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| - Proveniente del Mundo Caballero de Damaetus III/II, Casa Vyronii se alió con el Imperio en la amarga guerra contra los traidores liderados por el Señor de la Guerra Horus. Siendo una de las Casas de Caballeros más antiguas del Segmentum Obscurus, Vyronii derramó mucha de su sangre noble durante la Era de los Conflictos, por lo que sus números y recursos estaban peligrosamente agotados hacia el final de la Gran Cruzada y el estallido de la guerra civil galáctica. Decididos a no convertirse en espectadores mudos de su propio destino, los nobles de la Casa Vyronii juraron que se mantendrían firmes contra el archi-traidor, o morirían en el intento. Los nobles de la Casa Vyronii se destacan por su semblante singularmente triste, una personalidad que nace del conocimiento de que cinco mil años de vigilia por parte de sus antepasados contra los terrores de la Vieja Noche podrían carecer de sentido o ser borrados por completo a manos de un guerrero que una vez fue el hijo más querido del Emperador. Es un comportamiento que penetra en la sangre desde la luna solitaria y triste que orbita un gigante de gas verde esmeralda y que la casa Vyronii llama hogar. Damaetus III / II, que se encuentra en un sistema estelar en el que se cruzan varias rutas disformes estables pero menores, es un mundo de retorcidos bosques y pantanos envueltos en niebla, por encima de los cuales se eleva el imponente Castillo Felweather, una vasta fortaleza erigida del cadáver del arca colonial que aterrizó en el planeta. Cuando fue descubierto por primera vez, Damaetus III/II albergaba una gran variedad de formas de vida autóctonas. Sus oscuros bosques estaban poblados en gran parte por formas híbridas entre cefalópodos y mamíferos, muchas de un tamaño prodigioso, las cuales yacían al acecho en los pantanos sin caminos o anidaban en las ramas huecas de colosales árboles podridos; algunas criaturas poseían una inteligencia alienígena malévola. Estas criaturas eran capaces de comunicarse y exigieron la obediencia de los recién llegados, como las hambrientas deidades chthonian ya olvidadas de la prehistoria de la humanidad, tal y como lo habían hecho otras razas y viajeros que habían llegado antes a su mundo y cuyos restos mutilados se encontraban hundidos bajo la marga. Sin embargo, los colonos-caballeros eran de una pasta y temperamento diferentes, y se desencadenó una época de guerra en la que los colonos extrajeron de la PCE en el corazón de la Fortaleza Felweather los planos para luchar contra las horribles criaturas que querían darse un festín con ellos. Cuando se producían las batallas, los pantanos hirvieron y los bosques se carbonizaron mientras los dos bandos luchaban, cubriendo los cielos de color esmeralda en una noche que duraría décadas, hasta que, al final, las criaturas divinizadas fueron aniquiladas o expulsadas a las remotas profundidades de los páramos sin caminos, convirtiéndose en el objeto de misiones por nobles aún no nacidos. Así los Caballeros de Vyronii llegaron a ser casi literalmente asesinos de dioses, utilizando los cadáveres de las bestias-dioses como menú de un banquete de proporciones épicas (según algunas leyendas). Para entonces, la edad de oro de la humanidad había llegado a su fin y una era de condenación cubrió la galaxia. Durante la larga oscuridad de la Vieja Noche, los Caballeros de Damaetus se mantuvieron firmes contra incontables invasiones, muchos de ellos especies que no se han vuelto a ver y que deben permanecer en el anonimato, otros eran enemigos infames y familiares tales como los esclavistas que forman los Eldars Oscuros y brutales merodeadores Orkos. Unos xenos en particular centraron su mirada en el sistema Damaetus con consecuencias mortales; el Conglomerado Mitu, el cual ya había hecho caer bajo su égida vastas extensiones de las ((Coronid Deeps)). Durante muchos y solitarios siglos, los Caballeros de Damaetus se mantuvieron firmes contra los viles Mitu. Aunque no realizaban una invasión convencional como tal, sus atenciones periódicas trajeron una destrucción indecible, y cuando una nueva oleada de terror alienígena descendía de los cielos esmeralda, los castillos construidos por la superficie de Damaetus III / II eran reducidos a ruinas y cenizas, y pronto incluso la poderosa Fortaleza Felweather quedó irrevocablemente herida y maltrecha. Aun cuando la casa Vyronii estaba al borde del