidades de su enemigo como todos los grandes comandantes. Por delante de su ejército, numerosos diplomáticos visitaron a las tribus que formaban la alianza, ofreciendo dinero, caballos y lujos incontables si se negaban a participar en la batalla. La campaña de subterfugio y sobornos logró hacer cambiar de opinión a los aliados de Ong, dejando solos a los Talskar frente a los ejércitos del Palatino en los Campos de Zhangiu. Aunque habían sido abandonados, lucharon como bestias. Fueron masacrados casi por completo antes de huir del campo de batalla. Los pocos que pudieron retirarse fueron dejados marchar en paz, pues las machacadas tropas del Palatino no querían seguir avanzando por aquel campo de sangre. Desafortunadamente para los hombres de las tribus, entre los supervivientes estaba Jaghatai, un hijo que había perdido a su padre y un hombre que había visto romperse su sueño por culpa de las debilidades de otros. "Cuando yo era un jovencito, mi padre me honró acompañándome en una caza. Era un hombre al que muchos consideraban débil debido a mis enseñanzas, a mis sueños. Los buitres de las llanuras se lanzaron en picado contra nuestra partida. Nuestra fuerza con las armas nos dio la victoria aquel día, pero quizá habría sido mejor que mi padre hubiese muerto aquel día en vez de esta noche. "Palabras", le dije a mi padre, "promesas y pactos" eran el camino a seguir, la forma de unir a las tribus, no mediante la espada y el arco. Compartimos nuestra comida, nuestras tiendas y nuestros caballos, dimos sin pedir nada a cambio. Estaba equivocado. Las lisonjas susurradas y los sucios apretones de manos han derrotado a la alianza y han matado a mi padre, vuestro Khan. Esta noche recuperaremos nuestras tierras, nuestros hogares y nuestras mujeres. ¡Esta noche uniremos las tribus mediante el miedo!" —Jaghatai Khan al caer la noche en los Campos de Zhangiu Enfurecido por su traición, Jaghatai juró que el Cuadrante Vacío moriría por su mano. Lanzándose sobre aquellos que les habían fallado, los restantes guerreros Talskar se convirtieron en demonios de las llanuras. Hallando placer en los aullidos de dolor que los rodeaban, extendieron la tortura de sus enemigos todo lo que pudieron. Aunque había sido la nación del Palatino la que había derramado la sangre de los Talskar, fueron los hombres de las tribus los que recibieron el dolor de Jaghatai multiplicado por mil. Las leyendas de Jaghatai Khan se basan en esos horrores, y tomando por derecho de conquista armaduras, caballos y mujeres, los Talskar crecieron y se hicieron fuertes. Ni siquiera una fuerza unida, como aquella con la que el mismo Jaghatai había soñado, pudo resistir su furia. Mientras el Cuadrante Vacío caía bajo el terror de los Talskar, el Imperio contactó finalmente con Chogoris. Se dice que el mismísimo Emperador caminó sobre la superficie del planeta, y que el Palatino se alió rápidamente con Él. Sintiendo la presencia de uno de Sus hijos, el Emperador vagó por el planeta en busca de uno de los mayores héroes de la Humanidad. El primer encuentro entre el Señor de la Humanidad y Jaghatai estuvo lejos de ser agradable. El Emperador halló a su hijo sentado en un trono en una tienda llena de placeres y excesos, pagada por los años de guerra. Rodeado por armaduras intrincadas, mujeres bellas y festines suntuosos, Jaghatai no era un héroe guerrero sino un temido caudillo que se ahogaba en su propio éxtasis. El Emperador estaba enfurecido por lo bajo que había caído uno de Sus hijos. En una amarga ironía, aunque el emblema del relámpago de los Talskar imitaba al Suyo propio, los dos líderes no podían ser más distintos. Este ogro había destruido donde podría haber conquistado, y aterrorizado donde podría haber gobernado, pero el Emperador estaba obligado a abrazar a este hijo Suyo. Tan simples eran los deseos de Jaghatai que el Emperador no tuvo problema en convencerle de unirse a la Gran Cruzada: bastó con hablarle de los tesoros del brillante Palacio Imperial y de la gloria que podría encontrar entre las estrellas. Con sus ojos brillando con avaricia, Jaghatai se entregó ansioso al Emperador, convirtiéndose en el Gran Khan de la Quinta Legión Astartes, a la que bautizó como los Cicatrices Blancas en referencia a las marcas tribales de los Talskar.
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