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| - Me desperté de costumbre a las 9 de la mañana como si no pasara nada en mi rutina. Me levanté, me llevé las manos a la cabeza y rasqué un poco el cabello. Bostecé, abrí la puerta y caminé hacia el baño. Tomé una ducha, me puse mi pantalón, me cepillé y afeité en ese orden. Regresé al cuarto, me puse mi camisa y salí a trabajar. Cerré los ojos bruscamente y me llevé las manos a la cara, tal vez era que aún estaba medio dormido, pero al volver a abrir mis ojos, todo estaba normal. Me incorporé rápidamente y seguí con mi rutina. Salí a trabajo y solo escuchaba la risa.
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| - Me desperté de costumbre a las 9 de la mañana como si no pasara nada en mi rutina. Me levanté, me llevé las manos a la cabeza y rasqué un poco el cabello. Bostecé, abrí la puerta y caminé hacia el baño. Tomé una ducha, me puse mi pantalón, me cepillé y afeité en ese orden. Regresé al cuarto, me puse mi camisa y salí a trabajar. Trabajo típico sin mucho que hacer. Regresé a casa y almorcé. Volví a tomar un baño, me cambié la camisa y volví al trabajo. Trataba de ignorar esa risa, pero no podía: la tenía en mi cabeza. La escuchaba y no importa que tanto trabajara o que tanto hiciera, nada me hacía olvidar esa risa en mi cabeza. Seguía con mi rutina. Llegué a casa ya entrada la noche, abrí la nevera, saqué un poco de pan y algunos condimentos, y me preparé un sándwich para cenar, lo calenté en el horno y me dispuse a perder el tiempo en Internet como solía hacerlo hasta que era demasiado tarde y caía dormido. Entonces volvía a esa pesadilla y volvía a escuchar esa risa durante la noche. Solo rogaba que fuera de mañana para volver a mi rutina y poder olvidar esa risa. Desperté esta mañana como de costumbre, me levanté y caminé al baño. Mientras me acercaba, pasé por uno de los espejos con los que me topo en el camino. Al pasar frente a él, no pude evitar voltear mi mirada hacia mi reflejo, el cual era diferente. Tenía ojos más grandes y amarillentos y una sonrisa enorme que solo había visto en mis pesadillas. Cerré los ojos bruscamente y me llevé las manos a la cara, tal vez era que aún estaba medio dormido, pero al volver a abrir mis ojos, todo estaba normal. Me incorporé rápidamente y seguí con mi rutina. Salí a trabajo y solo escuchaba la risa. El resto del día pasó como si nada. Llegué a casa como de costumbre y caminé hacia la nevera para hacer mi cena. Antes de dar los primeros pasos hacia la cocina, me aseguro de que nadie me sigue ni nada por el estilo, y antes de que pueda ver mi reflejo en ese espejo ya mencionado, respiro hondo y me calmo. Decido voltear a mirar mi reflejo. Estoy normal, lo de la mañana fue solo un sueño, no había despertado del todo y eso me hizo ver cosas. Me tranquilicé y seguí hacia la cocina, me preparé mi cena y me dispuse a caminar de vuelta a mi habitación para perder el tiempo en Internet antes de caer dormido. Mientras me acercaba a mi habitación no pude evitar sentirme un poco incómodo, entonces fue cuando sentí como si algo tocara mi hombro. Volteé bruscamente y lo vi: estaba parado frente a mí. Sé que era yo, pero no lo era al mismo tiempo. Lo reconocí por la figura y por esos ojos amarillos y esa sonrisa que no puede ser olvidada. Solté el plato donde llevaba mi comida y me dispuse a salir de casa. Tomé mis llaves y corrí hacia la puerta, pero antes de llegar esta sombra de mí mismo ya estaba frente a mí de nuevo, evitando que escapara. Mis pupilas se encogieron mientras el miedo invadía mi cuerpo, no sabía qué hacer. Estaba perdido. Esta cosa solo me miraba y sonreía, yo estaba retrocediendo lentamente. Cuando empezó a reír, el sonido de su risa era el que me había estado persiguiendo días anteriores. Las luces se apagaron y ahora solo quedaba el brillo de su sonrisa y la de sus ojos, entonces comenzó a acercarse a mí. No tenía adónde ir a menos que lo atacara, era mi única oportunidad de tener un chance de quedar libre. Si lograba derribarlo, podía llegar a la puerta y escapar a otro sitio, así que me armé de valor y comencé a correr hacia mi adversario, que me detuvo en seco y solo me tiró al piso, bajó la mira y su sonrisa se hizo más grande. Él sabía que me había ganado. Lo último que recuerdo es escuchar su risa antes de perder el conocimiento. Me desperté esta mañana como de costumbre, me levanté de la cama y caminé hacia el baño. Tomé una ducha y luego me cepillé los dientes, me afeité y regresé al cuarto. Me puse mi camisa y empaqué algunas cosas en mi mochila. Todo estaría normal si tan solo fuera yo quien estuviera empacando antes de salir. Me veo en el espejo, mi reflejo soy yo tratando de escapar de esa prisión, mientras que el que está saliendo por la puerta tiene una sonrisa. Antes de que cierre la puerta de casa y nunca lo vuelva a ver, se le escapan una risa y unas palabras: “Qué se siente perder contra ti mismo”. La puerta se cierra y me pierdo para siempre. Entonces dime, ¿cuántas veces te ves al espejo y te reconoces? Tal vez, la próxima vez quieras pensarlo dos veces antes de levantar la mirada. Categoría:Demonios
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