precipicio, resignados a su inevitable destino, renovaron sus juramentos y tomaron posiciones para esperar el ataque final, el que todos pensaban acabaría con ellos; tenían todas las razones para creer que era la última defensa de la humanidad misma. Pero el destino de la Casa Vyronii nunca llegó. No hubo más que silencio en el cielo hasta que, al fin, apareció una nueva estrella en el firmamento. Una estela de vapor desconocida cayó en picado hasta la superficie de Damaetus III / II y la nave aterrizó en mitad de los bosques, después de haber arrasado un claro de densa maleza, su improvisada zona de aterrizaje. Los Caballeros de Casa Vyronii salieron a su encuentro, suspicaces, pero dispuestos a vender caras sus vidas si esto demostraba ser su final. Sin embargo, no fue así, pues la nave era un Stormbird de la 1ª Legión, los Ángeles Oscuros, y representaba una avanzadilla de la Gran Cruzada en la región, la cual se encontraba entonces penetrando en profundidad en el vacío circundante después de haber limpiado de xenos las estrellas del Conglomerado Mitu. Otorgados por la providencia del lujo de la supervivencia, los señores de Vyronii podrían haberse considerado traicionados por tan cruel destino, el cual les negó tanto la gloria de una última resistencia como la reivindicación de la victoria sobre su antiguo enemigo. Un enemigo por el que ellos y las generaciones de sus antepasados derramaron tanta sangre simplemente para mantenerlos a raya había desaparecido, exterminados casi con vergonzosa facilidad por el Imperio que se extendía a través del Segmentum Obscurus. En cambio, la casa Vyronii fue llevada al fuego y la furia de la Gran Cruzada, atados a una deuda de liberación que creían nunca podrían pagar. Vyronii tomó su lugar entre las grandes huestes de la humanidad, adscribiéndose a las cadenas de mando establecidas aunque nunca comprometiéndose a las ambiciones e intrigas que venían con ellas y manteniendo una distancia respetuosa y honorable siempre, nacida de innumerables años de aislamiento. Sirvieron junto a los Ángeles Oscuros que los habían encontrado, y más tarde con los Portadores de la Palabra y los Puños Imperiales, además de una docena de mandos del Excertus Imperialis. Obtuvieron grandes honores y el respeto de sus compañeros, amén de una reputación de reservados y amantes de la melancolía y la reclusión. Bajo las duras luces de soles alienígenas, los nobles de la casa vieron lo realmente triste era el color de sus armaduras, no el brillante verde esmeralda que veían la bajo la luz reflejada del gigante de gas sobre el que orbitaba su mundo. Por ello los vástagos cruzados ordenaron a sus sacristanes aplicar una heráldica verde esmeralda a sus armaduras en memoria de su casa, una librea que pronto sería aceptada como estándar por el Colegio de Armas del Officio Militaris a medida que la Gran Cruzada avanzaba inexorablemente. Se inició un período de asimilación y reconstrucción mientras el grueso de la Casa Vyronii luchaba entre las estrellas, durante el cual delegación tras delegación se presentó ante el Gran Maestro Jahk de Vyronii y su corte. Los visitantes quedaron estupefactos ante el decrépito estado de las instalaciones, incapaces de mantener los envíos de los dominios más cercanos del Mechanicum, incluyendo Mezoa y el recientemente establecido ((Cyclothrathine Holdfast)), así como de Mundos Forja mucho más distantes e ilustres como Lucius. Todos deseaban que la Casa jurase fidelidad y a cambio se ofrecían para sustituir las armaduras antiguas y parcheadas hasta la extenuación con las máquinas de guerra de nuevo cuño, de clases más avanzadas y potentes. Sin embargo, estos aspirantes a benefactores deseaban algo más que servicio; codiciaban las antiguas unidades de almacenamiento de cristal enterradas bajo la Fotaleza Felweather. Desdeñosos de la avaricia no disimulada de algunos y el extraño dogma de otros, Jahk despachó a los enviados de su corte con el pretexto de ponderar sus muchas solicitudes. A pesar de que el Gran Maestre consideró el futuro de su casa, aquellos nobles que servían en los ejércitos de la Gran Cruzada estaban obteniendo incalculable gloria a través de las estrellas. Sirviendo en cinco flotas expedicionarias diferentes en las últimas décadas de la Gran Cruzada, los caballeros cruzados de la Casa Vyronii lucharon con distinción en el costoso Exterminio Orthrus, la limpieza de la Nebulosa Kusarikku y la campaña de pacificación