abstract
| - La implantación de la nueva dinastía de reyes carolingios en Francia se efectuó en estrecha relación con los intereses eclesiasticos y pontificios: la aceptación del sacrum en la coronación, la defensa del pontificado y la aparición de los Estados de la Iglesia, son los aspectos más sobresalientes de una actividad política que incluía entre sus objetivos numerosas cuestiones de carácter eclesiástico. Los hijos de Carlos Martel, inspirados por San Bonifacio empredieron una extensa obra de saneamiento del clero franco y de mejora de las relaciones entre Iglesia y realeza, mediante la convocatoria de sínodos episcopales como el de Estinnes en Austrasia (745) donde se solucinó el espinoso problema de las tierras eclesiasticas dadas en beneficia por Carlos Martel a sus fieles: se acordó que estos o los que nombrase el rey en el futuro siguieran poseyendolas como precaria, que reconocerían pagando un pequeño censo a la iglesia o monasterio propietarios de la tierra y que los demás servicios debidos por tal beneficium seguirían prestandose al rey. Las disposiciones de este sínodo se aplicaron más tarde en Burgundia y Neustria tras la pacificación efectuada por Carloman y luego por Pipino. La obra eclesiastica de Carlomagno obedeció a sus modos personales de actuar como a la idea que tuvo de la Iglesia, destinada a cimentar el aparato político del reino y a la vez objeto de protección preferente por parte del rey "defensor ecclesiae", ello permitía una intervención continua en cuestiones eclesiasticas y aunque Carlomagno reconoció al Papa como fuente última de doctrina y enseñanza moral, y también aunque menos claramente como arbitro supremo en materia de disciplina, las intervenciones reales en los sínodos regulan diversas materias como la disciplina, la liturgia, la moral e incluso el dogma como demuestran las definiciones sobre el adopcionismo, el culto a las imagenes o la relación trinitaria del Espíritu Santo. Al intervenir directamente en el nombramiento de los altos cargos eclesiasticos y proclamar la propiedad y jurisdicción eminentes del rey sobre tierras eclesiasticas Carlomagno actua de hecho al modo cesaropapista. Pero la organización eclesiastica se beneficia con ello, porque el nivel moral y profesional de sus miembros mejoraba, los obispos asumían parte activa en la vida política, el cobro del diezmo se generalizaba y los dominios de la iglesia franca, dotados de inmunitas y de advocati laicos que vigilaban y ejercían justicia, aseguraban su estabilidad. Por otro lado el rey promovía el uso de la liturgia romana, unificando así los diversos usos liturgicos, protegía las tareas de evangelización y predicación e impulsaba la actividad intelectual del clero. Quiza la obra más trascendental de la política carolingia sea en estos aspectos la organización de la iglesia franca en tierras germanas. San Bonifacio la había concebido en torno a grandes monasterios, sede de obispos misioneros y lugares de actividad educativa y artística. Su obra evangelizadora fue continuada por sus discipulos, que contaron con la protección de Pipino, sobre todo en Frisia. El siguiente paso fue Sajonia - tras su forzosa conversión por la espada, primera de su ejemplo en la Europa medieval - se fundaron ocho obispados dependientes de Maguncia o de Colonia, con titulares nombrados por los reyes. Las sedes fueron dotadas con grandes riquezas y en conjunto surgió una iglesia muy disciplinada puesto que las sedes episcopales vienen a ser "iglesias propias" o privadas del rey, pero en buena relación con Roma y atentas a seguir sus directrices litúrgicas o doctrinales. Un caso similar se produce en las marcas fronterizas de Aquitania y Burgundia, en tierras devastadas por la infiltración musulmana y recientemente reconquistadas. A partir de 789 (Admonitio generalis) Carlomagno intentó unificar bajo el patrón benedictino las reglas y formas de vida de los monasterios de su reino, el promotor de la reforma fue Benito de Aniano, que la llevó a su culminación en el reinado de Luis el Piadoso (capitular de 817). Ello conduce a una conciencia monástica comun en toda la Europa dominada por los carolingios, los monarcas se apoyan en las abadías declaradas reales, en Aquitania y Germania para promover su política a través de ellas. Como centros de evangelización, intelectuales y agrarios, lejos de alejarse del siglo, se integran muy activamente en el. Asi destacan Fulda en Austrasia, San Gall, en Suabia, Reichenau, junto al lago Constanza, Corvey en Sajonia y de otros en Aquitania y la zona del alto Rodano. Al margen de las regiones ya mencionadas el impulso misionero decayó considerablemente en el s. IX ante la hostilidad de los eslavos y los daneses. Por contra el exito sería mayor en las misiones entre los ávaros y luego moravos y croatas, en todo caso a partir de Baviera, hasta la delimitación con la cristiandad ortodoxa.
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