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| - 300px|right Ignatius Loyola DONNELLY (naskiĝis 1831 en Philadelphia, Pennsylvania; mortis 1901 en Minneapolis, Minnesota) estis germana verkisto, usona juristo kaj kongresano. Li famiĝis precipe pro siaj teorioj pri Atlantido. En lia libro, publikigita en 1882, "Atlantis, the Antediluvian World" (Atlantido, la antaŭdiluva mondo) li pruvis ke subakviĝinta kontinento en la Norda Atlantiko estis la loko de Atlantido, priskribita de la greka filozofo Platono. Ĝi subakviĝis dum prahistoria epoko, kaj ke nun, nur la montopintoj estas super la akvo - la acoraj insuloj. Kelkaj loĝintoj de Atlantido, supervivis la katastrofon kaj fuĝis al diversaj direktoj: Eŭropo kaj Mezameriko. Tie ili instruis la primitivajn loĝantojn pri skribo, metalurgio kaj konstruado de piramidoj. Ja certe, almenaŭ laŭ miaj scioj. left|100px He verdulaĉo! Atentu! Tiu ĉi artikolo al neciklopedioj alilingvaj ne ligiĝas. Ligilojn vi kreu! kategorio:artikoloj sen ligiloj
- La vida de Donnelly fue tan intrigante como las historias que creó. Nacido en Filadelfia (EEUU) en 1831, este hijo de inmigrantes irlandeses fue un pensador inmerso bibliotecas que vio grandes cosas en su propio futuro. Estudió abogacía pero se dio cuenta a sus veintitantos años de edad que la ley nunca sería bastante para él. Decidió entonces dirigir su carrera hacia la política. Donnelly se mudó a las vastas praderas de Minnesota y se convirtió en un especulador de la tierra, vendiéndola a los inmigrantes recién llegados al corazón de América. Su activa mente lo mantuvo inquieto, sin embargo, cambiando su afiliación política tan a menudo como las páginas de un calendario. Donnelly fue, sucesivamente, demócrata, republicano, liberal, miembro de una coalición de granjeros que luchaba contra prácticas monopolísticas en el transporte de grano, miembro de la Alianza de Granjeros y un populista. Sirvió durante tres mandatos en la cámara de representantes de los EEUU y uno en el senado de Minnesota; fue candidato a vicepresidente, y sólo faltaron menos de 150 votos para llegar a convertirse en gobernador de Minnesota. Su carrera política, a veces caprichosa y a menudo frenética, le dejó un comprensible cansancio y se dedicó a escribir para liberarse de lo que él llamaba “el sucio pozo negro de la política” A los 49 años de edad, después de devorar la popularísima novela de Julio Verne 20,000 leguas de viaje submarino (que se publicó en 1881), Donnelly terminó su obra cumbre sobre pseudo-arqueología: Atlantis: The Antediluvian world (La Atlántida: El Mundo Antediluviano). Mientras que su carrera política terminó como promesa incumplida, la Atlántida lo catapultó sobre el escenario mundial. Antes de 1890, después de solamente ocho años tras la primera edición, la Atlántida había superado sorprendentemente la vigésimotercera reimpresión número 23. El libro tuvo un éxito monumental entre el público lector y el mundo literario. Es, con rotundidad y llanamente, el libro pseudo-arqueológico más importante jamás escrito y ha constituido un referente para el diluvio de obras pseudo-arqueológicas que han venido después. Donnelly fue un escritor de talento y abrumador. Donde Platón había estado vago y oscuro, Donnelly fue directo y claro. Donde Platón estaba clásico y distante, Donnelly estaba moderno y familiar. Usando tácticas que él había aprendido probablemente en las humeantes trastiendas de la “edad dorada” de la política estadounidense, Donnelly escribía de una manera directa, cara a cara. Su meta era convencer a los lectores de que la Atlántida había sido real y que él podía probarlo. El que su “prueba” fuese completamente absurda, no parecía importarle. Con fuerza literaria y energía intelectual, Donnelly respiró vida en la Atlántida y habló a los lectores en una lengua que podían entender. Donde Platón había colocado la Atlántida “más allá de las columnas de Hércules”, Donnelly proclamó resueltamente que estaba “en el Océano Atlántico, enfrente de la boca del mar Mediterráneo”. Platón describió la Atlántida como una generosa isla que “contenía llanuras llenas de suelo fértil y tenía muchos bosques en sus montañas”. Donnelly promovió astutamente la Atlántida como “el verdadero mundo antediluviano; el jardín del Edén; el jardín de Hespérides”. Platón dijo “todo el cuerpo”de los guerreros de la Atlántida “fue tragado por la Tierra [tras] un día y noche penosos”. No fue así , proclamó Donnelly. En su afirmación más audaz, declaró con confianza que algunos atlantes habían escapado a la destrucción y habían establecido “una reproducción” de su hogar de la Atlántida en el antiguo Egipto. Habiendo así llevado su argumento a territorio inexplorado por Platón, el cielo era el límite. Donnelly desvergonzadamente afirmó que el alfabeto fenicio se basaba en el de la Atlántida (al igual que el de los mayas); que las herramientas de la edad de bronce europea se derivaban de la tecnología de los atlantes y que la Atlántida fue la localización original de la “familia de naciones” aria. Adolfo Hitler creía que los arios eran los descendientes de la Atlántida. En la elucubración de estas audazmente extrañas afirmaciones, Donnelly transportó con eficacia la Atlántida hasta el mundo moderno. Ya no estaba simplemente la isla perdida debajo del mar. Es cierto, no podemos visitarla nosotros mismos puesto que sigue estando por descubrir, pero podemos experimentar su “majestuosidad” hoy entre las pirámides y los templos del antiguo Egipto, y podemos estudiar su alfabeto examinando estelas erosionadas y textos descoloridos. Podemos incluso encontrarnos a los descendientes directos de estos distinguidos isleños sin más esfuerzo que desplazarnos a algunos de los lugares más remotos del mundo. Donnelly murió en 1901, pero los pseudo-arqueólogos más prominentes de hoy reconocen de buena gana su deuda hacia él. Charles Berlitz (famoso por sus obras sobre el Triángulo de las Bermudas) lo llamó “el Platón de atlantología moderna” en Atlantis: The eight Continent (La Atlántida: El Octavo Continente); J. M. Allen, autor de Atlantis: The Andes Solution (La Atlántida: La solución de los Andes) dijo que el libro de Donnelly “comenzó el moderno entusiasmo por la leyenda de la Atlántida” e incluso Graham Hancock, el pseudo-arqueólogo más prolífico actual, menciona la contribución de Donnelly a este tema en los reconocimientos de su popular Fingerprints of the Gods (Las huellas de los dioses).
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