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  • Relato No Oficial: Ángeles y rapaces
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  • El tacticiarum de la ‘’Espíritu Rapaz’’ rara vez estaba ocupado por alguien. Los comandantes de La Vanguardia preferían preparar sus despliegues y estrategias en el mirador de la cubierta superior, ya que gozaba de un gran espacio para colocar planos y proyectores holográficos. Pero ese día estaba ocupado por cuatro Astartes. Fahajad señaló un punto en el holomapa. Fahajad sonrió. Gabriel, levantó una ceja, visiblemente extrañado. ++++++++++++ Gabriel volvió la mirada y sus ojos azules se encontraron con los de su hermano de batalla, de un tono algo más oscuro. - ¿A qué te refieres? Azkael asintió.
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  • El tacticiarum de la ‘’Espíritu Rapaz’’ rara vez estaba ocupado por alguien. Los comandantes de La Vanguardia preferían preparar sus despliegues y estrategias en el mirador de la cubierta superior, ya que gozaba de un gran espacio para colocar planos y proyectores holográficos. Pero ese día estaba ocupado por cuatro Astartes. A Fahajad no le gustaba el tacticiarum. Era oscuro y estaba repleto de cogitadores y estanterías con pergaminos y placas de datos centenarias. Había una gran holomesa en el centro de la sala, que en esos momentos proyectaba en tonos anaranjados un mapa de La Garra, la fortaleza monasterio de su Capítulo. Cientos de pequeñas runas de diversos colores representaban a los defensores de ésta, y a los miles de orkos que la estaban asediando. Fahajad había observado que las runas se movían y desaparecían, a medida que las unidades se movían y eran destruidas o se perdía el contacto con ellas. Fahajad miró durante un instante a Abhael. Era un individuo de ojos azules y pelo negro, excesivamente pálido y de expresión fiera. Tenía una gran reputación entre sus hermanos de batalla, pero a Fahajad no le parecía más que otro pretencioso salvaje orgulloso de algo que no era. Tampoco había entendido muy bien su idea. Kiskoros Sadaras, capitán de la cuarta compañía de La Vanguardia, era el más alto y corpulento de la sala. Su piel, casi gris, estaba surcada de tatuajes y cicatrices en igual medida, y los ojos color azabache contrastaban con su dermis de manera llamativa. Estaba enfundado en ‘’El Paladín’’, una servoarmadrua reliquia del Capítulo, cuyo sistema de soporte vital inundaba el torrente sanguíneo del portador con estimulantes y productos químicos que aceleraban su percepción y mejoraban su tiempo de reacción y su ya de por si formidable capacidad de regeneración. El peto tenía forma de torso humano, con los abdominales marcados, y el resto de la armadura era una formidable obra de arte, muy similar a la Mark IV ‘’Hierro’’ empleada por las Legiones Astartes en el pasado. Kiskoros llevaba el casco al cinto. Abhael abrió la boca como para contestar algo, pero finalmente la cerró y se guardó lo que iba a responder. Gabriel siguió hablando. Con el largo cabello rubio y el rostro menos agresivo que el de su hermano Arcángel, Gabriel parecía más templado que él, aunque Fahajad los tenía a los dos por impulsivos y orgullosos a partes iguales. Fahajad señaló un punto en el holomapa. Fahajad sonrió. Gabriel, levantó una ceja, visiblemente extrañado. ++++++++++++ Fahajad se pasó el dedo índice por el puente de la nariz de manera inconsciente, rozando la cicatriz que iba de mejilla a mejilla, pasando por el apéndice. Estaba intranquilo. Había solicitado refuerzos para defender su mundo capitular, pero los Arcángeles Rojos no eran el apoyo que esperaba. Hubiera preferido unos cuantos regimientos de élite de la Guardia Imperial. Fahajad se pasó dos dedos blindados por la corta barba, de un profundo color negro, como sus ojos y los de Kiskoros, y la mayoría de los