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| - +++ INICIO DEL REGISTRO DE VOZ +++ Comandante: Siguiendo las órdenes del Inquisidor Czevak, me dirigí a toda prisa con mi grupo de Guardianes de la Muerte hacia las coordenadas de donde procedía la llamada de auxilio del 23º Regimiento de Cadia. Al llegar, confirmamos que los cadianos habían sido atacados por un ejército de incursores Necrones de un tamaño sin precedentes acompañado de las enormes estructuras megalíticas avistadas en enfrentamientos anteriores. La Guardia Imperial cumplió las órdenes y, de esta manera, pudimos concentrarnos en llevar a cabo nuestra misión. Los hermanos Emeric y Weiss, con sus bólteres M.40 cargados con la munición Odiseo imbuida de energía psíquica, abrieron fuego contra el Necrón señalado por el rayo marcador del hermano Quetus. Dado que a este tipo de munición se le había extraído la masa hiperreactiva para que no explotara al impactar al enemigo, hicieron falta varios impactos directos por parte del bólter pesado del hermano Saul para poder abatir al Necrón. Tal y como esperábamos, la xenoforma destruida activó su dispositivo de teletransporte y desapareció de la vista. Una breve comunicación con la Astrópata a bordo de la nave de ataque me bastó para confirmar que los proyectiles Odiseo habían desaparecido del campo de batalla. Acto seguido, ordené nuestra retirada y la Thunderhawk acudió a la llamada con loable celeridad. Los augurios de la Astrópata Miesha nos revelaron la localización de nuestro objetivo con perfecta claridad, puesto que segundos después de que mi equipo llegara a bordo, ya había averiguado el paradero de los proyectiles Odiseo. Rápidamente, pusimos rumbo a Benen, un mundo muerto en las afueras del sistema donde los Necrones habrían reaparecido. Aproveché la ocasión para revisar mi armamento y preparar mi alma para la operación que nos esperaba. Conforme nos íbamos aproximando a nuestro destino, el horizonte, por lo general monótono, se fue llenando de edificios de arquitectura alienígena, principalmente obeliscos y pirámides. Nos estábamos adentrando en una necrópolis, de eso no me cabía ninguna duda, y el auspex delataba la localización del Necrón en el corazón desecado de aquella ciudad muerta. La Thunderhawk aterrizó en mitad del complejo funerario y entramos en un edificio plagado de columnas cuyo estilo arquitectónico parecía desafiar tanto la ley de la gravedad como la lógica. Nos llevó unas cuantas horas abrirnos paso a través de los pasadizos laberínticos y los túneles serpenteantes que conducían a nuestro objetivo. No obstante, la ayuda de la Astrópata Miesha resultó de incalculable valor y, gracias a la bendición del Emperador, acabamos por encontrar la cámara que estábamos buscando. La cámara se extendía ante nosotros tanto hacia arriba como hacia adelante y contaba con unos pilares tan descomunales que se perdían en la oscuridad, lo que indicaba que su capacidad era tan grande que podría albergar fácilmente un Titán Reaver sin que su caparazón llegara a rozar siquiera el techo abovedado. El auspex había dejado de funcionar y ya no recibía ninguna señal, pero, teniendo en cuenta lo que teníamos ante nuestros ojos, aquello era lo de menos. Delante de nosotros, a lo largo de paredes repletas de jeroglíficos grabados, había millares de hileras apretadas de Guerreros Necrones, muchos de ellos en muy mal estado. Unas formas arácnidas se deslizaban inaudiblemente a su alrededor mientras unos campos de suspensión, que hacían un ruido estridente, eran proyectados sobre las máquinas en reparación. Millones de pequeños fragmentos de metal roto flotaban alrededor de los guerreros en inactividad y se iban uniendo a ellos como enjambres de insectos brillantes hasta reconstruirlos por completo. Al magnificar la imagen, descubrimos que los drones gigantes de reconstrucción estaban rodeados por unas nubes de polvo que emitían un leve resplandor: el Hermano Quetus sugirió la posibilidad de que se tratara de organismos microscópicos de reparación. Mientras observábamos todo aquello, tres Guerreros Necrones más se materializaron al final de la cola, uno de los cuales contaba con tan solo un tronco destrozado que apareció a la altura de nuestro pecho y cayó al suelo con gran estruendo cerca de donde nos encontrábamos. Al acto, fuimos descubiertos y los Necrones que habían sido recompuestos se despertaron de su estado letárgico y empezaron a avanzar hacia adelante con movimientos torpes mientras apuntaban sus armas arcanas hacia nosotros. No tuvimos más alternativa que luchar, dado que el hermano Kranovic no había acabado de bendecir las cargas térmicas. Debo admitir que a medida que se iban activando más y más Necrones y al ver que un mar de drones escarabajo se acercaba por la entrada al otro lado de nuestra posición, cada vez veía más remotas nuestras posibilidades de escapar. Aun así, formamos un círculo defensivo alrededor de Kranovic y nos preparamos para hacerles pagar un precio muy alto por nuestras vidas. Quetus fue aniquilado en un segundo y el eco de su grito de rabia quedó flotando en el aire de aquella sala inmensa. Phaedron cargó contra el grupo más cercano de guerreros para así darle más tiempo a Kranovic y su espada de energía logró cortar por la mitad a varios guerreros antes de quedar enterrado bajo una pila de Necrones que no pararon de apuñalarlo en completo silencio. Andric y Eimeric se sumaron a la potencia de mis disparos, pero antes de que pudieran vaciar el cargador de sus bólteres fueron reducidos a cenizas. Weiss se esforzaba por deshacerse de las mandíbulas de uno de los drones arácnidos y consiguió aplastar a la criatura incluso después de que aquella monstruosidad le arrancara las piernas del cuerpo. Dalasq murió sin proferir ni un solo grito y su bólter siguió disparando solo mientras caía al suelo. La horda va casi se encontraba encima de nosotros cuando, por fin, Kranovic dio la señal que indicaba la finalización del trabajo. Pedí el teletransporte del resto de mi escuadra a nuestra nave de ataque y este se produjo de inmediato, pocos segundos antes de que la carga hiciera explosión. El informe completo, incluido un registro de video del interior de aquella cámara infernal, se encuentra a manos del Inquisidor Czevak. Tan solo ruego por que la información que conseguimos valiera las muertes de tantos de mis Hermanos de Batalla. Que el Emperador se apiade de sus almas. +++ FIN DEL REGISTRO DE VOZ +++ Categoría:Relatos Oficiales Warhammer 40000 Categoría:Guardianes de la Muerte Categoría:Necrones
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