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| - thumb|Molino de Bosch. A principios del siglo XIX, la industria harinera tuvo un gran impulso en Uruguay, razón por la cual surgió una importante cantidad de establecimientos destinados a esta pujante actividad. El departamento de Canelones (ubicado en la zona sur), fue el que contó con mayor cantidad en todo el país. Lo que nadie se imaginaría es que entre sus paredes se esconde una tétrica historia. Habitualmente, el hombre solía viajar a Montevideo para transportar lo producido y cuando regresaban a su casa, la hija, con gran devoción hacia él, salía a recibirlo con mucha alegría.
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| - thumb|Molino de Bosch. A principios del siglo XIX, la industria harinera tuvo un gran impulso en Uruguay, razón por la cual surgió una importante cantidad de establecimientos destinados a esta pujante actividad. El departamento de Canelones (ubicado en la zona sur), fue el que contó con mayor cantidad en todo el país. El Molino de Bosch, conocido popularmente como el "Molino Viejo", tenía como función principal triturar toda clase de cereales para hacer harinas y gofio. Está ubicado al lado de una antigua estación de servicio en la avenida Dr. Pouey. Allí, la arquitectura del edificio domina el paisaje, siendo el único testigo de mediados del siglo XIX que se encuentra de pie en todo el departamento de Canelónes. Lo que nadie se imaginaría es que entre sus paredes se esconde una tétrica historia. Don Joaquín Bosch, inmigrante español oriundo de Cataluña nacido en 1815, construyó este emblemático establecimiento entre los años 1859 y 1863. Se casó con Juana Rodríguez, y con ella tuvo cinco hijos: Ana Eduvigia de los Dolores, Juana Maria, Isabelino Joaquín, Juana Teresa y María Loretta. Cuentan que don Joaquín vivía feliz junto a su familia y que sus cinco hijos eran su gran orgullo. Pero todo esto cambió rotundamente con un hecho trágico que conmovió a la sociedad uruguaya de aquellos tiempos. Lo sucedido tiene directa relación con una de sus hijas, la pequeña Juana Teresa. Habitualmente, el hombre solía viajar a Montevideo para transportar lo producido y cuando regresaban a su casa, la hija, con gran devoción hacia él, salía a recibirlo con mucha alegría. En uno de sus viajes, don Joaquín se vio demorado y no llegó a la hora de siempre. Su hija, que lo esperaba ansiosamente, decidió subir al molino, pues desde ese punto más alto de la torre se podía obtener una vista espectacular de la ciudad facilitándole así la localización de su padre a varios metros de distancia. No obstante, allí, en el punto más elevado, la niña no vio precisamente a su padre, sino que se encontró con una sorpresa escalofriante. Es que una vez que llegó a la parte superior del molino, se asomó inocentemente sin tener en cuenta que las aspas se encontraban en funcionamiento. Su cabeza fue cortada brutalmente con la que un verdugo decapita a un condenado. Cuentan que aquella familia no volvió a ser la misma después de ese día, y quien más sintió este trágico hecho fue su padre. Pocos años después de la muerte de su hija, don Joaquín Bosch falleció. Fue el 22 de mayo de 1896 y en su honor los familiares construyeron un panteón ubicado en el cementerio de Las Piedras. El mismo tiene forma de molino y se puede apreciar en la cima la figura del ángel de una niña. Dicen que hasta el día de hoy en el panteón de los Bosch suceden cosas extrañas: durante las noches, si uno pasa cerca del sepulcro puede sentir con claridad el lamento de una niña, una especie de sollozo entrecortado que retumba en los rincones del cementerio de Las Piedras. Lo más curioso del caso es que la presencia de la pequeña también se manifiesta en las cercanías del viejo molino. Categoría:Leyendas urbanas Categoría:Lugares Categoría:Fantasmas
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