| abstract
| - Hola, querido lector, me dirijo a usted con la intención de preguntarle si le gustó la historia, por favor, deje su comentario, tanto comentando que le gustó como que no le gustó, muchas gracias. Por cierto, todos los hechos son reales Las gotas grises caían de manera rápida y continua en el pequeño pastizal que tengo detrás de mi hogar. Normalmente no suelo salir, pero ahora me daba asco mirar. No me gustan los charcos de lluvia en un terreno de tierra y pasto, a pesar de que viví 2 años en las hermosas islas de Tigre, Argentina. Me acomodé en la ventana y observaba, con total asombro y felicidad, las gotas caer: me asombraba ver actuar la naturaleza. Luego de eso, me levanté y moví mis piernas coordinadamente hacia la cocina, recogí mi taza con diseño de Tabla periódica y me prepare un té. Lector querido, ahora empieza la historia a la cual va el tema, mis miedos. A continuación, presentaré con total orgullo y placer la historia de mis miedos más profundos. Poseo una lista que, escrita en Times New Roman y de tamaño 11, dice las 54 fobias que poseo, sí, leyó bien, 54… Iremos en orden cronológico, preparándonos para saber el miedo de una persona y donde posiblemente usted se sienta identificado. Bueno, sin más preámbulos, comencemos. La hidrofobia, según el diccionario de fobias "se define como un persistente, anormal e injustificado miedo al agua”. Quizás parezca una estupidez, pero yo, lastimosamente, la padezco. Quizás no propiamente miedo al agua, sino miedo a ahogarme o a nadar. Todo empezó cuando cumplí aprox. 1 año. Era verano como se podrán imaginar, y yo, un bebé que pesaba 2 kilos…, creo. Era muy pequeño y me encontraba en los brazos de mi madre, de quien hoy en día, desconozco la cara, el nombre y su paradero. Estábamos en la pileta, cuando de repente me resbalo de los brazos de mi madre, cayendo, inmediatamente, en el agua de la piscina que poseíamos. Sentí terror, miedo, horror. Mi madre, quedó paralizada mientras me ahogaba lentamente en el gran charco que hoy no quiero recordar. El agua se metía dentro de mi boca, ojos y nariz, no podía respirar por más que quisiera y tampoco podía mantenerme a flote. Era mi terror en persona. Para suerte mía, mi padre, pudo sostenerme a tiempo y gracias a él, hoy en día puedo escribir esto. Cada vez que recuerdo ese hecho, mi corazón se agita y me dan ganas de llorar por el terror que sufrí. Desde ese día, empecé una enemistad con mi madre y una relación profunda con mi padre. A los 5 años, una vez más, volví a estar en las piscinas, pero esta vez, el miedo era mucho menor, no fue hasta que mi primo, para hacerlo de broma, me intentó meter debajo del agua. Yo, asustado y horrorizado por este hecho, intenté lucha y luchar, pero aun así no me zafaba, me sentía muerto, como si mi vida acabara allí mismo. Mi miedo aumento más. Logré encajarle un golpe a mi primo, y zafarme. No volví a meterme a mi piscina. A los 8, justo antes de entrar en 4° , logré, para suerte mía, ahuyentar el miedo mío, pero él tenía un plan. Un sábado, mi padre me invitó a ir a su trabajo para poder conocerlo mejor y no estar solo. A mitad del viaje me sangró la nariz, y finalmente pude, llegar al trabajo: era un club deportivo, tenía pista de patinaje, cancha de fútbol y, para horror mío, una piscina. Entré, con mi amigo, a la piscina. Me dijo que lo esperara mientras él iba a buscar unas tablas. Yo me asomé a una zona muy profunda, para ver, a los expertos nadadores. Miré con nostalgia el líquido azul, brillante y a pesar de todo, hermoso. Me asomé para tocarlo, pero entonces caí al agua, rompí en gritos y llantos, pataleos y rabia. Procuré salir a flote, tragando agua, a la orilla, pero cada vez que intentaba acercarme me alejaba más, así que no pude seguir…. Sentía una tristeza increíble, a pesar de mis gritos, la gente no me veía, me ignoraban completamente. Era mi fin, lloraba, me ahogaba, veía la muerte acercarse, mi corazón latía muy fuerte. Era mi completo y absoluto fin. Veo a una mujer acercarse e intentando darme indicaciones, otros hombres y mujeres se acercaban, pero yo no entendía lo que decía, el agua había tapado mis oídos. Resignándome a seguir, me dejé llevar, llorando y cayendo en lo profundo. Siento unos brazos calientes y fuertes en mi espalda abrazándome y llevándome a la orilla de la piscina. Era un guardavidas creo, me acuerdo de que era un hombre alto, con pelo hacia atrás y rubio, y gafas, bronceado y colorado por el sol. Gracias a él, pude salvarme. Gracias a esa experiencia, y otras más, hoy en día tengo hidrofobia. Por cierto, en 4° tuve natación… Fui el único que reprobó, me negaba a entrar en las piscinas.
|