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| - Lysios, un mundo de resplandecientes basílicas, inmensos rascacielos y una densa capa de hielo, estuvo una vez incluido en el Gloria Imperium. Su inefable belleza llegó a su fin en el 38º milenio, cuando el mundo sufrió una tormenta solar provocada por los Ojos de Cryptus. Todo el hielo de Lysios se derritió en el plazo de un año. Los nuevos océanos resultantes de este desastre hubieran inundado las humeantes ciudades del planeta de no ser por la proximidad de la luna de Lysios, Ixoi. Ixoi era tan masiva, y poseía una órbita tan errática, que su atracción gravitatoria que atrajo a todas las corrientes marinas hacia sí con su irresistible fuerza. La luna había arrastrado los océanos alrededor del planeta, formando una lenta pero increíblemente poderosa marea de varios cientos de kilómetros de alto desde entonces. Forzados a adaptarse, las gentes de Lysios adoptaron un estilo de vida nómada. Sus pecios rastreadores circunnavegan constantemente el mundo para no ser destruidos, pues el océano ha aplastado tantos asentamientos que su cresta, similar a una cordillera, ahora se halla llena de restos similares a rocas molidas. Los paganos de Lysios creen que la gigantesca ola se originó en el momento en el que Shelse, Diosa de los Océanos, se obsesionó con la inmensa corpulencia del guerrero Ixoi. Shelse quedó para siempre condenada a seguir el deseo que albergan su corazón alrededor del mundo, alzándose todo lo que pudiera hacia su corpulento amante pero sin poder llegar a tocarlo jamás. La historia menciona que su frustación es tan fuerte que puede derrumbar ciudades. Ese mismo océano vengativo es el que merodea por Lysios hasta hoy, llevando el terror y la destrucción en su infinito viaje alrededor del planeta. La luna que asoma sobre la kilométrica cresta forma una corona dorada, mientras que los restos de las ciudades destruidas forman unos dientes blancos que no cesan sus crujidos. Es sabido que la población del planeta teme la visión de Ixoi sea cual sea el momento, y creen concienzudamente que las tormentas que preceden a su aparición son heraldos de una muerte acuosa. En verdad, el destino de las gentes de Lysios quedó sellado, no por el enfado de la diosa Shelse, sino por el hambre de los invasores Tiránidos que se abrían paso a través del Cinturón Castellano.
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