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  • Relato Oficial Orkos: Memorias de Klemenk al Baz
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  • Los Orkos son una creación perfecta ¿verdad? Evidentemente, ¡son una blasfemia! Pero una blasfemia perfecta. ¡Que el Emperador proteja mi alma! ¡Qué furia! He visto incluso a hombres del Adeptus Astartes vacilar ante un asalto Orko. He oído hablar de hombres considerados héroes que han admitido que habían sentido miedo la primera vez que se encontraron ante un Orko gritando a pleno pulmón en medio del frenesí de la batalla. Y no sólo la primera vez. Cada vez. Ni tan solo el conocimiento de lo que sucederá puede prepararte para la anonadante fuerza de un asalto Orko. Pero somos los elegidos del Emperador, el miedo es nuestro aliado. Lo moldeamos y controlamos. Ante los Orkos debemos hacerlo.
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  • Los Orkos son una creación perfecta ¿verdad? Evidentemente, ¡son una blasfemia! Pero una blasfemia perfecta. ¡Que el Emperador proteja mi alma! ¡Qué furia! He visto incluso a hombres del Adeptus Astartes vacilar ante un asalto Orko. He oído hablar de hombres considerados héroes que han admitido que habían sentido miedo la primera vez que se encontraron ante un Orko gritando a pleno pulmón en medio del frenesí de la batalla. Y no sólo la primera vez. Cada vez. Ni tan solo el conocimiento de lo que sucederá puede prepararte para la anonadante fuerza de un asalto Orko. Pero somos los elegidos del Emperador, el miedo es nuestro aliado. Lo moldeamos y controlamos. Ante los Orkos debemos hacerlo. Algunas noches antes del combate, he deseado poseer una pequeña parte de esa ferocidad para compartirla con mis hombres. Somos las mejores tropas del Imperio, y no huimos ante nadie; pero aún así hemos de combatir con esa necesidad de pura destrucción. Jamás habéis estado allí. No podéis saber a que me refiero. ¿Mi primera vez? Fue en Enninbor, en las tierras bajas, durante el Asedio de la Infamia. Un doble eclipse nos sumió en la oscuridad. Veintiséis Cráneos de Sabueso cruzamos los pantanos persiguiendo en la más absoluta oscuridad a grupos aislados de unidades enemigas. Entonces llegó el caos. Eran del Klan denominado Hachaz Zangrientaz. Son traicioneros. Muy traicioneros. ¿En comparación con qué? Una buena puntualización. Todos los Orkos son salvajes y bestiales, con una ferocidad y violencia desmedida. Viven y mueren para luchar. Me he enfrentado cara a cara a Orkos del Klan Mordizko de Víbora y Goff, y los del Klan Hachaz Zangrientaz son los peores. ¿Astutos dices? Son astutos y traicioneros. Perdí seis hombres es noche. Dieciséis más cuando los Orkos se retiraron. Huyendo o simulando que huían, nos condujeron hacia donde nos esperaban sus compañeros emboscados. Me robaron a mis hombres. Me robaron la gloria. Me robaron mi ojo izquierdo. Estábamos preparados, pero no para eso. El terror, el hedor, la fuerza. Siempre te sorprenden. Cuando piensas que no pueden luchar más ferozmente, lo hacen. Cuando piensas que vas a hacerles huir, se revuelven como una víbora. Hay que conocer a los Orkos. Aprende de ellos y mátalos. No son inteligentes, pero poseen una gran astucia animal. Todos los conocimientos tácticos del Tactica Imperium pueden explotarte en la cara cuando te enfrentas a los Orkos. Son impredecibles, marrulleros y feroces. En mi vida he luchado contra muchos enemigos del Imperio. Contra todos ellos. Los Orkos son el único al que todavía temo. No hay que temer a los Genestealers y Tiránidos. Una firme voluntad y un Rifle de Fusión pueden incinerar cualquier Flota Enjambre, pero los Orkos poseen la fuerza bestial de los Tiránidos, la rapidez de los Eldars y la malevolencia de los engendros del Caos. Y son muy resistentes. Nuestras armas más poderosas golpean a los Orkos pero no los tumban. Les he cercenado miembros y aun así han seguido luchando. Se curan, parchean, regeneran y crecen. Soportan el más duro castigo y aún siguen abalanzándose sobre ti. Aún desangrándose y medio destripados, siguen avanzando con el nombre de tu muerte en sus labios y su mirada. Esa noche los Hachaz Zangrientaz sabían que estábamos confiados. Nos tentaron con la suficiente fuerza para que pensáramos que controlábamos la situación, pero a la vez suficientemente pequeña para forzar la huida. Podían oler nuestra confianza cuando los perseguíamos. Entonces dieron media vuelta y salieron de entre las sombras. Utilizaron las sombras como una capa protectora. Sus armas habían sido ennegrecidas con carbón y sus pieles las habían pintado con pinturas de camuflaje. Yo encabezaba la persecución y maté a dos, vaciando el cargador cada vez. Estábamos cantando el himno de la victoria. Delante nuestro había un grupo de árboles, una simple silueta para nuestra visión nocturna. Entonces nos atacó el resto. Primero oímos un aullido, y acto seguido Bhoran, el Marine Espacial que había junto a mí, fue atacado con un hacha, que le hizo un profundo tajo a través de la servoarmadura. Siguió gritando durante varios minutos. Ni se preocuparon por rematarle. Según su punto de vista ya estaba fuera de combate. Disparábamos sin cesar. Los fogonazos de nuestras armas nos aturdían y confundían nuestra visión nocturna. No podéis ni imaginároslo. Ceguera, caos, confusión, las escurridizas siluetas de los Komandos, un repentino cambio de situación del que no todos mis hombres se dieron cuenta. Algunos todavía estaban cantando el himno de la victoria esperando, supongo, que esto les permitiera seguir con vida. Quedé aislado de mis hombres, un Komando vino hacia mí y le disparé. Los proyectiles le perforaron el pecho, pero siguió avanzando, me atenazó el cuello con sus manos y me tiró al barro mientras me gritaba en la cara. ¿Cómo? ¡Una bala en la cabeza, por supuesto! Pero he de agradecer al Emperador que fuera capaz de levantar mi arma para dispararle. Eso sí funciona. Una bala en la cabeza. Conseguí levantarme a pesar de tener su gran mole encima mío, y busqué a mis compañeros. Destellos, gritos por doquier, estática, gritos de pánico en el comunicador. Vi unos disparos más adelante, un Bólter, y me acerqué esperando que fuera uno de los míos. Era un brazo. el brazo del Sargento de mi escuadra, cercenado a la altura del hombro, que todavía apretaba el gatillo a causa de los espasmos musculares de muerte, hasta que se vació el cargador. Otro Hacha Zangrienta vino por mi izquierda. Le disparé en la cabeza incluso antes de girarme, pero con su hacha me golpeó en la cabeza, mientras moría, dejándome ciego del ojo izquierdo. Mientras me arrastraba agonizante, oí como los Orkos cantaban una mofa del himno de la victoria que nosotros cantábamos mientras les perseguíamos. Los soles volvieron a salir y el cielo se iluminó. Los Hachaz Zangrientas sabían que estaban en desventaja y se perdieron entre las sombras. Somos la raza elegida para gobernar las estrellas; pero los Orkos siempre estarán allí, y hemos de temerlos si queremos derrotarlos. El único Orko bueno es el Orko muerto, pero un Orko no es una presa fácil. Loado sea el Emperador, pero espero no tener que volver a enfrentarme nunca más a ellos.
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