hermanos de su Capítulo. Su piel no había empalidecido como era habitual en el proceso de conversión a Astartes de los descendientes de Corax, y era de un cálido tono moreno. Las cicatrices resaltaban en su piel, al ser el tejido cicatrizado más claro. Los capitanes de los Arcángeles abandonaron el tacticiarum y caminaron por los pasillos de la barcaza de batalla en dirección al hangar, donde habían dejado a sus respectivas escoltas. Gabriel había aceptado la "invitación" de los capitanes de La Vanguardia para reunirse en aquel crucero y preparar la estrategia. Después de todo eran su planeta y sus gentes las que se encontraban en juego en aquella campaña, y más aún, su propia Fortaleza-Monasterio. Gabriel volvió la mirada y sus ojos azules se encontraron con los de su hermano de batalla, de un tono algo más oscuro. El rostro del capitán de la séptima compañía de asalto se encontraba contraído en un gesto de feroz desagrado, un rictus de impaciencia e impetuosidad que era bastante habitual en él. Aunque nunca se había mostrado tan evidente como en aquel momento. - La Vanguardia- Abhael bufó y su armonioso rostro marfileño se torció en una mueca de disgusto- Si al menos fueran dignos de ese nombre... - No deberías juzgarlos tan a la ligera, hermano. Yo los he visto luchar y son soldados excepcionales- Le reprendió Gabriel, aunque con un tono mucho mas calmado y relajado que el de su hermano capitán. Como si aquel tono de conversación ya fuera algo común entre ellos. Aunque ambos guardaban una gran semejanza gracias a su parentesco genético, Gabriel le sacaba más de un siglo a Abhael. Ambos eran dos caras de una misma moneda. Una representación visual del alma dual del Capítulo y sus hermanos. Abhael era un poco más bajo que el capitán de la tercera compañía, tenía un rostro apuesto y alargado, como todo hijo de Sanguinius, y unos labios carnosos y bien formados que ocultaban sus afilados colmillos. El largo cabello oscuro como ala de cuervo recogido por detrás de las orejas le caía desparramándose levemente en el interior de la gorguera de su servoarmadura. Las placas de ceramita rojas de su armadura se encontraban surcadas por elaborados adornos dorados y blancos que se entrelazaban formando espadas ensangrentadas y calaveras aladas en su superficie. En su hombrera derecha se encontraba el símbolo de su compañía, un cráneo con una gota de sangre sobre la frente, enmarcado con dos alas negras en forma de arco que contenían entre ellas el número siete en escritura gótica dorada. En la otra lucía el símbolo del Capitulo; una gota de sangre con dos pares de alas y coronada por un halo de hierro dorado. A pesar de su aparentemente inmaculada belleza el rostro de Abhael estaba surcado de imperceptibles cicatrices ganadas en cientos de combates y duelos, apenas un par de tonos mas claros que el de su pálida piel, marcándolo como el guerrero feroz y arrojado que era. Aquello, unido a una mente despierta y de rápido pensamiento lo convertían en un líder perfecto para el estilo de combate que empleaba su compañía. Abhael no perdía tiempo con palabras inútiles ni malgastaba su, ya de por si escasa paciencia, con elaboradas tácticas. Sus planes eran siempre sencillos y abiertos a múltiples modificaciones sobre el terreno que aprovechaban la gran movilidad de sus efectivos. El aspecto de Gabriel era radicalmente distinto. Su cabello rubio y brillante se encontraba recortado a la altura del cuello y caía formando pequeñas lineas onduladas en las parte baja de su cabeza. Su rostro era similar al de Abhael y recordaba la misma estética genética de su Capítulo, pero también tenia un poco mas de color que el de su hermano de batalla, dándole una apariencia mas abierta y humana. Vestía una armadura artesanal con placas de ceramita dorada Infernus, grabada en forma de músculos en el peto, la