de Calistaria, reforzando la posición de Jahk con cada victoria en lo que respecta a los pactos que tendría que firmar con el Mechanicum inevitablemente, cuyos emisarios seguían presionado por una audiencia desde hacía muchos años. Sin embargo, las guerras libradas entre las estrellas no sólo le beneficiaban con honores, sino con una necesidad cada vez más acuciante de reemplazar esas armaduras perdidas en combate. El momento de decidir llegó, y Jahk determinó que para sobrevivir, su Casa debía alinearse con un Mundo Forja. La conveniencia determinó su elección y se alió con Cyclothrathe, cuyas ofertas de ayuda material habían sido, con mucho, las más generosas de todas. Poco sabían los nobles de Vyronii que el momento de elegir una lealtad como tal fue desacertado, pues era el año 005.M31 y sin saberlo, se estaban desarrollando los acontecimientos en Istvaan III, que sumirían al Imperio en una guerra civil. El acto de unión entre el Mundo Caballero y el Mundo Forja iba a tener lugar en Damaetus III / II, ante una Fortaleza Felweather casi derruida y envuelta en maleza. Aquellos vástagos asignados a la Gran Cruzada que pudieron ser contactados fueron retirados y concentrados en la zona de aterrizaje donde aterrizó la Stormbird de la 1ª Legión hace años; casi toda la casa esperó la llegada de uno de los Altos Magos de Cyclothrathe y su guardia de honor de caballeros de la Casa Ærthegn. Una hora antes de la hora señalada, un módulo de aterrizaje cayó desde el cielo escupiendo llamas y humo hirviente de uno de sus motores. Llevaba el emblema del cráneo coronado de Vyronii, y antes de que sus motores siquiera hubieran empezado a enfriarse, su rampa de acceso bajó con tartamudez y una figura solitaria surgió cojeando. Los nobles reunidos reconocieron la figura de inmediato pues era Gios, el hijo mayor del Gran Maestro Jahk. Gios avanzó cojeando a través de la zona de aterrizaje y cayó de rodillas ante el Caballero Lancero de su padre, pronunciando una palabra de sus sangrientos labios: "Traición". Así fue como la Casa Vyronii se sumergió sin saberlo en el fuego de la rebelión de Horus. La delegación de Cyclothrathe no eran emisarios con regalos, sino una fuerza de ataque leal no a Marte sino al Señor de la Guerra, y si no fuera por la valentía alimentada por la desesperación de Gios su ataque sorpresa hubiera sido abrumador e imparable. En cambio, Vyronii se preparó para la guerra. La batalla que sobrevino fue breve, mas una de las más destructivas y desesperada jamás librada por los Caballeros de Damaetus. En ella el anciano Gran Maestro murió a manos de un ((Caballero Aucteller)) Cyclothratino de color gris tormenta. Al final, la fuerza de desembarco del Tagmatha fue expulsada pero a un coste terrible, con casi un cuarto de la fuerza de combate de la casa Vyronii destrozada. A raíz de la ignominiosa muerte de su padre, un Gios herido recibiría el deber de liderar a la casa Vyronii, jurando además que exigiría justa venganza contra el asesino de su padre. Pero sola, Vyronii no tenía ninguna posibilidad de devolver el golpe contra un Mundo Forja, y cuando la noticia del ataque llegó a las autoridades imperiales, esta se recibió con recelo espurio, anticipándose a la acción, mientras que la creciente ola de miedo y guerra pronto ahogó la llamada de Vyronii en busca de justicia en un asunto que para muchos parecía una sangrienta disputa entre fuerzas igualmente excéntricas y renegadas. Sólo en el Mundo Forja de Mezoa escuchó su llamada y respondió, y donde la alianza con Cyclothrathe resultó ser traicionero, se firmó un pacto similar con Mezoa a toda prisa, fruto de la necesidad y la sed de venganza, aunque Vyronii no renunciaría a su independencia bajo una sumisión formal, incluso cuando se enfrentaba a la amenaza real de aniquilación. Cuando la guerra llegó en serio al Racimo Cíclope, las líneas de Vyronii ya habían sido dibujadas en sangre mucho antes. Al Emperador le debían una deuda que nunca podría ser reembolsada; aunque cada vida que tuvieran fuera dada para ello y sus enemigos fueran los de Vyronii sin importar las probabilidades. Que los odiados Magos de Cyclothrathe se declararan no mucho más tarde partidarios del Señor de la Guerra sólo confirmaría a los Vyronii que la suya era una causa justa, y los Caballeros de la Casa Vyronii se mantendrían heridos pero resueltos entre las filas de los leales.
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