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| - Mi amigo Pedro y yo estábamos emocionados porque íbamos a ser compañeros de piso en un departamento con el número 305 en un edificio de 15 pisos. Notamos que el departamento tenía un retrato grande de un niño, enseguida pensamos que le pertenecía al anterior inquilino. Decidimos quitarlo, pero ya pasaban de las 11 de la noche y estábamos cansados por la mudanza y el cuadro era bastante grande, así que lo dejamos temporalmente hasta localizar al dueño del cuadro. Esa misma noche fui a la cocina por un vaso de agua, pero en cuanto encendí la luz, noté el cuadro del niño con el fondo rojo, sus ojos con grandes orificios negros y con una pequeña pupila roja. Parecía que me miraba fijamente con sus pequeñas pupilas rojas. Impactado, tomé el cuadro y lo escondí en el closet. Me fui temblando a la cama. A la mañana siguiente le comenté a mi amigo Pedro sobre lo sucedido y él soltó una gran risa. Dijo que no pasaba nada, que solo estaba muy cansado. Le insistí en que era cierto, pero él seguía sin creerme, así que le mostré el cuadro que estaba en el closet. El cuadro estaba normal, como si nada. Eso me puso muy alterado y Pedro me sugirió irnos al trabajo. Cuando volvimos del trabajo y abrimos la puerta del departamento lo primero que notamos fue que el cuadro estaba colgado en la pared. Yo me puse como loco. Al verme, Pedro se enojó y lanzó el cuadro por la ventana: - ¡YA TUVE SUFICIENTE! Nos quedamos en silencio un rato y sentí que algo me murmuraba al oído. Le pregunté a Pedro que si había dicho algo, pero él contesto que no. En ese momento sentí como si un dedo me pasara rápidamente por la espalda. Salí corriendo del departamento hasta que choque con una anciana que vivía cerca. Mientras me disculpaba, ella me dijo: "Tú eres el que vive en ese departamento. Dicen que está maldito. Yo andaría con mayor cuidado". Me contó que un pintor fracasado vivía ahí con su hijo pequeño; siempre lo dejaba solo, llorando. Nadie le hacia caso. Un día, harto de sus problemas y de que su hijo llorara tanto, el hombre lo estranguló hasta matarlo, luego le arrancó los ojos, que lanzó contra el retrato. Después se suicidó. También dijo que nadie debía quedarse solo en ese departamento. Corrí hacia el departamento y cuando abrí la puerta lo que vi fue horrible. Había intestinos rodando en el ventilador de techo, brazos, dedos y trozos de piernas esparcidos por toda la habitación, y en la mesa reposaba la cabeza de Pedro sin ojos, escurriéndole sangre por la boca.
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