placa abdominal y los brazos, cargados de adornos alados y con la iconografía del Capítulo en distintos diseños, que atrapaba la luz y la reflejaba como un espejo dándole una apariencia gloriosa en el campo de batalla. Gabriel era la viva imagen del Arcángel Rojo en su madurez. Un guerrero que había aprendido de sus errores y había templado el fuego que ardía en su alma hasta formar una espada mortífera y equilibrada. Gabriel sabía ser diplomático cuando la situación lo requería sin dejar de lado su faceta guerrera ni su deber para con su Capítulo. Aplacaba su ansia natural de batalla con cautela y su orgulloso temperamento con planificación y paciencia. - Son rapaces arrogantes y pagados de sí mismos, Gabriel- Rebatió Abhael, esquivando a un servidor mecánico que pasaba por allí- ¿Qué clase de hermanos de batalla vamos a ser si no valoran el sacrificio que estamos haciendo al venir a este sector dejado de la mano del Emperador cuando en el nuestro ya hay problemas más que de sobra? - ¿Eso es lo que quieres, hermano? ¿Reconocimiento?- La abierta mirada de Gabriel se volvió dura unos instantes- Estamos aquí porque es nuestro deber defender el Imperio, Abhael. La gloria y el reconocimiento son solo una manera de recordar que lo hacemos. - Lo sé, pero eso no significa que deba gustarme. Preferiría estar mil años en Khuldagar matando herejes que aquí, peleando por aquellos para los que no somos mejores que un mutante feudal- Contestó Abhael, aunque en voz más baja y con tono escarmentado. - Dales tiempo. Entenderán- Aseguró Gabriel, colocando una mano blindada sobre la hombrera de Abhael y dirigiéndole una leve sonrisa conciliadora- Primero debemos ganarnos su respeto, hermano. Y la única manera de hacerlo es demostrarlo en el campo de batalla. El rostro de Abhael se iluminó un instante de manera feroz y sus colmillos asomaron entre los labios. - Entonces no tendremos demasiados problemas para hacerlo- Añadió, antes de observarlo de forma extraña- Ahora entiendo los rumores que circulan por la Torre Sanguine, Gabriel. - ¿A qué te refieres? - A los rumores de que el señor del Capitulo vea un sucesor mas claro en ti que en Marius. Gabriel frunció el ceño. - El hermano Kaledor es un gran guerrero y diplomático. Además, él es el capitán de la primera compañía, no yo- Respondió con tono gélido, visiblemente incómodo- Lord Tyberius lleva dirigiendo a nuestro Capítulo desde hace más de ochocientos años y sus habilidades son formidables. No veo porqué debería nombrar un sucesor, y menos ahora. El tono de Gabriel dejó zanjada la cuestión, pero Abhael se permitió esbozar una leve sonrisa por ser él quien le hubiera encontrado las cosquillas a su hermano de batalla por una vez, aunque hubiese sido involuntariamente. Finalmente llegaron al hangar donde los esperaban sus respectivas lanzaderas. Junto a cada una de ellas se encontraban sus escoltas y guardias de honor. Era costumbre que cada capitán acudiera a las reuniones con los aliados cada uno en su propio transporte, además de traer consigo a su guardia de honor para mostrar su autoridad y no socavar la de sus hermanos de batalla. Gabriel habría preferido no hacerlo y traer solo a una fracción de su guardia de honor como gesto de confianza hacia La Vanguardia, pero debía admitir, muy a su pesar, que todavía no los conocía lo suficiente como para fiarse de ellos. Eran grandes guerreros y excelentes tácticos. Pero su carácter despectivo hacia otros Marines Espaciales le seguía pareciendo mezquino y sin sentido en una hermandad tan grande como era el Adeptus Astartes. La escuadra Ángelus, el nombre táctico para su guardia de honor, se encontraba alineada allí donde los había dejado. Una figura envuelta en una elaborada armadura roja y con el servocasco dorado decorado con laureles se adelantó un paso cuando lo vio llegar. Sostenía