No deberíamos haber bajado la guardia. Nuestras proezas técnicas nos hicieron caer en la autocomplacencia y nos creíamos invencibles.
Los supervivientes parecían vacíos y sin vida, como si hubieran absorbido hasta su propia alma.
Continuamos nuestras investigaciones para mejorar nuestros sistemas de defensa. Llegamos a tal dominio del arte de la guerra que creíamos ser invencibles.
El cáncer arrasó rápidamente cada confín de nuestro mundo dejando sólo devastación a su paso.'
Nuestro Orgullo nos cegaba. No vimos el peligro hasta que fue demasiado tarde.