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| - as tragedias que acontecieron en Morrowind provocan la compasión de los más helados corazones de los nórdicos. Los elfos oscuros merecen nuestra simpatía, pero hasta esta fecha no se han hecho merecedores de la más mínima caridad. Existen diferentes opiniones acerca de cómo afrontar el problema que se cierne sobre Morrowind, y yo ofrezco dos opciones puestas en práctica en Skyrim. Una de ellas sirve como ejemplo, la otra como moraleja.
Tomemos Riften como referencia, que comparte frontera con la provincia devastada. Muchos elfos oscuros han construido allí su hogar, pero se espera de ellos que se ganen la vida como cualquier otro ciudadano de la gran ciudad. Van de aquí para allá haciendo negocios como mercaderes, trabajan en el templo y sirven en el bastión. Trabajos honrados, dignos de admiración viniendo de una raza que ha pasado recientemente por una situación tan precaria que casi podría poner fin a este debate. En la actualidad sigue habiendo problemas en la ciudad, pero no es posible achacarlos directamente a la afluencia de extranjeros. En resumen, los elfos oscuros se han integrado a la perfección en la vida de Skyrim, como cabe esperar de cualquier recién llegado a estas tierras.
Como alternativa, no tenemos más que echar un vistazo a la antaño gloriosa ciudad de Ventalia para ver lo que ocurre cuando damos la bienvenida demasiado efusivamente. Y pensar que la ciudad de Ysgramor, cuyo nombre proviene del hecho de haber expulsado a los elfos de nuestro sagrado hogar, abriría los brazos y acogería a los refugiados del azufre humeante, es una deshonra para todo el que se haga llamar nórdico.
¿Y qué consecuencias ha tenido esto? Como era de esperar, la chusma holgazana y maldispuesta se ha visto relegada a una zona que recibe el amable nombre de "barrio Gris". No se esperaba de ellos que contribuyeran, y no lo han hecho. Que pretendan reconvertir una orgullosa ciudad norteña en una colonia de Morrowind ya es un insulto, pero el malestar que han provocado dentro de los muros de la ciudad es suficiente para preocupar a cualquier jarl.
Los nórdicos con los que hablo en la ciudad relatan las constantes disputas y delincuencia que provienen del barrio Gris, sin que se vea un fin claro. La guardia de la ciudad apenas patrulla y permite que los elfos oscuros impartan la justicia que consideren oportuna a su modo y costumbre. Las familias más respetables de la ciudad, los Mar Cruel y los Escudo Quebrado, hablan con un afecto casi paternal de sus empleados argonianos, pero los elfos oscuros no han hecho nada para integrarse y congraciarse con los habitantes de la ciudad.
Pero hay razones para ser optimistas, ya que el jarl Ulfric no es tan tolerante con estos seres inferiores como fueron sus antepasados. De hecho, se puede observar la indulgencia de Hoag en la población argoniana de la ciudad; los pescadores, al menos, han aprendido a contribuir de la mejor manera posible con su nuevo hogar. Han demostrado un comportamiento modélico; han trabajado duro en los muelles con la máxima eficiencia y la mayor de las sonrisas. Les vendría bien a los elfos oscuros prestar atención a sus escamosos vecinos. Confío en que a su debido tiempo se encuentren contribuyendo de forma más directa o de nuevo vagando por el mundo en busca de techo y calor.
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