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  • Relato Oficial Ángeles Sangrientos: Sangre en Khartas
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  • thumb|350px|El Sanguinor. El Crucero de Asalto de los Ángeles Sangrientos Puño de Baal volvía de una campaña en el Sector Wotan cuando recibió una llamada de alerta. El planeta Khartas no era ni mucho menos la joya más resplandeciente de la corona del Imperio (las Guerras de Perdición, ocurridas un siglo atrás, habían dejado buena parte de su hamisferio norte destruido y sin vida), pero sí que era un proveedor de material bélico demasiado importante como para dejarlo a merced de los piratas. Por tanto, el Capitán Abel Zorael ordenó al Puño de Baal poner rumbo a Khartas y acudir en ayuda del planeta.
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  • thumb|350px|El Sanguinor. El Crucero de Asalto de los Ángeles Sangrientos Puño de Baal volvía de una campaña en el Sector Wotan cuando recibió una llamada de alerta. El planeta Khartas no era ni mucho menos la joya más resplandeciente de la corona del Imperio (las Guerras de Perdición, ocurridas un siglo atrás, habían dejado buena parte de su hamisferio norte destruido y sin vida), pero sí que era un proveedor de material bélico demasiado importante como para dejarlo a merced de los piratas. Por tanto, el Capitán Abel Zorael ordenó al Puño de Baal poner rumbo a Khartas y acudir en ayuda del planeta. Ya fuera por buena planificación estratégica o por pura suerte, el caso es que el Puño de Baal emergió del Inmaterium prácticamente encima de la flota pirata, sus salvas de babor y estribor aniquilando a varias naves antes de enzarzarse en combate singular con la nave capitana enemiga, la Carcajada de Muerte. El Crucero de Batalla pirata no aguantó mucho más que sus camaradas: la primera andanada de los Ángeles Sangrientos inutilizó sus sistemas de armamento, mientras que la segunda destrozó sus motores. Desprovista de toda su capacidad para navegar, la Carcajada de Muerte quedó atrapada en la órbita gravitatoria de Khartas hasta que entró en fuga y se dirigió hacia la atmósfera del planeta en un estado semiincandescente, para acabar impactando con fuerza entre las ruinas de una de las ciudades de su hemisferio norte. El Capitán Zorael no quería que ningún pirata sobreviviese para volver a amenazar Khartas en el futuro, así que descendió a la superficie con tres escuadras de los Ángeles Sangrientos. Sin embargo, lo que prometía ser una sencilla misión de búsqueda y destrucción se convirtió rápidamente en algo mucho más serio. El Motor de Disformidad de la Carcajada de Muerte había quedado muy dañado, pero no estaba completamente destruido. Aunque sus colosales generadores nunca más volverían a mover la nave por la Disformidad, el impacto contra la superficie del planeta los hizo entrar en funcionamiento de forma errática e inestable. Fuera de control, la torrencial energía de la Disformidad abrió una brecha en el Espacio Real, creando un portal hacia las terroríficas tierras demoníacas del Caos. Zorael había acertado plenamente al asumir que muchos tripulantes de la Carcajada de Muerte habrían sobrevivido al siniestro, pero ninguno de ellos pudo disfrutar de su salvación mucho tiempo, pues la horda demoníaca que ya estaba cruzando el portal acabó con ellos en segundos. En seguida, el Capitán Zorael recibió la primera indicación de que algo iba mal. Cuando sus cañoneras Stormraven iniciaban el acercamiento final a la zona de impacto, se desató una tormenta de aspecto completamente antinatural, que empezó a azotar a las naves con vientos huracanados y descargas de rayos rojizos. Una a una, sus motores aullando por el esfuerzo de luchar contra los elementos, las Stormraven cayeron a tierra. Los Ángeles Sangrientos supervivientes salieron de entre los dañados restos de los transportes, y se encontraron desperdigados y varados en medio de una ciudad rebosante de Desangradores. Gritando a pleno pulmón para ser oído por encima del tronar de la tormenta, Zorael ordenó a sus Hermanos de Batalla que se reagruparan en la relativa seguridad de unas cercanas ruinas. De pronto, los Desangradores repararon en la presencia de presas frescas entre ellos, y emitieron al unísono un ensordecedor aullido. En respuesta, los Ángeles Sangrientos empezaron a tocar la melodía mortal de sus Bólteres, abriéndose camino a sangre y fuego hasta el punto elegido como refugio defensivo. Pero por encima del tronar de los Bólteres se oyó un tercer ruido aún más potente y espantoso: el rugido de un monstruoso Devorador de Almas que descendía planeando sobre el campo de batalla.
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