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| - os Cantares del regreso son eternos y numerosos para aquellos Quinientos, aquellos Compañeros de Ysgramor que despejaron el camino para el legítimo asentamiento de la humanidad, quemado por llamas no vistas desde tiempos ya muy lejanos. Todos los barcos llevaban una tripulación que fue capaz de realizar gestas tan legendarias que harían sentir orgullosa a cualquier nación durante miles de años. Y durante ese tiempo de expansión, montones de Compañeros vagaron por el territorio proyectando la luz de los dioses verdaderos en tierras paganas de elfos y bestias.
Mas no eran más que mortales, y con el tiempo todos probaron las glorias de Sovngarde.
En uno de los innumerables años que trascurrieron tras la recuperación de Saarthal, la tripulación del Chrion ponía de manifiesto su suerte en los territorios orientales cercanos a la Montaña Roja. Estaban acampados, rodeados por los cuerpos de sanguinarios elfos que habían intentado convencerlos de que acudían en son de paz. Pero el astuto Rhorlak era el capitán del Chrion, y no dio cuartel a los mentirosos sureños, como había ordenado su señor Ysgramor, el heraldo de todos nosotros.
Durante esta situación de exceso recibieron la visita de un joven y exhausto mensajero de la tripulación de su hermana, del Kaal Kaaz. El chico, Asgeir, como ahora se canta, había recorrido una distancia inimaginable a velocidad vertiginosa desde los campos teñidos de sangre del Sol Nublado para llevar las noticias que todos debían oír. Cuando llegó a su campamento, sollozó intensamente antes de aliviar su corazón anunciando que el omnipotente Ysgramor había expirado.
Asgeir prosiguió con su carrera para informar a las demás tripulaciones lo antes posible, ya que muchos se arrastraban por el territorio arrebatando nuestro patrimonio de sus dueños, y el campamento del Chrion estaba sumido en un lamento de desesperación. Entre el fuego se encontraban los hombres y mujeres más fieros y valientes que hayan honrado nunca esta tierra con su presencia, cuyo ánimo decayó ante la perspectiva. Mientras nosotros, en tiempos de luz, conocemos la gloria de Ysgramor por su brillo en la historia, estos Compañeros conocieron su gloria con sus propios ojos, y semejante pérdida se siente en el corazón más de lo que se pueda expresar con palabras.
En efecto, cuenta la historia que Rhorlak, el más curtido y firme de todos los capitanes, se derrumbó de aflicción y jamás volvió a levantar su poderosa hacha. Y por todo Tamriel, a medida que la noticia se extendía como una nube oscura que cubre el horizonte, la luz se apagó en silencioso honor a un general caído y a un líder en tiempos de guerra.
Y así finaliza el periodo del regreso y la gloria primigenia de los Quinientos Compañeros de Ysgramor, heraldo de todos nosotros.
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