un bólter con cargador de tambor mientras una espada de energía y una pistola bólter se encontraban unidas a su cintura por arneses magnéticos ricamente decorados. Se trataba de Azkael, uno de sus más veteranos sargentos y hermano de confianza. A pesar de su rango inferior, Azkael había dejado atrás el medio milenio de servicio hacía ya mucho tiempo. Y el capitán Tormentaroja siempre tenia los oídos abiertos a sus consejos. - Capitán- Saludó el sargento veterano con un leve gesto de la cabeza- Me alegró de verle de nuevo. La escuadra estaba empezando a pensar que tendríamos que entrar a por usted. - Tienen muy poca paciencia entonces, sargento- Sonrió Gabriel- Además, no hay nada que temer. Los guerreros de La Vanguardia son nuestros hermanos y aliados, Azkael. No corremos peligro aquí. - Con todo el respeto a nuestros primos de la décimo novena legión, capitán. Ningún capitán debería dejar atrás a su escolta - Habló uno de sus guardias que llevaba un hacha de energía al cinturón y el rostro juvenil al descubierto, dejando su casco anclado al cinturón. Gabriel se volvió hacia el miembro de su guardia que acababa de hablar. Cestus era joven para los estándares de su Capítulo y apenas sobrepasaba el siglo de servicio. Aún así, su valor y sus hazañas, lo habían hecho un digno integrante de la escuadra personal de Gabriel. La influencia de su capitán y de los hermanos veteranos habían amortiguado el espíritu combativo y la sed de combate de su juventud, pero aun así el joven Arcángel tenía mucho que aprender antes de alcanzar su máximo potencial. - Tu celo es encomiable, Cestus, pero habría resultado un gesto bastante reprochable el que me reuniera con los capitanes de La Vanguardia con cinco guardias veteranos a la espalda cuando ellos vinieron solos. - ¿Ya se ha establecido la estrategia entonces, capitán?- Preguntó el hermano Zael mientras su pariente de sangre y hermano de batalla, Khael se reunían entorno a su capitán en una formación protectora instintiva fruto de su largo y riguroso camino como Marines Espaciales. Gabriel asintió mientras encaminaba sus pasos hacia la lanzadera. Su guardia siguió su paso al instante con una coordinación que habría sido la envidia de cualquier otra fuerza imperial. - Os lo contaré de camino a la Gloria Sanguine- Añadió haciendo mención la la barcaza ancestral del Capítulo que los había traído allí antes de que las puertas de la lanzadera se cerraran tras él. Se volvió entonces hacia Azkael mientras se dirigían hacia los arneses de seguridad para que la nave despegara. El veterano sargento se percató de ello al instante. - ¿Has escuchado el apelativo con el que la séptima compañía se refiere a La Vanguardia, verdad? Azkael asintió. - Los Rapaces. Sí, capitán. Me he tomado la libertad de prohibir su mención dentro de esta escuadra, y algunos de nuestros sargentos ya están aplicando la misma medida. Gabriel asintió satisfecho. - Asegurate de que todas las escuadras la aplican- Ordenó- Trataremos a los descendientes de Corax con la deferencia que merece cualquier camarada Astartes. Que la séptima compañía haga lo que guste su capitán, pero nosotros mostraremos respeto. - Entendido, capitán- Asintió Azkael, conforme. Gabriel se colocó en su lugar de la nave y activó el sistema de comunicación de su servoarmadura, abriendo un canal con los sargentos de sus escuadras. - Aquí el capitán Gabriel Tormentaroja, hermanos. Iniciamos el despliegue de inmediato. Preparaos para la batalla. - Las tropas ya se encuentran preparadas para el despliegue, capitán- Contestó uno de sus oficiales- Ordene, y estaremos listos para aplastar a esos sucios pieles verdes. Gabriel sonrió levemente y sus colmillos centellearon predadores, presintiendo la inminente batalla antes de comenzar a repartir órdenes.
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