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| - esde la legendaria victoria de Tiber Septim sobre los "nativos bárbaros" en la Batalla de Viejo Hroldan, los estudiosos nórdicos e Imperiales han considerado a las gentes de la Cuenca como poco más que salvajes, propensos a irracionales ataques de violencia, que adoran a viejos y heréticos dioses, y como bestias supersticiosas y espíritus naturales que cualquier persona civilizada haría mejor en evitar. En realidad, estos relatos son poco más que "ensayos del vencedor", una perspectiva estrechada por el constante conflicto del Imperio con el pueblo antiguo y orgulloso que ya habitaba esta tierra mucho antes de que Tiber Septim caminara por Tamriel. A la luz de todo esto, espero crear una evaluación más completa, precisa y justa sobre un grupo que ha sufrido desde hace mucho bajo el papel de "enemigo", de los "problemáticos" y de "ellos".
Comencemos con los Renegados, los llamados "hombres locos" de la Cuenca. La Legión Imperial los clasifica como poco más que bandidos, señalando sus constantes ataques y emboscadas dentro de la comarca. Pero ninguno de sus informes militares pregunta el "por qué". Si se tratara tan solo de un grupo de bandidos, sin duda se centrarían en adquirir oro y en minimizar las muertes entre sus filas. Pero no es esto lo que sucede en cuanto a los ataques de los Renegados. A menudo dejan tras de sí grandes sumas de dinero, y sus luchadores renuncian fácilmente a sus vidas antes de arriesgarse a ser capturados por los soldados Imperiales.
Es esta incongruencia lo que me llevó en busca de respuestas a Markarth, la capital de la Cuenca. Allí conocí a una nativa, una vieja mujer que prefirió que no la nombrara en mis escritos. Me habló de la larga historia de su familia, de cómo creía que provenían originalmente de Roca Alta, hogar de los bretones . También de cómo llegaron los nórdicos y les arrebataron las tierras, los dioses y la cultura. Cuando le pregunté sobre los Renegados, la anciana mujer dijo que eran los "verdaderos" hombres y mujeres de la Cuenca: los que se negaban a rendirse a los nórdicos. Aquellos que aún practicaban las antiguas tradiciones que el resto de su pueblo había abandonado a cambio de la paz.
Con el tiempo, en mi búsqueda, pude lograr la confianza de más nativos que corroboraron la historia de la anciana. Por casualidad, uno de ellos concertó una reunión con quien pensé que era un anciano miembro de su aldea. Me dejó atónito descubrir que me llevaban a un campamento, repleto de cráneos de animales, cabezas cortadas y corazones que aún latían, sobre el que había leído en los informes militares en la Ciudad Imperial. Allí conocí a Cortoran, un Renegado al que parecía divertirle que yo tomara nota de su historia, la cual cito por completo a continuación:
"¿Quieres saber quiénes somos los Renegados? Somos el pueblo que debe saquear su propia tierra. Quemar su propio suelo. Somos el azote de los nórdicos. El hacha que cae en la oscuridad. El grito antes de que los dioses reclamen tu alma. Somos los verdaderos hijos e hijas de la Cuenca. Los espíritus y brujas han vivido aquí desde el comienzo, y están de nuestro lado. Regresa. Regresa a decirle a tu Imperio que recuperaremos nuestro reino de nuevo. Y en ese día, nosotros seremos los que enterraremos a vuestros muertos en una tierra que ya no os pertenecerá".
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